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NATACIÓN SINCRONIZADA

Talento subversivo

Gemma Mengual, a punto de cumplir 35 años, se retira de la natación sincronizada tras situar a España entre las grandes potencias

Diego Torres
Gemma Mengual en una de sus participaciones con el equipo español de sincronizada.
Gemma Mengual en una de sus participaciones con el equipo español de sincronizada.PATRICK B. KRAEMER (EFE)

Se había quitado la gomina y soltado la melena de leona. El autobús la llevaba desde la piscina, en una isla del río San Lorenzo, al centro de Montreal. Iba cruzando el puente mientras respondía a las preguntas de un curioso que quería aprender sobre la competencia en el máximo nivel de la natación. El pardillo le preguntó si comer donuts era un lastre insoportable para un nadador. Ella, que acababa de cerrar los Mundiales de 2005 con una cosecha de cuatro medallas y estaba a punto de irse de vacaciones a Nueva York, hizo un ademán aristocrático y, un poco cansada de tanta cháchara, respondió:Yo no tengo que luchar contra mi cuerpo. Yo tengo un cuerpo perfecto para esto.

A punto de cumplir los 35 años, Gemma Mengual, la mujer del cuerpo perfecto para vivir en el agua, acaba de anunciar su retirada de la natación de élite. La decisión no ha sido sencilla. Pero su obra le reserva un lugar entre las nadadoras más carismáticas de todos los tiempos, junto a Sylvie Frechette, Olga Sharapova, Virginie Dedieu y Natalia Ischenko.

Gemma siempre fue consciente de su talento y su ambición. Supo reunir los dones y tuvo el coraje de abrirse paso en un mundo desconocido. Su guía fue otra revolucionaria: Anna Tarrés. Desde que unieron sus fuerzas en 1992 la natación sincronizada no fue igual. No solo transformaron un deporte residual en una máquina de producir resultados inaccesibles para otras ramas de la natación española en los Mundiales y los Juegos Olímpicos. También cambiaron la sensibilidad del resto de los países hacia una disciplina en la que la guerra fría había dejado una huella helada de mecanización. Desde los Mundiales de Barcelona, en 2003, el impacto de Gemma generó una persistente onda expansiva.

Después de conquistar

Cuando las rusas y las japonesas vieron la expresividad magnética de Gemma en las coreografías atrevidas de Tarrés, todo empezó a cambiar. Atraía la atención con la habilidad sutil de las grandes bailarinas. Sus actuaciones en el dúo y el solo eran evocadoras del universo dramático que trascendía la sincronización pura. Era capaz de imprimir a cada figura un sello artístico personal. En un deporte en el que nadie se atrevía a romper con los viejos cánones, trazó un nuevo programa. El suyo. Fue una subversiva a la que le costó ser justamente valorada por jueces que provenían de las viejas estructuras. Pero su legado es palpable. Hoy, las rusas, las japonesas, las canadienses o las estadounidenses, representantes de las potencias tradicionales, han incorporado el estilo español.

Gemma actuó con inteligencia para dar un paso al costado y salirse de la piscina en el momento justo. El anuncio de su retirada se produce tras dos años de vacilaciones. Cuando acabaron los Mundiales de Roma, en 2009, después de conquistar su primer oro, resolvió cambiar de prioridades. A los 32 años, estaba agotada de las sesiones interminables de seis días por semana que exige la carrera olímpica. En 2010 tuvo un hijo, Nil, y abrió un restaurante de comida japonesa en Sant Cugat. Pero los nuevos proyectos no consiguieron distraerla por completo. Soñó con volver a las largas jornadas de sol y cloro. Y tramó un regreso.

Hace un año, Gemma se presentó ante sus compañeras y comenzó a entrenarse por separado. Metida en el agua, examinó su resistencia, su flexibilidad, su disposición de ánimo. Así pasó los días mientras el equipo se ponía a punto para disputar los Mundiales de Shanghái.

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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