Una manada en el Bernabéu
El mejor Real Madrid, solidario y ambicioso, arrasa al Depor y se da un empacho ante el gol
Una semana en el claustro y el Madrid explotó a puerta abierta, ante su hinchada, por fin feliz con su equipo . El madridismo se sintió agradecido con el juego y el resultado. Fue un Madrid huracanado ante un adversario sin chicha, un Deportivo que destila un inquietante tufillo. Por lo visto en Chamartín, al cuadro gallego le espera un curso agónico. Frente al Madrid fue un trapo, se le vieron todos los costurones. Su rival, con muchas deudas pendientes, no tuvo misericordia. Fresco por los cinco días de descanso, estuvo ambicioso y punzante.
De repente apareció el mejor Madrid, un equipo bien tensado, mejor enhebrado que en otras jornadas, más solidario que de costumbre, con su área enladrillada y afincado en la del contrario. No hubo tregua y Cristiano, siempre con las pulsaciones disparadas, embocó un soberbio cabezazo tras un córner lanzado por Özil antes de los tres minutos. Un infarto para el Deportivo, en tiempos de mera supervivencia. Tocaba medir al Madrid como nunca, sin angustias, por una vez en ventaja casi desde el calentamiento. Para fortuna de Chamartín, el tempranero gol de CR no anestesió al Madrid, que se mostró voraz.
REAL MADRID 6 - DEPORTIVO 1
Real Madrid: Iker Casillas; Sergio Ramos, Pepe, Carvalho, Marcelo; Khedira (Lass, m.46), Xabi Alonso; Di María (Juan Carlos, m.78), Özil (Granero, m.68), Cristiano Ronaldo; e Higuaín.
Deportivo: Manu; Manuel Pablo, Zé Castro (Aythami, m.67), Lopo, Morel; Antonio Tomás, Rubén Pérez; Juan Rodríguez, Saúl (Juca, m.51), Guardado; y Lassad (Adrián, m.62).
Goles: 1-0, m.4: Cristiano Ronaldo. 2-0, m.25: Özil. 3-0, m.34: Di María. 4-0, m.53: Higuaín. 5-0, m.60: Zé Castro en propia puerta. 5-1, m.79: Juan Rodríguez. 6-1, m.90: Cristiano Ronaldo.
Árbitro: Iturralde González (comité vasco). Amonestó a Lopo (3) por el Deportivo.
67.000 espectadores en el Santiago Bernabéu.
Con Xabi Alonso de mariscal, el grupo de Mourinho metió el turbo. No fue el conjunto rajado de otras jornadas, todos se desplegaron con una intensidad desconocida, las líneas no se despegaron, fue un equipo corto y con alto sentido gremial en ataque y en defensa. Hasta la fecha no ha merecido reproches delante de Casillas, que lleva una temporada de absentismo involuntario. Era el ataque lo que tenía en vilo al Madrid, falto de puntería y con algunos egos desatados. Frente al Deportivo irrumpió un equipo coral. Alonso era el sostén y el primero en tirar de compás; Özil, el asistente final, daba hilo a todos; Higuaín, Di María y Cristiano se buscaban con la mirada, se ofrecían en corto y en largo. Ni rastro de ese Madrid de aventureros de los últimos tiempos.
Con el Depor a un viaje lunar de Casillas, el Madrid se desbocó. Sus tres goles siguientes resultaron una primorosa demostración de fútbol asociado. Primero, Alonso, imponente toda la noche, se saltó dos trincheras de los deportivistas y encontró a Özil por una rendija. Este se fundió con CR, que le devolvió la pelota en vez de ofuscarse. El alemán marcó a lo Messi, con un eslalon de derecha a izquierda hasta que pudo ajustar la pelota a dos cuadras del portero con un remate seco y combado. Alonso, siempre Alonso, también estuvo en el guión del tercero.
Desde el lateral izquierdo, agobiado por unos cuantos adversarios, ajustó un pase sensacional para Higuaín, que sincronizó a la perfección su movimiento por la orilla. El Pipa no se atormentó con llegar al gol por cualquier atajo. Levantó las cejas y puso a Di María, ariete postizo, de frente al gol. El argentino cerró la jugada con un remate de cabeza que pareció una retrospectiva de Santillana. Curioso lo de Di María, que ha marcado sus mejores goles con dos suertes que no se le conocían: con la derecha (Anoeta) y con la frente. El ex jugador del Benfica le devolvió el servicio a Higuaín, al que concedió los honores en la cuarta diana de la noche, precedida de un toque filtrado de Ramos que hubieran sellado Xavi o Iniesta.
Incapaz de salir del rincón, el Depor tuvo su momento apenas iniciado el segundo tramo. Patinó Carvalho y Lassad se vio ante un duelo mano a mano con Casillas. El delantero francés padeció un ataque de pánico. Comprensible, por su juventud y porque no es el primero que se achica ante este portero. Casillas aguantó un mundo y a Lassad el Bernabéu le pareció una caja de cerillas. Así es este Depor, sin cuajo en ningún sector del campo, víctima de una tesorería con telarañas y malparado si se le hace una auditoría deportiva. Chamartín no suele ser una buena terapia para equipos con problemas. Y menos cuando el Madrid entra en erupción.
Ocurrió anoche, de principio a fin. El cuadro de Mourinho manejó con estilo y eficacia todos los momentos del encuentro. Esta vez supo frenar y acelerar, mezcló el juego corto con el largo y no hubo dimisiones. Tan paradisiaco le resultó todo que Mourinho dio carrete a un canterano, Juan Carlos, un notición en el Bernabéu. Con este técnico no conviene desdeñar cualquiera de sus posibles intenciones: ¿un mensaje a Valdebebas, una azulgranización, un toque a Pedro León y a Benzema o mera demagogia? El tiempo dirá. De momento, levantado el telón de Mourinho, apareció el mejor Madrid, una manada ofensiva. Un debate cerrado: el Madrid tiene gol, mucho gol, y sabe jugar otro fútbol cuando todos se sienten mosqueteros.
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