La mesa como corazón de la casa
Las arquitectas Beatriz Arroyo y Lys Villalba han rehabilitado una serie de viviendas a partir de una idea: los muebles serán la arquitectura
Los muebles se convierten en espacios. En los nuevos proyectos de rehabilitación que Beatriz Arroyo y Lys Villalba han terminado en Madrid, una familia de muebles levanta la vivienda. ¿Cómo? “Los muebles crecen, son de talla XXL. Y se han pensado como arquitectura”, explican las arquitectas.
Con esos grandes muebles aparecen, más allá de la distribución del espacio, la mano del mueblista, el cálculo del diseñador, los detalles que revelan artesanía, el trabajo a medida y, naturalmente, también un diálogo entre oficios.
Así este piso, en el barrio madrileño de Salamanca, es el primer proyecto remodelado casi íntegramente con muebles, es decir con partes móviles. La vivienda de la que partieron es original de los años cincuenta. Y como tal, tenía el espacio público compartimentado entre diversos usos: recibidor, salón, estudio, cocina o pasillo. Esa partición impedía la ventilación cruzada. También dificultaba la iluminación, sobre todo en invierno, y, finalmente, limitaba el acceso a una terraza.
La intervención de las arquitectas propuso simplificar, unificar la vivienda, dejar la estructura vista, recuperar la terraza original y organizar el espacio empleando lo que ellas denominan “arquitecturas-mueble”, recursos móviles para reorganizar la vida en la casa.
Muchas de las necesidades domésticas (comer, conversar, estudiar, jugar, cocinar, leer, trabajar, pintar…) las ubicaron en torno a una mesa. Patricia Urquiola lo aconseja siempre: “Casa pequeña, mesa grande”. Y aquí, Villalba y Arroyo lo materializan: una gran mesa colocada transversalmente se convierte en un lugar multiuso, cambiante. Y… sí, doméstico. Doméstico pero indefinido, capaz de asumir múltiples programas.
Producido a mano en terrazo coloreado salpicado de pequeñas piezas de confeti, el sobre de la mesa mide 3,5 m de largo y 1,05 m de ancho. Descansa sobre una estructura de tres parejas de cilindros metálicos anclados al suelo, liberando así todo el espacio alrededor. Como lo fuera la chimenea, o más tarde el televisor, las arquitectas consideran que esa mesa es el nuevo corazón de la casa, el centro del espacio doméstico.
En torno a ella, a un lado queda la cocina, “cuyo frente más corto se transforma en la segunda pieza de esta familia de pequeñas “arquitecturas-mueble”. Ese frente es un armario-encimera reversible, perforado por un óculo desde el que asomarse al llegar a casa.
Hacia el otro lado de la cocina, el salón es también una oficina. Allí, de nuevo, es una segunda mesa la que organiza un espacio de estudio colectivo. “Otro mueble hace de arquitectura”, sostienen. Dos apoyos laterales producidos en lámina de acero plegado y un tablero de madera de largo máximo estandarizado (366 cm) se maclan sin tornillos ni uniones, configurando un soporte de trabajo libre y colectivo. Una mesa para toda la familia. Lo de Urquiola: “Casa pequeña, mesa grande”. Como en una biblioteca, aquí se trabaja y se estudia juntos, pero en silencio.
Urban Cabinets —así han llamado estas arquitectas a sus rehabilitaciones de viviendas— explora estrategias de diseño en torno a la idea de una “arquitectura-mueble”. Por eso en cada proyecto, una familia de muebles se convierte en espacio.
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