De qué escribe Bunbury cuando está colocado
El cantante publica ‘Microdosis’, un libro donde cuenta la experiencia tras ingerir durante un tiempo pequeñas dosis de un hongo alucinógeno. Además, publica el adelanto de su nuevo disco, el primero después de anunciar su retirada de los escenarios
Enrique Bunbury ha estado dos años consumiendo microdosis de psilocibina. Por ser breves: la psilocibina es una sustancia alucinógena que generan algunos hongos. El cantante la ha ingerido en formato escaso, en raciones de “entre 125 y los 250 miligramos”. Y ha querido contar la experiencia en un libro, Microdosis, que publica este miércoles la editorial Cántico. “La micología avanzada es una ciencia respetable, de verificación empírica con literatura médica y revistas del sector de fácil y entretenida consulta. Por eso, está prohibida en tantos países y estados: lógica aplastante. Advertían los hermanos Amador: ‘Todo lo que me gusta es ilegal”. Con esta reflexión irónica incluida en las primeras páginas del libro, Bunbury (Zaragoza, 55 años) asume su experiencia en el tema y de paso cita la canción de Pata Negra (formado por los hermanos Amador, Rafael y Raimundo) Todo lo que me gusta es ilegal.
En otra parte del texto, el autor reconoce “depresión profunda… problemas de comunicación y dificultad en la relación con el entorno”. Para mitigar estos síntomas utiliza la psilocibina. Añade: “La cantidad necesaria para sentir algo de euforia, de emoción y de mínima conexión con un mundo que parece esquivarnos, que nos expulsa considerándonos inútiles, incapaces si no comulgamos con tres o 400 normas no escritas y toda la legislación vigente, que es mucha y nadie en su sano juicio sería capaz de siquiera leer ni aplicándose con devoción extrema en la suma total de encarnaciones”. Aquí sale el lado ácrata del autor. Esta deriva casi nihilista la enfatiza el poeta valenciano Vicente Gallego en el prólogo. “Este libro no te va a gustar si tienes todavía un alma que perder o un partido que defender, si no te has hecho aún las preguntas pertinentes. Este libro no te va a gustar si desayunas huevos fritos y piensas que el que desayuna una cocción de ayahuasca no tiene perdón de Dios”. Este diario ha solicitado una entrevista con el cantante, pero de momento no ha dado respuesta.
Gallego cuenta en conversación telefónica que se sorprendió cuando recibió la propuesta para escribir el prólogo: “Un amigo que trabaja en la editorial donde se publica el libro me dijo que Bunbury quería que yo me encargase de la introducción. Yo le dije que no le conocía personalmente; por supuesto sabía que era el líder de Héroes del Silencio, había escuchado algo de su carrera en solitario y me parece un buen músico, pero no sabía que escribiese poesía. Me dijo que el libro iba sobre la experiencia con setas alucinógenas. Es un tema que yo conozco y me interesó. Leí el libro, captó mi interés y escribí el prólogo”. Y añade: “Más allá de lo poético, hay un alma humana sincerándose, diciendo cosas que ahora mismo cuesta decir y participando con los demás de una experiencia de desnudez, de despojamiento y de unidad con todas las cosas. Y eso, con el tono desenfadado que tiene el libro, con el mundo bien vivido que hay en él, resulta atractivo”.
Efectivamente, se palpa en Microdosis una actitud de perplejidad sobre lo que ocurre en el mundo y de rebelión ante ello. Sobrevuela ese espíritu contra el poder que desarrolló en algunas letras de Héroes del Silencio. No se detiene en detalles, pero toca tangencialmente asuntos de la actualidad y se remueve contra el pensamiento único. “Bunbury demuestra en el libro que es un alma necesitada de aliviarse de pesos, y protesta contra la falta de libertad en la que estamos, el puritanismo y la censura que padecemos, aunque sea de una forma encubierta”, apunta el prologuista. La figura de Antonio Escohotado, sin referirse a ella, y su lucha contra el prohibicionismo de algunas drogas, también se respira en las páginas de un libro que admite prosa, apuntes de dietario o poesía.
En el libro, Bunbury cita como referente a María Sabina (1894-1985), curandera y chamana mexicana, instigadora de los alucinógenos naturales en contraposición a la “medicina occidental”. El autor reconoce que algunos días realiza un consumo doble y que se pone a leer (Roma, poemario de Manuel Vilas) y “las letras bailan y las estrofas caminan solas cambiándose de posición”. Destila humor al dedicar dos textos a su dentista: estima que los empastes de muela deberían producir una “saga de películas de terror”.
