Kahn le hace un favor al Real Madrid
Los de Queiroz consiguen su primer resultado positivo en Múnich gracias a un error del portero del Bayern
Un patético Oliver Kahn, en el único balón con exigencia que llegó a sus dominios, le solucionó la vida a un Real Madrid que dejó crecer al Bayern hasta límites insospechados. Un disparo lejano de Roberto Carlos se lo metió el guardameta alemán en su portería cuando el madridismo militante comenzaba la campaña para convertir el Bernabéu en un infierno. Nunca creyó el Bayern que podía acogotar al equipo de Queiroz con el tanto de Makaay. Ni en sueños albergó la posibilidad de que uno de sus ídolos, el decadente Oliver Kahn, dejara al Madrid en una posición envidiable para pasar a cuartos de final.
En el primer tiempo quedó ya claro que ni con 12 grados bajo cero Múnich es lo que era, ni el Bayern es la encarnación del diablo en tierra bávara que asustó al Madrid durante tantos años. Ni cinco minutos hicieron falta para que todo el mundo se diera cuenta de ello. Ni comienzo abrumador, ni los de Queiroz embotellados junto a Casillas... Todo mucho más normal. Apenas un par de saques de esquina sin consecuencias y un disparo de Pizarro que se fue arriba fue el bagaje muniqués en el primer cuarto de hora. Por el contrario, los de Hitzfeld dieron el balón y el juego al Madrid, agazapados atrás en busca de contras salvadoras.
Una circunstancia que no supo aprovechar el equipo español, porque tuvo el balón, sí, pero no lo usó. Impuso el ritmo, pero no lo aprovechó. Dejó que el Bayern creciera, que Pizarro y Zé Roberto bascularan entre líneas para amargar la espalda de Guti y Beckham. Así, sólo el buen hacer de Helguera y la habitual lección magistral de Casillas - tres paradones majestuosos- evitaron males mayores antes de la reparadora calefacción de los vestuarios.
Ya en la reanudación, la vuelta al frío resultó nefasta finalmente para el Madrid, que hizo gala sobre el Olímpico de Múnich de todos los defectos posibles. No en lo que a Casillas y a su defensa se refiere (gran Helguera), pero sí de medio campo para adelante. Dce nada le sirvió tener el balón con las bandas que fueron un desierto y con unos delanteros alarmantemente estáticos. Si a eso le añades un equipo enfrente que se sabe inferior, que tiene pinta de equipo pequeño y que explota su única virtud -no cometer fallos- de manera perfecta, la ecuación no tiene más incógnitas.
Así, el Bayern, sin el balón, se vio capaz de meter miedo. Con Pizarro, un dolor incontrolable, y Zé Roberto aculando al Madrid, Casillas se convirtió durante mucho minutos en el único argumento blanco. Tanto paró que el gol, un cabezazo de Makaay tras el enésimo pase de Pizarro, fue la excepción que confirmara la regla. Después, encomendado al calor del Bernabéu y a un partido de vuelta infernal, el Madrid intentó solucionar la papeleta como pudo. Lo que nunca pudo creer el equipo de Queiroz era que Kahn, el antaño enemigo, le iba a solucionar la vida con un autogol cuya definición más benévola es la de ridículo.
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