Entre pinchos de tortilla, cervezas y ‘La guerra de las galaxias’: así nació Goomer, el patoso camionero espacial
Dos tomos recogen las más de 1.200 tiras cómicas publicadas en prensa del personaje creado por los viñetistas Ricardo y Nacho. EL PAÍS publica hoy una viñeta inédita en el aniversario de la muerte de Nacho
Viajar al espacio ha sido siempre harto complicado para cualquier terrícola. Tomar contacto con los alienígenas, hacer amigos de color verde y aspecto monstruoso, casarse con alguien que tiene tres ojos y meter la pata sin parar, como confundir a la pelota de baloncesto con el árbitro del partido, solo está al alcance de tipos como Goomer, el viajero interestelar que crearon a finales de los setenta el dibujante Ricardo Martínez y el guionista Nacho Moreno. Pero Goomer se hizo popular cuando llegó a las páginas del suplemento infantil de EL PAÍS, Pequeño País, donde aterrizó con su nave el 10 de abril de 1988, después de que sus creadores lo hubiesen intentado en la prensa estadounidense. Dos años después, el personaje se trasladó a las páginas de El Mundo, donde protagonizó trastadas hasta diciembre de 2013, cuando dejó de publicarse el Magazine. Ahora, un cofre recoge en dos tomos (1.248 páginas), publicados por Norma Editorial, sus más de 1.200 tiras en orden de aparición. EL PAÍS publica hoy una viñeta inédita de este antihéroe coincidiendo con el primer aniversario de la muerte de Nacho Moreno, el 16 de agosto de 2021, cuanto tenía 64 años.
Ambos autores, amigos desde la adolescencia, se implicaron hace tiempo en esta edición integral de las aventuras de Goomer, “un trabajo de muchos meses”, dice por teléfono Ricardo Martínez (Santiago de Chile, 66 años). “La idea surgió al comprobar que había interés por parte de fans que recordaban al personaje, aficionados que incluso me escribían y sabían de Goomer más que yo”, recuerda. “Tenía escaneadas unas 300 tiras porque muchas las había coloreado en Photoshop. Además, había algunas copias, pero me quedaba hacerlo con las otras, más o menos 900, pero aprovechando que trabajo desde casa lo he ido haciendo poco a poco”.
Goomer llegó a un planeta sin nombre en una galaxia muy, muy lejana. Se alojó en un hotel en el que el ascensor tenía la manía de mascar chicle o fumar (con inquilinos dentro), y en el que se hace amigo de un simpático supositorio que siempre anda contándole sus escatológicas cuitas laborales (“uno de mis personajes favoritos”, dice Martínez). “Queríamos que su contacto con los alienígenas fuera rápido para que empezaran a pasar cosas”. Unos extraterrestres que tienen los mismos vicios y defectos que los humanos, y también sus costumbres, como tomar las uvas en Año Nuevo, comprar en el supermercado, ir a la playa (para regocijo de los tiburones) o pedir un deseo a una estrella fugaz.
Apenas se sabe nada del pasado del protagonista, salvo “que fue antidisturbios en la Tierra”. Cuando, de la mano de Ana Bermejo, responsable del Pequeño País, Ricardo y Nacho encontraron acomodo para su camionero espacial con poco pelo, bajito, barriga… “y camiseta verde, en homenaje a los personajes de la película Alien”, se dieron cuenta de que no se habían planteado dotarle de una determinada personalidad. “Solo queríamos hacer una tira colorida, con objetos que en realidad son marcianos, pero fue surgiendo en él parte de lo que éramos nosotros: un poco golfo, que le encantaba salir por la noche”. El currículo de Goomer dice también que “no es muy inteligente, más bien patoso, bastante gorrón, pero seguro que sería amigo mío”, añade. Quizás por ello en alguna ocasión les advirtieron que Goomer “muy para niños no era, pero es que no pensábamos en ellos”. Tampoco había interés por transmitir ningún mensaje concreto. “A veces surgían temas más sociales, como la precariedad laboral, de la que hicimos muchas tiras a partir de la crisis de 2008″.
En las páginas finales del primer tomo se cuenta el origen del nombre del personaje, que estuvo en un caracol, aunque Martínez señala: “Eso fue algo que siempre comentó Nacho, pero yo no me enteré; la verdad es que lo llamamos así porque era pegadizo y adecuado para el mercado estadounidense, que era nuestro objetivo”. Lo que sí está claro es que todo se coció en un bar de Madrid en los setenta, entre pinchos de tortilla y cervezas, en la época en que se estrenó en España La guerra de las galaxias, en 1977. Goomer es gracioso como Han Solo, pero ahí terminan las comparaciones.
¿Y con Homer Simpson? “Siempre nos lo comentaban, pero Goomer es anterior”. Los Simpson empezaron a emitirse como serie en EE UU en diciembre de 1989. Aunque para la historia del cómic y de las casualidades queda que ambos personajes son unos caraduras y torpes entrañables y que sus esposas lucen peinados imposibles.
Sobre el proceso creativo, Martínez, que sigue publicando una tira política en El Mundo, explica: “Nacho me mandaba un guion los lunes y yo decidía si quitaba algo y cuántas viñetas haría. Yo me ocupaba de toda la parte gráfica, no intervenía nadie más. Él siempre decía que le encantaba ver cómo aparecían sus textos. Y si una idea me gustaba mucho, le sugería que continuara con el tema”. El resultado obedecía habitualmente a un mismo esquema: “El del cómic de prensa en EE UU, del que Nacho era fan de personajes como Carlitos o Calvin y Hobbes, en el que en la última viñeta hay siempre una sorpresa, pasa algo que no te ves venir porque si no, no tiene gracia; me gustaría decir que era humor inteligente”. Un modelo que también conocía bien Martínez, que se estableció en 1981 en Miami, donde trabajó como ilustrador para el vespertino The Miami News. El gran éxito de Goomer llevó a probar con el personaje en nuevos formatos: libros, dibujos animados y una película que logró el Goya a mejor cinta de animación en 2000.
Con los años, fueron las relaciones entre Goomer y Elma las que coparon las viñetas, un dúo que recuerda al que creó el genial Forges con Concha y Mariano. Además, al camionero intergaláctico le rodearon otros personajes, como la atractiva Neila, hermana de Elma, de la que se enamora; Op, su amigo inseparable, o sus pacientes suegros, Plotimio y Blotuna, que ven cómo, por culpa de su yerno, acaban desahuciados y viviendo bajo un puente. A pesar del morro humano que le echa a la vida, Goomer se hace querer por todo lo que tiene que aguantar, como convivir con cucarachas gigantes en su habitación del hotel, sobre todo con la que se obstina en compartir cepillo de dientes.
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