Litus: “Cada generación tiene sus movidas. Deberíamos callar y escuchar”
El músico, que tras despuntar en la banda del programa de Andreu Buenafuente protagoniza ahora un musical rumbero, confiesa su pasión por los libros antiguos
Litus (Terrassa, 42 años) anda mirando los libros y se parte de risa cuando lee algo que le hace gracia. Como estudió Filología Hispánica dice que quiere fotografiarse en una librería de viejo, y en eso estamos, en la librería Juanito, en la zona del Rastro madrileño. Al final, como buen catalán en la capital del reino, elige llevarse los Dietarios de Madrid (Destino), de Josep Pla. Buena elección. No se ha movido de Madrid en todo el verano porque acaba de estrenar en la ciudad el espectáculo musical ¡Chakapum!, dirigido por Xènia Reguant y escrito por Joan Grau, una historia personal hilada por el género de la rumba. Produce El Terrat, la factoría de Andreu Buenafuente, en cuyo programa Late motiv fue precisamente donde este músico, también conocido como Carlos Ruiz Bosch, cogió fama.
Pregunta. Estudió usted Filología Hispánica. ¿No confiaba en su carrera como músico?
Respuesta. Yo quería ser músico, pero no me atrevía a decírselo a mis padres. Era buen estudiante, me apetecía estudiar una carrera. Hice un año de Periodismo, pero no me gustó mucho… Así que me fui a Filología para hacer buenas letras para las canciones que componía. Y esa sí fue una carrera que me gustó… porque me gusta mucho leer.
P. ¿Pero?
R. Pero en el último año me salió un buen trabajo y lo dejé. Durante todos estos años me he hecho el despistado, como que me había licenciado, omitiendo información. Pero en el musical ¡Chakapum! reconozco públicamente que no acabé la carrera.
P. ¿Lo sabían sus padres?
R. Sí, sí, pero en la obra hay un juego en el que yo, el Litus del presente, le cuento a mis padres del pasado que no voy a acabar la carrera. Y se horrorizan.
P. ¿Cuál es, pues, la conexión entre lo filológico y la música?
R. Las letras. Le doy mucha importancia a las letras, creo que son algo muy particular. Las melodías, más allá de ser bellas, ya cuentan cosas. Ya son letras, de alguna manera. Pero la letra tiene que apoyar esa melodía.
P. Y no al revés, como suele decirse.
R. Sí. Pero la letra no es rellenar un crucigrama, buscando que solo encaje. Tiene que haber pegamento, tiene que ligar como la mayonesa de la ensaladilla rusa. Me ha pasado que una letra muy poética, que funciona muy bien leída, luego no sirve para cantar. Y viceversa.
P. ¿Es poesía la letra de una canción?
R. Una letra de canción es una letra de canción. Hay una gran relación, pero son cosas distintas.
P. Hubo polémica con el Nobel de Literatura de Bob Dylan. Leonard Cohen ganó el Princesa de Asturias de las Letras.
R. Hombre, es que vaya dos. Creo que Dylan es un poeta, está por encima de todo esto. Pero entiendo que los escritores puedan enfadarse.
P. ¿Y Rosalía? ¿Esas letras que tan poco se entienden y que tanto soliviantan a los mayores?
R. Hay un punto en que debemos aceptar que no entendemos las expresiones de la juventud, que son de otra generación. Pero me parecen divertidas las letras de Rosalía, no conecto mucho, pero sí entiendo que se puede conectar. En nuestra generación quitábamos las vocales a las palabras para mandar mensajes, cada generación tiene sus movidas. Deberíamos callar y escuchar.
P. Hablando de la edad, ¿es cierto que la mediana edad apaga el fuego de la melomanía?
R. Me fascina la música, pero sí es cierto que suelo escuchar lo que me ha gustado toda la vida. De vez en cuando entra algo nuevo, pero es que hace 20 años era una esponja que lo absorbía todo.
