Cela, ante la que fue su primera obra: “Versos que solo se pueden escribir cuando uno palpa a la Muerte en las manos”
Adolfo Sotelo, catedrático de Literatura Española de la Universidad de Barcelona, da a conocer la versión primigenia de ‘Pisando la dudosa luz del día’
“Absténgase de leer este libro de versos quien vaya a buscar en él una labor madura”. No parece la mejor tarjeta de presentación para un libro, quizás porque se trataba de la primera obra de un joven escritor. Es la frase que encabeza el prólogo del poemario que Camilo José Cela (Iria Flavia, A Coruña, 1916-Madrid, 2002) escribió del 1 al 11 de noviembre de 1936, afectado por la muerte en Madrid de su novia, Toisha Vargas, durante un bombardeo de las tropas franquistas en los primeros meses de la Guerra Civil. Adolfo Sotelo, catedrático de Literatura Española de la Universidad de Barcelona (UB) y gran experto en la obra del escritor gallego, ha hecho público el manuscrito, en realidad un mecanoescrito, de la primera obra del futuro premio Nobel, Pisando la dudosa luz del día. “Es el único manuscrito de sus grandes obras que no se había encontrado. Todos los demás están en la Fundación Camilo José Cela en Iria Flavia”. Son 12 poemas que, en la edición del libro, en 1945, quedaron en 11: “Quitó uno, Anuncio de una declaración de amor, por su gran fuerza erótica”.
Este original es un cuaderno de 17 por 21 centímetros, en formato apaisado, que estaba en manos de la hija de Carlos Fernando Maristany, el responsable de Ediciones del Zodiaco, la editorial que publicó la obra. La relación entre ambos había surgido de la labor de Cela como “censor, aunque entonces lo era de poca monta”. Cuando Cela compuso esos poemas, había dejado la carrera de Medicina, para disgusto paterno, “e iba a escondidas a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Madrid a las clases de Pedro Salinas, que impartía literatura contemporánea”. Sotelo subraya que ese primerizo Cela se encaminaba a la poesía, no a la novela. “Estaba fascinado por tres autores: Alberti, Aleixandre y Neruda, y entre otras personas, tenía relación con Dolores Franco [profesora, escritora y esposa del filósofo Julián Marías], que le orientó en esos momentos a la poesía”.
Sobre ese libro, el propio Cela dice en el subtítulo que son “Poemas de una adolescencia cruel”, que no se publicaron hasta casi una década después. “Un libro de versos fenomenales, monstruosos, los versos que solo se pueden escribir cuando uno palpa a la Muerte en las manos”, añadía el autor, impactado por la terrible muerte de su novia. Un hecho que se refleja en los títulos de algunos de los poemas, como Inventario de la oscuridad o Himno a la muerte, “el más largo y mejor”, en el que se expresa así: “¡Ven Muerte, ven! Ven, Muerte, rodeada de esquinas / Ven, Muerte como un sueño, por algas misteriosas / Por cuerpos de carneros, por pétalos de olvido / Ven Muerte como un dardo a cabalgar mi sangre”.
“En 1944 negocia la publicación con Ediciones del Zodiaco. Ya no es el joven atormentado que vivía con sus padres en 1936, sino que tiene su propia vivienda y cierto éxito”. Ha publicado La familia de Pascual Duarte (1942) y Pabellón de reposo (1944). Cela regaló ese mecanoescrito a Maristany y Pisando la dudosa luz del día, título extraído de un endecasílabo de Góngora, aparece por fin en 1945. Sin embargo, Ediciones del Zodiaco cerró a finales de esa década por problemas económicos. Sotelo añade que prepara una edición facsímil de esta obra.
En el documento que ha dado a conocer Sotelo hay también anotaciones a mano, sobre todo correcciones y, subraya, “dedicatorias” de los poemas. ”Se revela la calculada estrategia de Cela en las dedicatorias de los poemas para abrirse horizontes en su forja como escritor profesional. Cela fue un escritor profesional desde el primer momento, todo lo calculaba, ponía una vela a Dios y otra al diablo”. Entre esas dedicatorias destaca la de Leopoldo Panero, poeta vinculado al régimen, que le escribió el prólogo de esa primera edición. Hay otra dedicatoria al intelectual y médico Gregorio Marañón, “que le introduce en la RAE y prologa la cuarta edición de La familia de Pascual Duarte”.
Preguntado sobre si esa pasión primeriza por la poesía influyó en la prosa de Cela, Sotelo es categórico: “Eso está absolutamente probado. Su prosa tiene un punto lírico, se articula a través de la poesía”.
Editor no solo de la obra de Cela, sino también de Benito Pérez Galdós, Leopoldo Alas, Emilia Pardo Bazán, Miguel de Unamuno y Carmen Martín Gaite, entre otros, Sotelo recuerda que La colmena, presentado a la censura en enero de 1946, iba a ser el segundo libro de Cela con Ediciones del Zodiaco. “Era una edición con escenas de lesbianismo que no venían a cuento en el relato”, pero que Cela confiaba en que distrajesen a los censores del meollo del libro. No funcionó por la oposición del censor eclesiástico, mientras que el censor civil, el propio Panero, no pondría objeciones. Una de las grandes obras de Cela, llevada al cine en 1982 por Mario Camus, no vio la luz en España hasta 1955.
Justo al año siguiente Cela emprendió la aventura de la revista mensual Papeles de Son Armadans, en la que hace hincapié Sotelo porque, aunque se publicaba en castellano, “atendía a las otras lenguas” del Estado. De hecho, Cela quiso que en el número inaugural colaborase Josep Pla, pero el autor de El cuaderno gris no respondió a sus solícitas cartas. “Papeles... también atendió a la literatura del exilio, con textos de escritores como Luis Cernuda, Emilio Prados o Ramón J. Sender”. Sotelo apunta un último valor de esta publicación: “Su relación con otras artes, como el conocido número dedicado a Tàpies”.
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