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Feria de San Isidro
Crónica
Texto informativo con interpretación

Tres sorpresas y un fracaso anunciado

Talavante cortó una oreja de poco peso al mejor toro de la tarde; Juan Ortega dibujó muletazos primorosos ante un inválido, y Tomás Rufo, entregado, ante una corrida mal presentada, blanda y muy descastada de El Puerto de San Lorenzo

Alejandro Talavante torea al natural al cuarto de la tarde.
Alejandro Talavante torea al natural al cuarto de la tarde.Juanjo Martín Efe
Antonio Lorca

Tres sorpresas: una, la oreja que cortó Talavante ante el toro más potable de la tarde; dos, los derechazos preñados de templanza de Juan Ortega a un inválido muy protestado, y tres: la mansedumbre descarada del sexto, que sorprendió a Tomás Rufo, de quien huyó sin vergüenza alguna hasta alcanzar la puerta de toriles.

Y un fracaso anunciado: el de los toros de El Puerto de San Lorenzo, una vez más en San Isidro, y otro petardo por su fea presentación, y por su falta de fuerza y de casta. Solo el primero y el tercero cumplieron en varas, y todos pecaron de una nobleza descastada que dio al traste con la ilusión de la tarde.

La oreja de Talavante al que abrió plaza es de corto recuerdo, de poco peso, de extrema generosidad del público, porque no hubo arrebato, ni pasión, no más que un aroma insípido.

En el centro del ruedo, lo recibió el torero con la muleta plegada al modo del cartucho de pescao del sevillano Pepe Luis, pero pronto se arrepintió y desplegó el engaño metros antes de que el toro llegara a su encuentro. No obstante, esa primera tanda de naturales resultó muy bella, al igual que la trincherilla y el pase de pecho que cerraron la pincelada inicial. Hubo otra por el mismo lado en la que el toro evidenció su nobleza y clase, pero ya no esparció tanto perfume; y en la tercera, con la mano derecha, el animal dijo que hasta ahí había llegado su vida, y el encanto se fue desdibujando. Fue una labor de detalles, aseada, con esa ráfaga primera que no llegó a levantar un clamor. Y cuando Talavante mató de una estocada trasera al encuentro, los tendidos se poblaron de pañuelos y paseó una oreja que olía a facilidad injusta. ¡Con lo que a otros les cuesta convencer al respetable…!

Un momento de la cogida que sufrió Juan Ortega en el quinto toro.
Un momento de la cogida que sufrió Juan Ortega en el quinto toro.Juanjo Martín Efe

La lidia del quinto fue un espectáculo. Protestado de salida por su presentación, pronto demostró su invalidez y los gritos de ‘toro, toro’ se unieron a los de ‘fuera del palco’ dirigidos al presidente por su empeño en mantenerlo en el ruedo. Cuando Ortega tomó la muleta era evidente que lo siguiente sería una corta faena de aliño sin más, pero… Para empezar, el torero sufrió una fea voltereta al pasarlo por bajo que le produjo “un puntazo con hematoma en el gemelo interno de la pierna izquierda y otro corrido en la región pretibial izquierda, pendiente de estudio” que no le impidió continuar en el ruedo. Una vez repuesto del susto, Ortega lo citó con el engaño a media altura y dibujó hasta cuatro cortas tandas de derechazos que compusieron un prodigio de templanza, acompañada por los sentidos olés de los tendidos. Una pena que no hubiera toro, pero los hondos muletazos supieron a gloria.

Y Tomás Rufo brindó a la concurrencia la muerte del manso sexto que había huido del caballo y acudió en banderillas. Rufo se hincó de rodillas y tras dos pases por alto, trazó hasta seis derechazos ante la codicia de un animal que hacía albergar la esperanza del triunfo. Pero no hizo más que ponerse de pie, y el animal huyó de su vera como si hubiera visto a un fantasma. El resto fue una persecución alterada con algunos muletazos robados, pero el toro acabó en la puerta de toriles como era su deseo. Destacó, eso sí, la entrega del torero que no pudo hacer realidad su deseo.

El resto de la corrida careció de historia. Ni Talavante con el cuarto, una birria; ni Ortega con el segundo, agotado; ni un pesadísimo Rufo con el tercero, un toro desfondado, ante el que agotó la paciencia de los espectadores, hicieron poco más que justificarse ante la debacle torista.

El Puerto/Talavante, Ortega, Rufo

Toros de El Puerto de San Lorenzo, mal presentados y de feas hechuras, desiguales en varas, blandos, nobles y muy descastados.

Alejandro Talavante: estocada trasera al encuentro (oreja); pinchazo, media tendida y atravesada (silencio).

Juan Ortega: estocada que produce derrame (silencio); media caída (ovación).

Tomás Rufo: estocada baja (silencio); estocada caída (ovación).

Plaza de Las Ventas. 23 de mayo. Duodécima corrida de la Feria de San Isidro. Lleno de ‘no hay billetes’ (22.964 espectadores, según la empresa).


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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.
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