El agitador del vestuario
El aplomo y la visión periférica de Álex Fernández, incluido en el once ideal del torneo, contrastan con su descaro lejos del terreno de juego
"Es un escándalo, un ciclón dentro del vestuario", responde el preparador Sergio Piña cuando se le interroga por el joven Álex Fernández (Madrid, 1992), al que dirigió en el Juvenil C del Real Madrid cuando el centrocampista, incluido en el once ideal del Europeo sub 19, tomó la batuta de su equipo cuando apenas levantaba dos palmos del suelo. "Lo cogí cuando todavía era un cadete. Era muy vivo, no dejaba de moverse constantemente y, pese a ser de los más pequeños, nunca se arrugaba", subraya el técnico, testigo directo de la evolución del reciente campeón de Europa.
Y es que, pese a la sobriedad que destilan sus botas y el temple que exhibe sobre el tapete de juego, Álex es pura dinamita en la caseta. "Le gustaba bromear constantemente y hacer jugarretas a sus compañeros. Yo tuve paciencia y le aguanté bien... No, en serio, es muy buen chaval", bromea Piña, al que no le sorprenden el desparpajo y el poderío que ofrece el muchacho en la medular. "Desde el principio se veía que era un jugador diferente. Demostraba un gran saber estar sobre el campo y tenía una madurez impropia sobre el césped para un chico de su edad", señala.
Tal era su jerarquía sobre el verde que, de la mano de otros canteranos blancos que también besaron el cielo en Rumanía como Sarabia o Morata, sedujo al mismísimo José Mourinho. Un simple vistazo a La Fábrica le bastó al luso para identificar a aquel niño pecoso y pelo rojizo que hoy día apura sus estudios de bachillerato, exprime los partidos de pádel y dicta el tempo con maestría en la media. "Tiene un talento especial, es diferente, un líder natural. Le gusta asumir el riesgo y estar en permanente contacto con la pelota", agrega Piña.
Inspirado en el juego de Xabi Alonso y su hermano Nacho, con el que ha coincidido en el Castilla, no le tembló el pulso cuando el entrenador portugués le reclutó para la gira americana del primer equipo la temporada pasada. Allí encandiló a Mou, que pese a no darle demasiado carrete le permitió debutar en la Liga. Fue el 6 de marzo, en El Sardinero, en sustitución de todo un coloso como Mesut Özil. "Me dolía la tripa de los nervios", confesó entonces Álex, que en los cuatro minutos que estuvo sobre el campo se desempeñó con soltura, al primer toque y con el 30 a la espalda.
Tampoco le falta verticalidad al jugador, que en el filial blanco ya ha deslumbrado con su capacidad para hacer circular la pelota y su brega en el centro del campo. También ha entonado su musculatura y pulido su figura, alejada del aspecto liviano que lucía a su ingreso en el vivero blanco en 2005, pero no ha perdido desde entonces su aire aniñado, la sonrisa perenne y las diabluras que, en colaboración con Gerard Deulofeu, uno de sus socios, han agitado el vestuario del campeón.
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