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Domingo de Ramos en Las Ventas
Crónica
Texto informativo con interpretación

Una estocada, un tercio de varas y las panteras de Cuadri

Adrián de Torres pasea un trofeo tras jugarse el tipo y dejar un volapié de libro

Adrián de Torres, tras estoquear al quinto toro de Cuadri.
Adrián de Torres, tras estoquear al quinto toro de Cuadri.Alfredo Arévalo

Se perdía ya la tarde entre el frío y el aburrimiento cuando por la puerta de toriles apareció el primero de los tres toros de Cuadri anunciados. Cuatro años después, y como sustitutos de los rechazados titulares de Los Maños, los cuadri volvieron a Madrid para reivindicar su inconfundible personalidad.

Tras la decepción de los toros de Pallarés, de escaso trapío y descastado y soso juego, los de Cuadri impusieron su seriedad de salida, dieron espectáculo en el tercio de varas y pusieron en serios aprietos a todos cuantos se cruzaron en su camino.

¡Qué manera de esperar y rebañar en los capotes y a los banderilleros!, ¡qué rapidez y agresividad para reponer y buscar el cuerpo de los toreros! No, esta vez, en el ruedo no había ni rastro del toro bobo tan de moda hoy en día. Lo que parecía haber, más bien, eran panteras deseosas de pegar zarpazos. ¿Que les faltó entrega y recorrido? Por supuesto; pero, al menos, plantearon batalla, derrochando poder y sentido.

Toros duros que pedían los papeles y requerían ingentes dosis de valor. Valor como el que demostró una vez más Adrián de Torres, que se jugó el tipo sin trampa ni cartón ante el pavoroso quinto, una alimaña que no tuvo un pase. De frente, con el trapo y la verdad por delante, el jienense apenas le pudo robar unos pocos muletazos limpios a un astado que se revolvía a la velocidad del rayo y buscaba el pecho del torero.

Una faena de “¡ay!”, que no de “¡olé!”, que rubricó con una soberbia estocada que le valió una oreja. Con gran despaciosidad y recto como una vela, De Torres ejecutó la suerte del volapié con una limpieza inusitada y dejó el acero en todo el hoyo de las agujas. Los tendidos, puestos en pie, contemplaron la escena que da sentido a esta fiesta: la fiera, herida de muerte, se tambaleó durante unos segundos, antes de derrumbarse ante el hombre victorioso y heroico.

Pero el tradicional festejo del Domingo de Ramos contó con otro momento de gran emoción. Sucedió en el sexto. Lo protagonizaron el picador Juan Manuel Sangüesa y Paracaidista, también del hierro onubense. Una suerte de varas que demostró que, cuando se quiere, el primer tercio puede ser un verdadero espectáculo.

Hasta en tres ocasiones, y desde una distancia de entre 15 y 20 metros, se arrancó, galopando, el toro al caballo. Algo que fue posible gracias a la magnífica labor de Sangüesa, que dio toda una lección torera moviendo al caballo, dando los pechos del mismo, levantando el palo y midiendo el castigo. Para él fue la ovación de la tarde. Y con todo merecimiento.

Fue una pena que Gómez del Pilar no pudiera brillar después con la muleta. El de Cuadri, que al igual que sus hermanos comenzó a pararse y a medir en banderillas, se puso reservón y se lo guardó todo dentro. Lo intentó el torero, pero, como ya le había sucedido con el deslucido tercero de Pallarés, que se movió sin gracia alguna, el lucimiento fue imposible.

El que sí logró un par de tandas bellas y templadas —una por cada lado— ante el noble segundo fue Adrián de Torres. Muy vertical siempre, encontró el secreto cuando le ganó un paso al toro y tiró de la embestida hacia atrás. Una faena intermitente la suya, que en esta ocasión no tuvo la rúbrica de la espada.

Abría el cartel Esaú Fernández, que lidió en primer lugar un descastado sobrero de Martín Lorca y que pasó un mal rato con el cuarto, otro animal muy duro y complicado de Cuadri. Con uno se mostró vulgar y al otro no supo por dónde meterle mano.

Pallarés, Cuadri/Fernández, De Torres, Gómez del Pilar

Tres toros de Cuadri (4º, 5º y 6º), bien presentados, hondos y de gran seriedad, cumplidores en distinto grado en los caballos, pero muy complicados y reservones; dos de Pallarés (2º y 3º), justos de presentación, sosos y deslucidos; y un sobrero (1º bis) de Martín Lorca, cinqueño, serio y muy cuajado, soso y descastado.

Esaú Fernández: pinchazo hondo que escupe el toro y estocada tendida (silencio); media estocada muy atravesada y un descabello (pitos).

Adrián de Torres: pinchazo _aviso_, pinchazo, estocada ligeramente trasera, caída y contraria, un descabello _segundo aviso_ y otros dos descabellos (silencio); gran estocada (oreja).

Gómez del Pilar: dos pinchazos, media estocada tendida _aviso_ y tres descabellos (silencio); pinchazo, espadazo superficial muy tendido que escupe el toro y media estocada tendida _aviso_ (silencio).

Plaza de toros de Las Ventas. Domingo de Ramos. Menos de 1/3 de entrada (8.212 espectadores, según la empresa).

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