Irritación en Brasil
El país sudamericano, que ya hacía pronósticos sobre la final, asume indignado la eliminación de la 'canarinha'
Brasil no estaba preparado para salir hoy del Mundial. El país se había paralizado. Había ya un clima de equipo favorito al título. Se hacían pronósticos sobre la final. Por eso, fue recibido mal el resultado: más que con pena, con irritación. Tras haber vibrado en el primer tiempo, felices de que el equipo verdeamarillo hubiera vuelto a sus mejores tiempos, llegó la ducha de agua fría del segundo tiempo calificado de "vergonzoso".
Cuando acabó el partido y el locutor de la TV Globo, Bueno Galvão, un ídolo de millones de brasileños, pronunció la frase fatal: "Brasil está fuera del Mundial", fue como si sobre el país de norte a sur hubiese caído una losa de silencio primero y despues de indignación.
La irritación ha tenido nombres concretos, como Felipe Melo, a quien no le perdonan el haber pisoteado al jugador holandés Robben cuando ya estaba en el suelo, acabando expulsado y perjudicando al equipo. "Eso no es digno de un brasileño", comentaban los aficionados en los twitters. Tambien fue criticada la arrogancia del entrenador Dunga, que intentó justificar lo injustificable y que ya había irritado durante todo el Mundial con sus secretismos, sus insultos a los periodistas y su falta de sonrisa.
El juego fue calificado enseguida de "descontrolado" tanto "técnica como emocionalmente". Nadie entendió, según apuntaban los primeros comentarios, como Brasil, que salió por delante en el marcador en el segundo tiempo, acabara hundiéndose enseguida y cómo Holanda, que salió por detrás, fuera capaz de acabar zarandeando de aquella forma al pentacampeón del mundo.
"Brasil está de luto"; "Se acabó el sueño"; "Hasta dentro de cuatro años", se oía en todas las radios, televisiones y páginas de Internet. Y dentro de cuatro años será aquí en Brasil. Los más optimistas se consuelan ya pensando en el desquite para entonces.
La imagen más expresiva que millones de brasileños llevarán grabada hoy ha sido la del portero Julio César llorando ante las cámaras como un niño grande, quien, intentando consolar a los desconsolados y apaciguar a los irritados, dijo intentando en vano comerse las lágrimas: "Después de todo, no es el fin del mundo". Ni tampoco el fin del Mundial, aunque no hay duda que este pierde un bocado de alegría y de emoción.
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