Pragmáticos premios a lo que el público ha querido ver. El resto, lo de siempre
¿Y quién se ha llevado la parte del león? Pues conjuntamente y por primera vez dos películas que han movilizado al gran público y que les ha satisfecho
Veo y escucho de forma inusual la ceremonia en la que el cine español se reafirma pública y ancestralmente como una gran familia celebrando esa fiesta en la que todos se aman mogollón, incluidos los dirigentes de la cosa política, también embriagados con la cultura. O sea, no la sigo en directo en tiempo real sino aplicando el dedito en ese mando del televisor que te permite adelantar o retrasar las imágenes. O sea, me salto dentro de lo posible la retahíla de agradecimientos y el presunto convencimiento de los ganadores de que el trabajo de su competidores era extraordinario. Acostumbra a ser fatigoso y previsible. De forma que voy rapidito con la marcha de pompa y circunstancias. Constato que el hecho de que Granada engendrara al mitológico Federico García Lorca va a dar mucho juego. También el masivo y emocionado recuerdo de la finada actriz Marisa Paredes, todo arte y conciencia social según el conmovedor homenaje que le tributan. Igualmente, prevalece el aterrado testimonio de casi todos los homenajeados de que el mundo está fatal y que aún puede ir a peor, dada la siniestra naturaleza de los que han tomado el poder. Algo con lo que estoy de acuerdo. Pero que a veces suena a guion aprendido y declamatorio.
¿Y quién se ha llevado la parte del león? Pues conjuntamente y por primera vez dos películas que han movilizado al gran público y que le han satisfecho. Ignoro si tienen pretensiones de gran arte, pero es evidente que sus múltiples espectadores las han seguido con entretenimiento y emoción, que nadie ha reclamado el precio de la entrada. Millón y medio en el caso de La infiltrada. Y no sé cuánta gente vio en las salas El 47, pero debió de ser muy cuantiosa. Y además, este público había vivido con angustia la historia de esa policía que se le coló a ETA, y les había desbordado la emoción ante la odisea ciudadana y reivindicativa de ese charnego y autobusero tan obstinado como digno, empeñado en cambiar las cosas, en mejorar la existencia de los eternos perdedores.
A mí ambas me parecen muy correctas aunque no me hagan vibrar, pero entiendo su éxito y lo celebro. La vieja costumbre de ir a las salas de cine, en vez de esperar a que las películas se proyecten en las plataformas, anda muy frágil de salud, pero el éxito comercial es fundamental para su supervivencia. Es muy racional que los miembros de la Academia lo hayan reconocido. El triunfo en las salas es fundamental para la supervivencia del gremio, incluidos los que aseguran que lo único que les gusta es esa cosa tan abstracta del cine de autor.
Y yo no sé si es cine de autora lo que realiza Pilar Palomero. Solo que me impresiona y me conmueve Los destellos, que me lo creo todo en ella, que habla de la vida y de la muerte con un lenguaje tan inteligente como sutil, que es triste y alegre y que además de hermosa es de verdad. Pero debo de ser el único espectador al que le provoca esas sensaciones impagables, ya que han pasado absolutamente de ella en los Goya. También del transparente arte, personalidad, credibilidad, matices que le imprime una actriz admirable llamada Patricia López Arnaiz. No tengo nada en contra de Carolina Yuste, actriz vitalista y magnética a la que me creo en cualquier personaje, pero que hayan olvidado a la señora Arnaiz me parece lamentable. Y, por supuesto, me parece extraordinario lo que hace Eduard Fernández en la muy inquietante Marco. También está peleón y emotivo en El 47 y se presta más a la glorificación la exaltación de que el pueblo unido jamás será vencido que meterse en la piel de un mentiroso profesional que se ha inventado una biografía sufriente, heroica y torturada, en un fulano hambriento de reconocimiento, poder y gloria que quiere convertirse con su eterna trola en el símbolo de los que padecieron los campos de exterminio nazis.
Te provoca sensaciones muy turbadoras y misteriosas. Algunas incluso tragicómicas. Incluso llegas a compadecerle. Marco es una película atractiva y extraña. No reconocer el trabajo en ella de Eduard Fernández hubiera sido bochornoso. Por mi parte, me conformaría con que todos los años apareciera en el cine español una película con la calidad, el sentimiento, la complejidad y la verdad de Los destellos.
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