Rubén Pozo, músico: “Cuando me hospitalizaron, pensé que me encontraría con Antonio Vega”
El músico publica nuevo disco, ’50town’, donde vuelve a dignificar el oficio de hacer canciones con guitarra


Espera en el bar con su look habitual de rockero de garito. Rubén Pozo (Barcelona, 50 años) publica nuevo disco, 50town, donde vuelve a dignificar el oficio de hacer canciones con guitarra. Le espera una larga gira con banda que le llevará a recorrer muchas ciudades para defender la que llama su “obra maestra crepuscular”. La obra de un músico “cincuentón”, recuerda entre risas.
Pregunta. ¿Pesan los 50?
Respuesta. A mí no me pesan. Yo soy feliz de cumplir años. Ha llegado un momento que digo: "Pa’ adelante con todo". Cuando empecé a componer para este disco, sí que es verdad que noté cierta crisis de los cincuenta. Pensaba que me iba a convertir en un cincuentón. Qué palo. Pero, luego, me hizo gracia. Siempre pienso que tengo un alma de anciano desde que era adolescente, así que sin problema.
P. ¿Por qué alma de anciano?
R. Porque ya entonces pensaba en los marrones que me quedaban por pasar, la de cosas chungas que tenía que vivir. Quería ser anciano para haberlos pasado (risas). Lo cierto es que ya me he quitado la crisis de los cincuenta. Porque, si la tuviera como un buen cincuentón, habría abandonado a mi familia, me habría ido con una rubia 20 años menor y me habría comprado un Lamborghini. Pero a mí no me gustan ni las rubias recalcitradas ni los Lamborghinis y, por eso, me he hecho un disco.
P. ¿El rock‘n’roll sigue siendo igual de importante a los 50 que a los 20?
R. Yo creo que sí, tío. Tampoco he sido un heroinómano. El rock’n’roll al principio uno lo relaciona con el desmadre, pero es otra cosa. El rock’n’roll es una fuerza de vida, una forma de estar dentro de tu piel. Tampoco soy un tipo que tenga esta palabra todo el rato en la boca. Soy un tipo que hace canciones y punto.
P. ¿Y vive con la misma ilusión de hacer canciones?
R. Vivo con la ilusión de que vivo de la música. Que no es poco.
P. ¿Qué ha aprendido en todo este tiempo?
R. Lo que sé desde el principio es que todo empieza en una canción. Es el eslabón primero. Eso que alguien escucha sin saber tu nombre ni haberte visto. Una cosa que suena por ahí y llega a alguien. Creo que no he aprendido nada más que a saber que todo empieza en la canción (risas).
P. ¿Nada más?
R. Con los cincuenta que tengo lo único que tengo son marrones que me cago en todo… No he aprendido nada. Y qué lejos veo la senectud en la que todo te resbala.
P. Entre el anterior disco, Vampiro (2023), y 50town, ha sufrido vaivenes importantes como la muerte de su padre.
R. Sí, no contaba con ello. Tampoco mi propio padre. Además, yo no me enteraba en su día. Estaba en coma con él en el hospital y pensaba que se iba a despertar. Por eso creo que lo que tengas que decir o hacer, dilo o hazlo ya, porque un día te puede caer un piano por la calle y ya no estás, aunque sin caer en eso del carpe diem loco. Tampoco hay que fliparse. Porque si hago carpe diem me muero antes (risas).
P. Entre disco y disco, también estuvo ingresado en diciembre de 2023.
R. Me dio una cosa pulmonar que nadie sabía lo que era. Tenía 40 de fiebre y no bajaba. Lo único que yo veía era médicos a mi alrededor que me preguntaban cosas rarísimas: si me había ido a algún país extraño, o subido a algún árbol… No había hecho nada.
P. ¿No dieron con lo que le pasó?
R. Algo pulmonar, pero ni idea. Además, pillé la covid y se complicó todo mucho. Creía que me moría porque no paraba de ver médicos. Además, se hacían los tranquilos, como que no pasaba nada, y eso acojona más. Nunca había estado en un hospital. De hecho, me escapé del hospital para irme a tocar en los conciertos de Leiva. Les dije a los médicos: “Dadme dos días y regreso”. Y ellos me dijeron al regresar: “No estás entendiendo nada. Estás fatal”. Y pensé que ya me moría.

P. ¿Llegó a ver a Elvis, como dijo Bob Dylan, cuando también fue ingresado en los noventa y lo pasó muy mal?
R. Yo pensé que me encontraría con Antonio Vega. No sé, debe ser que en el rock, cuando te acercas a los cincuenta, te da un zapatazo para ponerte en tu sitio.
P. A Dylan le vino bien porque renació musicalmente y entró en una etapa muy creativa.
R. Menudo cabrón. Ya te digo. Su último disco, Rough and Rowdy Ways, es una pasada. Y con 80 palos.
P. ¿Se compone igual a los cincuenta que a los 20?
R. No. Ni de coña, tío. No tienes una relación con alguien cada seis meses.
P. ¿Le molesta que le sigan viendo como el otro de Pereza o le recuerden ese pasado?
R. No, porque estoy muy feliz con mi pasado. Estuve en una banda muy mega y funcionó muy bien. Antes de Pereza estuve en una banda llamada Buenas Noches Rose. No llegó a explotar, pero tuvo ese poso underground. Era una banda de colegas del instituto y me partía el culo con ellos. Lo que quiero decir es que todo ha sido guay. No puedo decir nada más que bien y, además, Leiva es colega. Quizá sí hubo momentos en que me molestó más, pero porque yo sacaba un disco y al final lo que veía era un titular de algo con Leiva. Es como si a ti —se refiere a este redactor—, después de que publiques tres libros más a partir de este año, te sigan preguntando por tu libro de Supersubmarina. Dirías, joder, está bien que te acuerdes de ese libro que fue importante para mí, pero, tío, este libro de ahora también me lo he currado y es valioso.
P. A estas alturas, ¿se ve como un superviviente?
R. Sí, claro. Lo que he querido siempre es estar encima de un escenario y aquí estoy. Espero aguantar como Dylan, llegar a los 90 y tocar en la feria de ganado de Arkansas. Y, si se puede, morir encima del escenario. Y ahí, ¡sí que sería portada! Nada de contraportadas (risas). El periódico titularía: “Murió encima del escenario”. Por lo menos, ahí me la daréis, cabrones (risas).
P. Puesto a elegir, ¿algún escenario en la cabeza donde morir?
R. Me da igual. No hay escenario menor. Me cuadro igual en todos y toda la gente que viene es igual de importante.
P. Decía Bruce Springsteen que es la misma responsabilidad tocar para una sola persona que para 20.000.
R. Absolutamente. Springsteen está ahí, donde está, porque cuando tocaba para 17 también tocaba tres horas y media. Y esa peña ya decía: “Ostras, qué menda”. Tocar para pocos es más difícil que para la masa. Diecisiete personas son diecisiete caras que ves y sabes lo que están pensando cada una. La masa es masa y sin cara.
P. ¿Algún consejo para un músico que empieza?
R. Una vez leí una entrevista a Keith Richards que decía: “Nunca hagas caso de un consejo”. Y lo creo ahora más que nunca. Uno tiene que hacer lo que siente que tiene que hacer más allá de los consejos de los demás.
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