¡Un petardo…!
Una corrida mansa y muy descastada de Román Sorando protagonizó una tarde para el olvido en la que Urdiales, Ortega y Aguado pasaron de puntillas
Si Plaza 1, la empresa de Las Ventas, hiciera gala de la transparencia debida podría haber explicado tiempo atrás cuáles son sus criterios para la elección de las corridas para la feria; podría haber contado, por ejemplo, qué méritos reúne la ganadería de Román Sorando para estar anunciada en uno de los carteles más redondos del ciclo. Por lo visto esta tarde, ninguno. Quizá haya sido la corrida más fea, descastada y mansa de todo el largo ciclo madrileño. Una auténtica bueyada. “Pero los toreros se podrían haber negado”, comenta un vecino. ¿Los toreros? La realidad es que carecen de la fuerza necesaria para ello. Satisfechos con estar una segunda tarde en el cartel. Y por los toros ni se pregunta.
¿Por qué, entonces, se contrata una ganadería como esta? Como no hay información, está permitido especular: por dinero, se supone; para equilibrar —hoy, otra vez plaza llena hasta la bandera— los altos costes de otros festejos en los que los toreros sí exigen sus hierros preferidos, que son más caros.
En fin, que el festejo fue un petardo de principio a fin. Ya el primero anunció a bombo y platillo lo que había: sosería a raudales, triste como un alma en pena, andares cansinos, agotado; y el segundo salió asustado, buscando hierba, huidizo, y corrió rajado por todo el ruedo; al tercero lo devolvieron porque no podía con sus patas y en su lugar salió un sobrero de José Vázquez que se había contagiado de los defectos de sus compañeros de corral; el cuarto desarrolló genio y soltaba tornillazos; el quinto no se tenía en pie, y el sexto también volvió a los corrales, y otro sobrero, esta vez de Montalvo, con genio y deslucido, tampoco levantó la tarde.
El cartel de la Beneficencia de este domingo queda en un mano a mano entre Sebastián Castella y Fernando Adrián
Alguna verónica suelta y dos trincherazos de Urdiales en su primero, y tres verónicas de Aguado en el primer toro devuelto, y otras cuatro en el sobrero fue todo lo que dio de sí el artístico festejo. Y no hubo más, porque Juan Ortega estuvo sin estar en él, es decir, que no pudo dar ni un capotazo, ni un solo muletazo, y se fue al hotel sin despeinarse. Bueno, tampoco es eso, porque dio un mitin con la espada en su segundo. El mismo trance vivió su compañero Aguado, que pasó un quinario para matar al sexto. Ese toro embistió de salida con mucha fiereza y violencia y puso en serios apuros al torero sevillano que consiguió capotearlo por bajo hasta los medios, donde el toro le robó el engaño y Aguado se vio obligado a tomar las de villadiego. No fue nada fácil en la muleta, Aguado hizo como si lo intentara, pero muy pronto desistió y los tendidos se lo recriminaron con acritud.
Cuando murió el sexto, el ruedo se pobló de almohadillas, prueba irrefutable del enfado de un público que acudió en masa para ver una corrida de artistas y se sintió engañado. Lo dicho: un petardo.
Sorando/Urdiales, Ortega, Aguado
Toros de Román Sorando, -el tercero y el sexto, devueltos por inválidos-, muy desiguales de presentación, mansos, sosos, blandos y muy descastados. Primer sobrero de José Vázquez, astifino, manso y descastado; segundo sobrero, de Montalvo, bien presentado, cumplidor en varas y muy deslucido. Todos fueron pitados en el arrastre.
Diego Urdiales: pinchazo y estocada perpendicular (silencio); pinchazo, media y tres descabellos (silencio).
Juan Ortega: casi entera (silencio); cinco pinchazos y un descabello (silencio).
Pablo Aguado: media caída (silencio); cuatro pinchazos y dos descabellos (silencio).
Plaza de Las Ventas. 8 de junio. Corrida homenaje en el 200 aniversario de la Policía Nacional. Se guardó un minuto de silencio en memoria de los policías fallecidos en acto de servicio. Vigésimo sexta corrida de la Feria de San Isidro. Lleno de ‘no hay billetes’ (22.964 espectadores, según la empresa).
Babelia
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