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Un pistolero en Superga

Más de medio siglo después de Bahamontes, Contador gana en la cima maldita de Turín

Carlos Arribas
Alberto Contador, ayer en su victoria en Superga.
Alberto Contador, ayer en su victoria en Superga.

Para la gente atenta a la moda, Superga es sin más una marca de zapatillas de tenis, elegantes e italianas, por supuesto; para la mitología del fútbol, Superga, la colina que domina Turín, y su basílica, son algo más profundo, el sinónimo de una tragedia, el desastre aéreo que en mayo de 1949 acabó con el gran Torino, el mejor equipo italiano de entonces, cuyos 15 principales jugadores fallecieron al estrellarse contra los muros de la iglesia el avión que los devolvía a Turín desde Lisboa. Para la gente del ciclismo, Superga significaba todo eso y algo más, significaba también la victoria de Federico Bahamontes en su cima en una etapa del Giro de Italia de 1958. Y, desde ayer, no solo eso. Desde ayer, una tarde primaveral y alegre, cientos de tifosi coreando en las cunetas el nombre de un ciclista español, a todo ello hay que añadir el nombre de Alberto Contador, que se impuso en solitario en la cima del monte al término de la Milán-Turín, la clásica más antigua del ciclismo italiano (la primera edición se celebró en 1876), que da inicio a la gran semana de otoño en Italia: continuará hoy con el Piamonte y llegará a su culminación el sábado con el Giro de Lombardía.

La Milán-Turín, la más antigua clásica italiana, es la primera carrera de un día que gana el de Pinto

Con un ataque seco y duro a un kilómetro de la cima en la segunda ascensión a la basílica de Superga (4,6 kilómetros al 9%), Contador no solo dio la razón a todos aquellos que creen que Bahamontes es el único referente nacional para entender al chico de Pinto, sino que, en cierta forma, se tomó la revancha con Purito Rodríguez, a quien derrotó hace menos de un mes en la general de la Vuelta, pero cuya ley había sufrido en casi todas las llegadas en alto de la ronda español, donde sucumbió ante las piernas explosivas del ciclista catalán.

Es la primera clásica de un día en la que se impone Contador, quien al cruzar la meta celebró su victoria con su habitual gesto de pistolero. 15s después llegó el joven italiano Diego Ulissi y, tras el sueco Kessiakoff, a 36s, cuarto, llegó Purito. “Me gusta ganar en Italia, es un país especial”, dijo el ganador de la última Vuelta. “Me ha emocionado tanto público gritando mi nombre”. Contador, el quinto español, tras Poblet, Uriona, Marcos Serrano y Astarloa (quienes se impusieron en las llanas calles de la capital del Piamonte, a orillas del Po), que gana la Milán-Turín, dedicó la victoria al joven Víctor Cabedo, el ciclista de Castellón fallecido la semana pasada al ser arrollado por un coche y con el que compartía entrenador.

Tras su regreso de la sanción por el clembuterol del Tour 2010, Contador, con un estilo más agresivo aún que aquel con el que se dio a conocer al ganar el Tour de 2007, se ha impuesto en la Vuelta (con una victoria de etapa) y en la Milán-Turín, y ha disputado como protagonista el Mundial de Valkenburgo, donde sus ataques en el Cauberg despertaron tremenda expectación e ilusión. “Pese a todo lo que he pasado, creo que el ciclismo me ha dado más que me ha quitado”, dijo el corredor del saxo Bank, que cumplirá 30 años en diciembre. “La única cicatriz que tengo es la que me hice en la cabeza cuando el problema cerebral de 2004”.

El Giro de Lombardía, el sábado, el monumento más duro del calendario mundial, debería estar a su alcance debido, sobre todo, a la introducción este año del tremendo muro de Sormano junto a la habitual subida al Ghisallo. “Pero pese a esta victoria no soy un especialista en clásicas, sino en grandes vueltas”, dijo. “Y el Lombardía es más duro por los descensos que por las subidas...”

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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