P. ¿Y disponer en internet de toda la música del mundo?
R. Por una parte es una herramienta increíble… Yo tuve la suerte de que mi padre tenía una gran colección de vinilos, y mi hermano mayor la amplió muchísimo, se compraba como cinco discos a la semana. Tenía casi un Spotify en casa. Eso marcó mi carrera. Ahora con internet hay peligro de empacharse. Igual conviene no escuchar tantos discos, sino escuchar uno bien.
P. Cuando se ha trabajado en bares, haciendo versiones, etc., conviene tener una enciclopedia musical en la cabeza como la que le proporcionó su familia.
R. Sí, todo me sonaba. Muy útil cuando en los pubs alguien venía a pedirme una canción al oído y yo todavía no había acabado de tocar la anterior.
P. ¿Los discos de su padre también están relacionados con el musical ¡Chakapum!?
R. Más que los discos, aquellas sobremesas con amigos en las que se sacaba la guitarra en casa y se tocaba de todo, rock and roll, Beatles, Dúo Dinámico, habaneras… Pero la rumba... la rumba es lo que me hacía dejar de jugar y prestar atención a la música. Cuando empezaba el ventilador y empezaba a fluir la energía.
P. Un momento, ¿qué ventilador?
R. Es esa forma de tocar la rumba a la guitarra, ese chakapum que produce a la vez la armonía y la percusión golpeando la madera, todo en uno. Puedes poner a bailar a la gente solo con la guitarra. Es como una locomotora. Yo alucinaba con eso.
P. ¿Por qué no se hizo rumbero?
R. Eso me lo he preguntado yo mucho. Y me lo pregunto en el musical.
P. ¿Y qué se responde?
R. Que ya lo soy. Que siempre lo he sido y que soy muchas cosas a la vez. La rumba siempre ha estado presente de una manera íntima. Por eso he querido hacer un espectáculo sobre la rumba.
R. Es un género de ida y vuelta, que transita entre el puerto de Barcelona y Latinoamérica. Hay precedentes, pero en los años 50 hubo una generación de gitanos que se iban los domingos de juerga a un local en la Rambla donde había una orquesta cubana de mambo. Allí fliparon, y aprendieron a recrear toda la percusión del mambo con su guitarra española. Ahí nació el ventilador.
P. Usted se pateó mucho los bares, como un currante de la música. ¿Hay mucha presión en su oficio por alcanzar la fama como única forma de éxito?
R. Es algo en lo que he pensado mucho y, en efecto, hay mucha presión en ese sentido. Como perseguir el sueño americano, con los años te das cuenta de que es una actitud infantil. Cada uno tiene que descubrir su forma de éxito. Hay que hacer las paces con uno mismo y con su profesión.
P. Pero eso lo piensa usted ahora que ha triunfado.
R. Bueno, es verdad que antes había días en que me preguntaba por qué estaba yo tocando en un pub, vaya mierda. Pero otros días era feliz. El arte no depende del tamaño del escenario.
P. Acabó en la tele, la máquina perfecta para ganar fama. Salió mil veces, literalmente, en mil programas de Late motiv.
R. Fue una suerte y estoy muy agradecido a Andreu [Buenafuente]. No he tenido que hacer ningún papel, he podido mostrarme tal como soy, y eso es un lujo.
P. ¿Qué habilidades hay que tener para ser un buen músico de tele?
R. Sobre todo la rapidez. Es muy parecido a tocar en los pubs cuando te piden canciones. En la tele hay que preparar cosas el día anterior, o el mismo día del programa, y hay que resolver de una manera efectiva y rápida. Hace falta sangre fría.
P. Hay poca música ya en la tele.
R. El playback hizo mucho daño y las actuaciones sin ganas. Como cuando Bon Jovi vino actuar y entró mal en el playback… Esas cosas hicieron que cuando había una actuación, bajase la audiencia. Pero como siempre dice Andreu, eso no era culpa de la música, sino de cómo se hacía. Hemos demostrado que si se hace bien, en directo, con buena realización, la audiencia puede subir. A la gente le encanta.
Babelia
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