Kiddy Smile, artista: “La danza es la base de todo, debería aprenderse desde la guardería”
La estrella del ‘voguing’, que actúa en Madrid el 24 de junio, habla de su infancia en la ‘banlieue’, del racismo y la homofobia y del mensaje político del baile
Kiddy Smile (París, 35 años) es bailarín, pinchadiscos, diseñador. Y estrella del voguing, un baile creado a principios de los años ochenta en Nueva York por drag queens y mujeres trans de minorías raciales y que reproduce poses de modelos en las revistas y movimientos de las artes marciales con música disco o house. Hijo de inmigrantes cameruneses, creció en una barriada cerca de París y hoy vive a medio camino entre esta ciudad y Barcelona, El 24 de junio lleva su show al ciclo Canal Street, en los Teatros del Canal en Madrid, en vísperas de la fiesta del Orgullo.
Pregunta. ¿Cómo fue su infancia en la banlieue, el extrarradio? ¿Fue duro?
Respuesta. El relato triste del chico que crece en el barrio y es complicado... ¡No! En los barrios viven personas que han sido puestas al margen de la sociedad. Estar siempre aparte hace que la gente se dé cuenta en seguida de que solo se respetan dos cosas: el dinero y el poder, y el poder está ligado a la fuerza. No hay dinero en el barrio, pero la fuerza se puede tener. Por eso se respeta la fuerza. Desgraciadamente, la homosexualidad se considera una debilidad. Pero si en el barrio logras asumir quién eres y entiendes que no es una debilidad, sino una fuerza, no hay problema.
P. En un célebre vídeo suyo, Let A B!tch Know, se ven coches ardiendo en el barrio mientras los chicos danzan y se besan.
R. Lo que quise decir fue: “Imaginaros la juventud que tendríamos si fuese más simple poder ser lo que queramos sin escondernos”. Así sería un barrio en el que ser LGBT fuese la norma.
P. No es así.
R. No es tan visible. Yo siempre digo que estos barrios no son más homófobos que los barrios acomodados y católicos. Es igual. Pero se señala los lugares donde hay más miseria.
P. ¿Qué encontró en la danza?
R. Me permitió salir del barrio: yo quería salir y descubrir otras cosas, pero no conocía a nadie fuera.
P. Ha hecho moda, ha cantado, danzado...
R. ¿Realmente es distinto? No es como si hubiese sido albañil. Me considero un artista que, en el curso de su vida, ha adquirido herramientas para hacer mejor lo que hago. Cuento historias que provoquen emociones.
P. ¿Hay un mensaje político?
R. No es mi objetivo, pero la existencia es política, por aquello que soy y represento. Si mañana yo decido irme a la provincia de Ardèche a dedicarme a la agricultura, por el mismo hecho que nadie como yo hace esto, se convertiría en algo político, en algo que puede ser inspirador para otros.
P. ¿Cuál es el mensaje? Porque se podría pensar que la danza es para divertirse...
R. Si después de milenios, hay gente que todavía piensa que la danza es solo divertirse... Todas las artes que movilizan el cuerpo son danza, incluso el canto y el teatro. Para mí la danza es la base de todo, debería aprenderse desde la guardería. Usted y yo haremos unos movimientos, y jamás será el mismo. Lo que he vivido durante la jornada lo meteré luego en mi movimiento. No creo que exista el movimiento sin un sentido.
P. Le criticaron por llevar una camiseta que decía: “Hijo de inmigrantes, negro y maricón”, cuando actuó en el palacio del Elíseo el día de la fiesta de la música en 2018.
R. Yo no soy nadie en este mundo. ¿Qué iba a quedar de mi visita al Elíseo? ¿Una foto que no significase nada? Con una imagen debía mantener el control sobre lo que yo quería decir, que era criticar la ley de inmigración que se discutía en aquel momento. Quise exponer la complejidad de lo que soy y por qué era importante estar ahí, y esto pasaba por hablar de mi identidad racial, sexual y el camino de mi vida.
P. ¿Es necesario proclamar todavía que es “hijo de inmigrantes, negro y maricón”?
R. Todo el mundo debería decir quién es y de dónde viene. A usted nunca le preguntan en España de dónde viene, ¿verdad? A mí, en cambio, me lo piden constantemente. “¿De dónde vienes?” Siempre respondo de manera muy tonta, diciendo: “En estos momentos vengo de mi casa”. Si insisten, digo: “De la ciudad de Rambouillet, en el departamento de Yvelines”. En el fondo me están preguntando: “¿Cómo es posible que seas negro y francés? ¿Qué haces aquí?” Lo que significa cuestionar mi legitimidad en tanto que persona francesa. Entonces o bien respondo frontalmente y digo: “Estás haciendo una pregunta racista”. O digo: “He sido adoptado y no sé de dónde vengo”. Una amiga responde de otra manera: “Francia colonizó mi país, necesitó mano de obra, mis padres vinieron a Francia y por eso estoy aquí.”
P. Lo dijo en el Elíseo, proclamó por voluntad propia de dónde venía.
R. Era importante decirlo en aquel momento. Pero todo el mundo debería decir permanentemente de dónde viene.
P. ¿Siguió la polémica en España sobre los insultos racistas al futbolista Vinicius en Valencia?
R. No. Pero para mí hay dos tipos de racismo. Uno es fácilmente desmontable: el racismo emocional. Usted puede ser un racista y, después de una hora conmigo, dirá: “Ah, pero usted no es como los demás”. No es que seas racista, es que tienes una opinión sobre mucha gente que no conoces y que ha sido construida por la sociedad. Al conocerme, he hecho saltar esto en mil pedazos. El segundo racismo es más complejo: el racismo sistémico, el que consiste en impedir a grupos enteros acceder a los mismos derechos que otras personas basándose en la raza. Esto, desgraciadamente, en países mayoritariamente e históricamente blancos, son sistemas que siguen en pie para mantener algunas poblaciones abajo y otras arriba. ¿España hace esto? Todos los países lo hacen. Dicho esto, históricamente los españoles habéis colonizado bastantes países en el mundo... ¿España es racista? La respuesta es clara, pero no la formularé. Vivo en España... Pero España tiene algo que es verdaderamente guay: ahí no tengo miedo de ir de la mano de mi compañero por la calle.
P. ¿En Francia sí?
R. En Francia no lo haría, o, si lo hiciese, no me sentiría cómodo haciéndolo. En España no me he sentido en peligro.
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