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La memoria de la literatura alemana recuerda al mundo el efecto demoledor de la guerra

En el aniversario del nacimiento de Friedrich Schiller, el Museo de Literatura Moderna de Marbach conmemora al autor del ‘Himno a la alegría’ y las grietas de la historia de Europa

Museum of Modern German Literature in Marbach am Neckar
Una de las salas de la exposición permanente del Museo de Literatura Moderna de Marbach, en una imagen concedida por el propio centro.Chris Korner

Parecía imposible componer una gran obra de arte con las guerras —personales e históricas— y el periplo en busca de paz a través del exilio o, como escribió Hermann Hesse, con el cambio interno o la muerte; pero aquí está: el Museo de la Literatura Moderna Alemana de la ciudad de Marbach am Neckar es, en sí mismo, una obra maestra compuesta por más de mil piezas que, una a una y en conjunto, logran un impacto demoledor y también ser memoria abierta al mundo. Inaugurado en 2006, cada otoño celebra unas jornadas de puertas abiertas coincidiendo con la fecha de cumpleaños de Friedrich Schiller, nacido el 10 de noviembre de 1759 precisamente en esta pequeña localidad, conocida también con el sobrenombre de Schillerstadt. Sin olvidar el archivo del que se nutre (Deutsches Literaturarchiv Marbach). “Las colecciones están abiertas a cualquiera que quiera profundizar desde cualquier disciplina”, apunta la directora de investigación, Anna Kinder.

Este año en concreto, cuando el mundo está conmocionado por las imágenes de las guerras Ucrania-Rusia y Hamás-Israel, el centro de la literatura moderna alemana, además de abrir sus puertas de par en par a principios de noviembre, selló en esas jornadas su sentido de existencia con la presencia y las palabras del premio Nobel de literatura Abdulrazak Gurnah, cuya voz literaria pone su foco en las heridas de nuestro tiempo: éxodo, guerra, desigualdad.

No es una casualidad que el museo y el archivo estén en esta ciudad, ni tampoco que los actos en torno a la obra de Friedrich Schiller se celebren aquí. Estamos en el Estado de Baden-Württemberg, a pocos kilómetros de las fronteras alemanas con Francia y relativamente cerca de Suiza y Austria. La colina, la pequeña ciudad de apenas 16.000 habitantes, su historia —esculpida a sangre y fuego, guerra a guerra— y, sobre todo, el hecho de haber nacido aquí el poeta estético alemán son eje de los fondos literarios, de las exposiciones temporales —ahora sobre canción y literatura— y, sobre todo, de la exposición permanente que, en suma, hacen de este lugar el epicentro de la literatura alemana. “En la colección se reúne y conserva una gran cantidad de documentos literarios desde 1750 hasta hoy”, puntualiza Anna Kinder.

Modern German Literature in Marbach am Neckar
Exterior del Museo de Literatura Moderna de Marbach, en una imagen concedida por el propio centro.Chris Korner (DLA-Marbach, www.dla-marbach.de)

A primera vista, solo al observar el edificio, su intención y función parecen claras: todo lo que hay aquí forma parte de lo eterno. Diseñado por el arquitecto británico David Chipperfield, está parapetado por hileras de grandes columnas que recuerdan el acceso al mausoleo de la reina egipcia Hatshepsut y la entrada a la cámara mortuoria de las tumbas faraónicas. La semejanza con los monumentos funerarios egipcios es obvia al bajar por la larga escalinata hasta el pasillo y llegar a la pequeña sala donde está la muestra que repasa la vida de Schiller, autor del Himno a la alegría musicalizado después por Beethoven, que dejó la carrera militar y fue exiliado de Stuttgart por sus ideales. Esta cámara, donde hay motivos íntimos del artista colocados con llamativa sencillez como tinteros, dibujos, manuscritos, es un preludio de la gran obra que aparece después. Esto tampoco es casual. La obra de Schiller (1759-1802) define el destino de los autores que vienen después.

Una cámara mortuoria, la exposición permanente

Al abrir la puerta impacta el frío. Hay 18 grados, tenue luz, sonido opaco. La primera imagen es de muerte: La máscara de Nietzsche —como un cadáver en un ataúd— sobresale en una sencilla mesa blanca junto a la fecha de su muerte: 1900. El filósofo apátrida abre la sala. A su lado, el libro de notas de Stefan George fechado en 1901. Frühling (primavera), se lee. Un hacha de papel con un poema manuscrito: “Escribe tus versos como un hacha / para que puedas sostenerlos como un hacha”. El viaje a la historia de la literatura y a la gran herida europea comienza sobre este punto de partida.

