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Toros en Las Ventas
Crónica
Texto informativo con interpretación

El cortijo Manchego que se dejó ir Pasero

Mala actuación de la terna y un gran novillo de Casa de los Toreros

Derechazo de Luis Pasero al tercer novillo de la tarde.
Derechazo de Luis Pasero al tercer novillo de la tarde.Alfredo Arévalo

El tercer novillo de la tarde, que llevaba el hierro y divisa de Casa de los Toreros, fue justamente protestado de salida. Bonito de hechuras, su encornadura, casi brocha, era de una excesiva comodidad para la plaza de Madrid. Pero, cómo es la vida, 15 minutos después, a Manchego, que así se llamaba, se lo llevaron al desolladero en medio de una unánime ovación. Y ese homenaje póstumo también fue de justicia.

Hay que ver lo bueno que fue el tal Manchego. De principio a fin. Y eso que intentaron acabar con él en el caballo. Con la total complicidad de su jefe de filas, que se mantuvo impasible ante la carnicería, el picador le administró un par de puyazos alevosos. Pero, he ahí el misterio de la bravura, el utrero, no sólo no rehusó el castigo, sino que peleó bajo el peto.

Mucha bravura debía de correr por sus venas para que, tras ese durísimo primer tercio, aún tuviera Manchego vida para perseguir a los banderilleros y embestir incansable en la muleta. No fue un toro fiero ni nada parecido, pero tuvo una nobleza, clase, fijeza y recorrido superlativos.

Un ejemplar para torear a placer y encumbrarse a lo más alto del escalafón novilleril. Pero, he ahí un segundo misterio: su matador, el joven Luis Pasero, que hacía su presentación en la plaza de Las Ventas, dejó pasar tamaña oportunidad. Podrá engañarse con la vuelta al ruedo que se dio por su cuenta, pero lo que no hará será comprarse el cortijo que le regaló Manchego y el destino.

Es verdad que, ya con la muleta, se mostró más confiado que en los primeros tercios. Incluso se gustó y toreó largo y templado por momentos. Pero su toreo, descaradamente despegado, y su escasa ambición no llegaron nunca a la altura de la calidad de su oponente.

Aún menos dijo con el sexto, un novillo noble y codicioso de Montealto, ante el que dio muchos pases en un largo y tedioso “me pongo, me quito”.

Tampoco es demasiado probable que se acabe comprando un cortijo —por su buen hacer delante de la cara del toro, entiéndase— El Niño de las Monjas. Como su compañero, el valenciano también demostró la inmensa diferencia que hay entre torear y dar pases.

Tan voluntarioso como vulgar, se dejó ir otro lote de triunfo. El segundo fue un mansito que se quedó crudo en el caballo y que luego se movió con cierta calidad en el último tercio; y el quinto, otro ejemplar noble, blando y con movilidad.

Mejores maneras se le intuyen al francés Solalito, que también hizo su primer paseíllo en Madrid. Si bien anduvo falto de gusto y reposo frente al noble, blando y codicioso cuarto, tragó mucho y se colocó en el sitio ante el manso y geniudo novillo que abrió plaza.

Casa de los Toreros, Montealto / Solalito, El Niño de las Monjas, Pasero

Tres novillos de Casa de los Toreros (1º, 2º y 3º), desiguales de presentación (muy justos el feo 2º y el muy terciado 3º) y juego; destacó el bravo y completo 3º. Y otros tres (4º, 5º y 6º) de Montealto, bien presentados, astifinos, cumplidores en los caballos, nobles, blandos y codiciosos. 

Solalito, que se presentaba: pinchazo, estocada perpendicular y contraria y un descabello (ovación); estocada desprendida (división al saludar).

El Niño de las Monjas: pinchazo —aviso— estocada muy atravesada, tres pinchazos más y se echa el toro (silencio); pinchazo, estocada trasera muy atravesada —aviso— tres descabellos —segundo aviso— y dos descabellos (silencio).

Luis Pasero, que se presentaba: pinchazo y estocada perdiendo la muleta (vuelta al ruedo protestada tras petición de oreja); estocada caída perdiendo la muleta (división al saludar).

Plaza de toros de Las Ventas. Domingo, 7 de mayo. Menos de 1/5 de entrada (6.210 espectadores, según la empresa).

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