Es un libro breve (173 páginas) donde el músico se retrotrae a pasajes de su adolescencia (“¿tantos años con las rodillas ensangrentadas y soportando el manoseo del Padre P. y las hostias del Padre E.?”), describe viajes a la parte chunga de Los Ángeles (ciudad donde vive desde hace años), cita TikTok, el multiverso, el cine porno, la poesía extraterrestre, reivindica fervorosamente a Nicolas Cage y se detiene en la película Otra ronda, dirigida por Thomas Vinterberg y donde se narra una experiencia con microdosis similar a la suya, pero con alcohol. Y apunta el objetivo del libro: “¿Tomaría yo una pastilla negra bautizada Musa? Con este debate presente, brutal e impúdico, controvertido, tomo la microdosis diaria de psilocibina”. La conclusión de su experimento la desarrolla en un texto titulado El ensayo detenido, y dejamos que el lector lo descubra en el libro por sí mismo.
No es la primera vez que Bunbury admite la utilización de las drogas para potenciar el proceso creativo. En el libro Diván: Conversaciones con Enrique Bunbury, de Javier Losilla, el cantante habla así de las letras del disco El espíritu del vino (1993), de Héroes del Silencio. Losilla cita la influencia de William Blake y el músico responde: “Sí. Es cuando me metí a escribir sueños inconexos. De hecho, hay canciones que no sé qué quieren decir. No me importaba. Ahora sí me preocuparía. Incluso está presente el uso de las drogas. Eran los mitos del rock and roll. Pensaba en Lucy In The Sky With Diamonds y en John Lennon escribiendo a partir del dibujo de su hijo, influido por el LSD. Todo aquello me parecía válido”.
La cantidad de alucinógeno ingerida, casi homeopática, es una corriente actual. El escritor Fidel Moreno, director de la revista Cáñamo, lo pone en contexto vía telefónica: “Lo de las microdosis es una cosa relativamente reciente. Siempre han existido las dosis pequeñas, como el cuartito de tripi, pero la microdosis es menor, como una décima parte de la dosis habitual, unos 10 microgramos si hablamos de LSD. Albert Hoffman [químico, el primero que sintetizó los psicotrópicos] también experimentó con microdosis, pero no era en absoluto una práctica extendida. Hasta que llega James Fadiman, un psicólogo estadounidense, que en el libro Guía del explorador psicodélico (2011) plantea un protocolo de administración de microdosis con el objetivo de enfrentar depresiones o de recuperar el equilibrio emocional o de conseguir una mayor claridad mental. En 2017, la escritora Ayelet Waldman publica Qué día más bueno, que es el diario de su experiencia con las microdosis, siguiendo el protocolo de Fadiman. Y entremedias se han propagado algunas historias protagonizadas por inquietas mentes de Silicon Valley que lo utilizan como estímulo productivo. Para mí, su principal valor es recreativo”. ¿Podemos hablar, entonces, del fenómeno de la microdosificación? Moreno: “Es una manifestación más del llamado renacimiento psicodélico: las sustancias psicodélicas han salido de la clandestinidad y se han puesto de moda, han pasado de la contracultura al mainstream. Algunos antiguos psiconautas lamentan que los psicodélicos puedan ser utilizados ahora no para romper con el sistema, sino para encajar en él”.
La publicación de Microdosis llega dos semanas después del anuncio de su nuevo trabajo, Greta Garbo, que se publica el 26 de mayo. Bunbury tuvo que suspender su última gira en mayo de 2022 por una “tos compulsiva” que le afectaba a la garganta. Fue cuando decidió que no volvería a subirse a un escenario. “Finalmente, cancelamos todos los shows restantes y, desesperado, decidí aceptar que no podría subirme más a los escenarios en esas condiciones. Durante ese periodo y en los meses posteriores, escribí las canciones del nuevo álbum. Algunas manifestaban la rabia y el descontento provocado por la situación. Otras, se asomaban a un atisbo de esperanza, viendo en la creación mi última salida. En bastantes de las canciones incluidas en el disco aparece una mezcla de inquietud y entusiasmo ante algo que podríamos denominar el síndrome Greta Garbo. La famosa actriz sueca decidió abandonar la escena cinematográfica a la edad de 36 años, en el cénit de su carrera. Las circunstancias me hicieron pensar en que, aunque siguiera escribiendo y componiendo, alejarme de los escenarios provoca una distancia con el público no del todo deseada. Este álbum es una respuesta al trauma sufrido durante todo este periodo”, escribe en el comunicado sobre la salida del álbum, del que ya se puede escuchar un avance, la canción Invulnerables.
Precisamente estos días el cantante ha desvelado, en una carta a sus seguidores, lo que provoca esa tos que le ha alejado de los escenarios: la intolerancia al glicol, un componente que se utiliza para fabricar la niebla/humo artificial tan característica en los conciertos. Cabe preguntarse si ahora Bunbury va a volver al directo: solo tendría que prescindir en sus recitales del efecto humo.
Babelia
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