Feria de Vic-Fezensac (Francia): Desconfianza

Desconfianza. Eso es lo que demostró la terna y sus cuadrillas ante una seria y honda corrida de Cuadri en la segunda de la Feria del Toro en Vic-Fezensac (Francia), que exigió, pero que también desarrolló nobleza y embestidas potables. No hubo ningún toro de sobresalientes complicaciones o peligro, y, sin embargo, los de luces anduvieron precavidos toda la tarde.

Incontables fueron las pasadas en falso en banderillas; como los capotazos, sin orden ni concierto, en unas lidias desordenadas y caóticas que acrecentaron los posibles defectos de los toros y estropearon sus virtudes. Después, con la muleta, ni Fernando Robleño, Esaú Fernández y Gómez del Pilar dieron el paso.

Más voluntarioso estuvo este último, que al menos colocó correctamente en suerte a su lote. Le correspondió en primer lugar un animal noble y descastado que desarrolló sentido, llegándole a coger sin consecuencias. Fue precisamente tras la voltereta cuando surgieron los pasajes más destacados de la faena. Cruzado y de uno en uno, Del Pilar logró algunos naturales de estimable largura y limpieza.

Muy pesado se puso con el parado sexto, al que pareó bien Víctor del Pozo. También al unipase, intentó provocar y alargar las embestidas del de Cuadri, pero siempre desde la periferia.

Tampoco anduvo sobrado de casta el soso cuarto, frente al que Robleño firmó un trasteo largo y sin ligazón que nunca rompió. Debió de estar mejor, sin embargo, en el primero, el más encastado y exigente del encierro. Tras cumplir con prontitud en tres varas, el toro de Cuadri tuvo fijeza y encastada nobleza, especialmente por el pitón izquierdo. Robleño no se terminó de acoplar y sólo dejo algunos naturales sueltos de estimable trazo con la pierna adelantada, cargando la suerte.

Tanto Robleño como Del Pilar se marcharon entre tímidos aplausos, cuando la lluvia arreciaba sobre la plaza de Vic. Esaú Fernández, en cambio, lo hizo entre pitos. Y bien merecidos. Su actuación fue un auténtico compendio de ventajismo y mediocridad. Ni una sola vez se puso en el sitio y desperdició un lote -sobre todo el quinto, que se movió y transmitió- más que potable.