Desde aquí cada pieza es como una nota musical en una ópera de Wagner. Nada está escogido al azar; por el contrario: todo forma parte del viaje temporal y emocional del siglo y, al mismo tiempo, describe a la perfección el viaje emocional de la creación literaria de los autores alemanes cuya vida estuvo marcada por los conflictos bélicos, la búsqueda de coherencia y, finalmente, la inmortalidad de sus obras.

A pocos metros, el protagonista es Hermann Hesse, junto con sus archivos. Hesse, que se exilió a Suiza para huir del nazismo, coleccionó, hizo listados, clasificó. El oficio de librero, que ejerció durante años en la ciudad de Tubinga, hizo mella en él. Hay fotografías del autor de El juego de los abalorios con su padre, pero también de él, desnudo y descalzo abrazado a una montaña. Junto a las imágenes, una nota suya y otra de su primera mujer, Mia Bernoulli: “Busqué rocas escarpadas para mirar el mar…”.

Museum of Modern German Literature in Germany
Decenas de documentos y manuscritos, en la exposición permanente del Museo de Literatura Moderna de Marbach, en una imagen concedida por el propio centro.

También se expone una reproducción de un busto con el pecho descubierto de Beatrice, clave en su obra Demian, que catapultó al escritor en 1919 al olimpo literario. Hay fotografías de Rilke en París, intercambio de cartas entre Rilke y Kafka o entre Thomas Man y Hesse. Misivas de periodistas, editores.

El poema de Borges en alemán. El autorretrato repetitivo y estremecedor de Kafka. Fotografías de lo íntimo, paisajes que alimentan el acto creativo, muestras de agotamiento vital; pruebas de búsqueda de equilibrio. En una esquina, como no podría ser menos porque no hay historia sin villano, la presencia de Adolf Hitler. El museo adquirió la carta que el dictador envió al escritor Ernst Jünger. Con el paso del tiempo, Jünger prohibió al partido nazi usar o manipular sus escritos y ayudó a decenas de judíos a huir.

El museo, obra en sí misma sobre la gran herida de Alemania, explica el presente global; pero cada objeto es también una joya valorada en miles de euros.

Joyas millonarias

Para tener la memoria de Rilke, que murió exiliado en Suiza, por ejemplo, el museo ha pagado un millón de euros por un archivo con unas 7.600 cartas escritas por el poeta y muchas más dirigidas a él. El manuscrito de El proceso de Kafka costó dos millones de dólares. La obra que Walter Benjamin —filósofo judío alemán que se suicidó para evitar ser enviado a un campo de concentración— dedicó a su único hijo, Stefan, fue donada por la Fundación Porsche, que pagó por ella también una cifra millonaria.

El efecto de la sucesión de apuntes, imágenes, notas es claro: la muestra permanente está llena de segundas intenciones. Tras cada página hay una gran historia; un puñetazo emocional o un señuelo para la creación.

El premio Nobel que recibió Hermann Hesse aparece sobre una mesa blanca. Después, un busto del mismo autor y su último poema: “Cansado de tanto vivir, agotado de tanto morir”. Él vivía en Suiza. “Todo está bien”, dijo Ninon Dolbin, su esposa, comenta una nota explicativa. Por la mañana estaba muerto. Era el 8 de agosto de 1962.

A modo de epílogo, las primeras páginas del manuscrito original de la novela La historia interminable (Michael Ende, 1979) cuelgan en el último rincón. Las tachaduras atrapan la atención. La carta de una niña que agradece al autor haber escrito lo escrito. La historia interminable narra el viaje de un niño para salvar el universo de Fantasía, que desaparece. La única esperanza es que alguien bautice con un nuevo nombre a su emperatriz e imagine el mundo de nuevo. Novela alegórica y perfecto final: tras la destrucción todo comienza; morir un mundo y nacer otro a través del arte literario; ese es el poder.

Fuera, a principios de noviembre, la estatua de Friedrich Schiller se alza en lo más alto de la colina. Desde arriba una y otra vez llega la música de Beethoven asociada a su poema más repetido: Alegría. Tu hechizo vuelve a unir lo que el mundo había separado.

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