El mundo de colores de Ouka Leele
El diseñador recuerda a la fallecida fotógrafa, a la que conoció en los setenta en el Rastro madrileño
/cloudfront-eu-central-1.images.arcpublishing.com/prisa/E5VDCMRSJ5F7NFKD4A7ZKAAR5A.jpg)
Conocí a Bárbara en aquellas mañanas del Rastro de finales de los setenta, donde nos reuníamos gente estrenando libertad, proyectos e ilusiones. Veníamos de muy diversas procedencias, pero nos reconocíamos con facilidad en aquellos tiempos prometedores. Era un mundo muy abierto y muy difícil a la vez, y los que nos pusimos a trabajar y a hacer cosas visibles y reales enseguida empezamos a atraernos. Nuestro campus, a falta de un buen centro cultural, eran las puertas de determinados bares, algunos muy populares y otros recónditos, donde se juntaba la gente que nos interesaba. Había un nivel muy brillante, corría la inteligencia, el talento y la ilusión a borbotones, y en medio de aquel mundo fue apareciendo el trabajo de los más constantes y sobre todo de los que tenían cosas que contar e intuían cómo hacerlo.
Nuestra generación fue muy transgresora y teníamos pocos soportes para comunicarnos, con lo cual tuvimos que empezar desde abajo, levantarlo todo y nos pusimos a ello. Bárbara apareció de repente, con sus ojos azules, con Ceesepe en un brazo y El Hortelano en el otro; muy cerca Alberto García-Alix y Montxo Algora. Estaba claro desde el comienzo que eran una isla especial en aquel gran archipiélago que fue la Movida. Sus trabajos empezaron a aparecer en tebeos autoeditados y en las mejores revistas underground del país; fue un ascenso inmediato, Bárbara brilló desde el comienzo. Eran imbatibles, juntos o por separado y ahí está su trabajo, que sigue mejorando con el paso del tiempo. Algunos se fueron sin recibir el reconocimiento, pero a Bárbara la hemos podido disfrutar, celebrar y ha sido valorada a través de los años como una gran artista. Ella gestó su trayectoria entre sus compañeros y recogió las enseñanzas, la nueva ola de la coloración fotográfica de los setenta y se convirtió en su alumna aventajada. El Nueva Lente, de Carlos Serrano G.A.H. y Pablo Pérez-Mínguez, las imágenes de Jorge Rueda y el Equipo Yeti fueron sus directas referencias. Con todo esto, ella elaboró su propio lenguaje y se consolidó como una gran voz de todo ese movimiento, un faro que seguirá dando luz mucho tiempo para orientar a navegantes valientes y soñadores como ella. Gracias Bárbara.