David Simon: pueden masticarte, pero tendrán que escupirte
Recién despedido por HBO, el creador de series icónicas como ‘The Wire’, ‘Treme’ o ‘Show Me a Hero’ es un concepto en estos tiempos que corren tan necesitados de faros
Dos muchachos de las calles juegan a las damas con las piezas del ajedrez porque no saben jugar al ajedrez. Figuritas de reyes, reinas, torres, alfiles, caballos y peones repletas de movimientos, estrategias y posibilidades y convertidas en simples piezas negras y blancas, mucho más limitadas. Es una mañana soleada y los chavales están en una acera de Baltimore frente a esos edificios de ladrillo marrón, verjas sucias y ropa tendida en la calle tan típicos de los suburbios pobres estadounidenses. Entonces, llega D’Angelo y les explica cómo se juega al ajedrez como si les estuviese explicando el funcionamiento de las calles y las bandas criminales que se las reparten. D’Angelo, un jefecillo de la organización de trapicheros de drogas de West Baltimore, dice: “El rey siempre es el rey”. Y añade: “En el juego, a los peones se les mata fácilmente. Salen del juego muy rápido”
Es una de las escenas más simbólicas de una serie que está repleta de ellas como es The Wire, la gran obra de David Simon, creador de ficciones icónicas para la historia de la televisión y que esta semana ha sido despedido por la cadena HBO por apoyar la huelga de guionistas, que piden mejoras económicas en la era del streaming. El director, quien ejercía de mediador sindical, llevaba 25 años creando series para HBO y su nombre estaba ligado al gran prestigio artístico de la cadena. Tanto es así que el sello de calidad HBO no se puede entender sin David Simon.
Su lista de series para la cadena es magnífica: The Wire, The Corner, Generation Kill, Treme, Show Me a Hero, The Deuce, The Plot Against America (La conjura contra América) y We Own This City (La ciudad es nuestra). Obras que, con precisión cirujana y profundidad psicológica y emocional, muestran los desperfectos y las averías de esa quimera llamada Estados Unidos, una nación donde no hay religión más poderosa y devastadora que el dinero. Simon es el gran retratista de la sociedad estadounidense en el siglo XXI. Un gigante de conciencia que, desde su mirada cinematográfica, siempre ha sabido invertir las áreas de las sombras y las luces de la política y la economía norteamericanas.
HBO se lo carga y se carga un símbolo. No se trata tanto del fin de una era televisiva como de las luchas de clases y de poder entre capataces y trabajadores. Simon, periodista antes que director y guionista, ya conoce estas situaciones de abuso empresarial cuando participó activamente en el sindicato de The Baltimore Sun, el periódico en el que trabajó como editor y reportero de calle durante 12 años. De allí sacó mucha información que luego, en parte, utilizó en la pantalla en una memorable quinta temporada de The Wire.
Fiel a sus principios y a sus historias televisivas, Simon representa un mensaje: a quién le importa el entretenimiento cuando se trata de valores, ética e ideología. Cuando se trata de la vida. La batalla que se libra no es la de ficción sino la de la realidad, mucho más chunga que lo que veamos por la pantalla. El neoliberalismo, perfectamente ilustrado en las grandes compañías del streaming como HBO, Apple TV, Netflix o Amazon, impone su ley. Lo hace en todos los frentes: trabajo, sanidad, educación, turismo, deporte, cultura… “Es la economía, estúpido”, que rezaba el cartel. Y es la economía y el modelo de operar de estas grandes compañías contra derechos y colectivos, contra organizaciones sindicales y asociaciones laborales. A todas les interesa que estés metido en tus pantallas, con ficciones de todo tipo, con redes sociales, con opciones aspiracionales y distracciones por doquier, pero nunca con ideas, con ética, con solidaridad y conciencia. No les interesa para nada que seas consciente que tú y muchos como tú y yo formamos parte de lo mismo que quieren dirigir y controlar. Como ya escribía John Steinbeck en época de la Gran Depresión en la célebre novela Las uvas de la ira: “El ser propietario te deja congelado para siempre en el “yo” y te separa para siempre del “nosotros””.
Decía el historiador Howard Zinn que no se debe aceptar la memoria de los estados como cosa propia. Podría esto decirse de la realidad de nuestros días, en la que la historia de cualquier país sigue disimulando terribles conflictos de intereses entre conquistadores y conquistados, amos y esclavos, capitalistas y trabajadores, dominadores y dominados. David Simon lo sabe. Nos lo ha contado en sus brillantísimas series y ahora, más que nunca, lo simboliza en una causa. Por eso, es tan grave lo que ha hecho HBO con la mente que ayudó a que la cadena hiciera historia. Han destrozado al hombre. Citando otra vez a Las uvas de la ira, un libro de plena actualidad: “Puedes saber esto: teme el momento en que el hombre deje de sufrir y morir por un concepto, porque esta cualidad es la base de la esencia humana, esta cualidad es el hombre mismo, y lo que le diferencia en el conjunto del universo”.
Hoy, más que nunca, David Simon es un concepto. En estos tiempos que corren, es un hombre que se mantiene firme. Es un ejemplo valioso en la cultura popular de esta época tan complicada y tan necesitada de faros, donde el neoliberalismo no quiere que, como esos trapicheros de poca monta, sepas cómo se juega al ajedrez si así puedes seguir jugando a las damas. Como D’Angelo, Simon sí sabe el valor de las figuras y sus movimientos, aunque sea fulminado. Como lo era también en The Wire el detective Jimmy McNulty, que siempre se enfrentó a los abusadores y buscó la justicia en el reino del dólar, y dejó una frase que conviene pintar en paredes: “Pueden masticarte, pero tendrán que escupirte”.
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