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Feria de Abril
Crónica
Texto informativo con interpretación

Triunfos desvaídos, un bajonazo, Sevilla…

José Garrido y Alfonso Cadaval cortaron sendas orejas a dos toros que merecieron más

José Garrido, en un remate con el capote al primer toro de su lote.
José Garrido, en un remate con el capote al primer toro de su lote.Arjona/Pagés
Antonio Lorca

José Garrido y Alfonso Cadaval cortaron una oreja cada uno a dos toros de categoría por su nobleza, humillación, movilidad y calidad en sus embestidas. Es un buen motivo para que estén contentos, porque se supone que no es fácil triunfar en La Maestranza, que está en la historia como referente de la sapiencia taurina.

Ambos habrán recibido a estas horas multitud de abrazos y felicitaciones en unas habitaciones de hotel repletas de familiares y amigos. Y hacen bien en disfrutar del éxito, que, con toda seguridad, es el fruto de un trabajo esforzado y de noches de insomnio.

Ojalá esos dos apéndices les sirvan para que suene ese teléfono casi siempre en silencio y garabatear de fechas una agenda limpia en exceso. Ninguno de los dos toreros, especialmente Cadaval, torean mucho, razón de más para que se valore el éxito en la Feria de Abril.

Pero con toda seguridad, nadie les contará a Garrido y a Cadaval el reverso de lo sucedido en la plaza sevillana; una verdad que es molesta para los oídos y dolorosa para el alma.

Y lo sucedido es que ambos han tenido una oportunidad para cambiar sus vidas y la han dejado pasar por falta de experiencia, ambición o cualquiera sabe por qué.

Cadaval llega a Sevilla y le toca un toro de ensueño, desbordante de clase, temple y dulzura; se le nota al torero su escasa confianza, los nervios, el exceso de responsabilidad. Y está bien, elegante y suave por bajo en el inicio con la muleta, demuestra buenas maneras, tiene detalles con ambas manos, suena la música, y cuenta con el empuje de su gente sevillana. Pero toda su labor supo a poco, a muy poco. Porque ese toro, con el que él habrá soñado en muchos duermevelas, exigía un torero dispuesto a morir en el empeño de cortarle las dos orejas con fuerza. Faltó emoción, faltó rotundidad, faltó ese paso adelante que hay que dar en los momentos importantes. Y Cadaval no lo dio. Lo intentó de nuevo con el blando sexto, pero otra vez hubo más detalles que profundidad.

Garrido está más hecho; destacó mucho y bien con el capote, a la verónica clásica, con el engaño a la espalda, por chicuelinas, y se mostró firme y muy dispuesto ante su primer oponente, con genio, incómodo, y muy complicado para el toreo moderno. Un toro de corto viaje que apretó en demasía en distintas fases de la lidia. Y, como su compañero, brilló con luz propia ante la noble templanza del cuarto, de alegre y encastada nobleza; pero fue un centelleo muy tenue, y su labor no alcanzó el vuelo deseado a excepción de un natural largo, extraordinario, rematado con un gran pase de pecho al final de la faena. Otro torero al que le faltó la ambición necesaria para triunfar a lo grande.

Galdós recibió al quinto con una larga cambiada de rodillas en los medios y pechó con la peor parte —su primero se afligió pronto, y el quinto embistió con vulgaridad—, manejó con soltura y gracia el capote, se esforzó con escasa recompensa con la muleta y despachó a su segundo toro de un descarado bajonazo que fue de rapidísima letalidad. Pues resultó que el público de Sevilla aplaudió al torero, y este no se lo pensó y salió a saludar desde el tercio.

¡Ay, Sevilla…! Hace solo unos pocos años, el torero se hubiera escondido en el callejón para no escuchar el silencio inquisitorial de los tendidos. En la lejanía queda ya la sapiencia taurina de esta plaza.

Domecq / Garrido, Galdós, Cadaval

Toros de Santiago Domecq, varios con los pitones escobillados -el primero como sobrero-, bien presentados; en general, acudieron con presteza a los caballos, pero ninguno hizo una gran pelea; destacó sobremanera el tercero en el tercio final, y rayaron a buena altura cuarto y quinto; el primero, incómodo; descastado el segundo y muy blando el sexto.

José Garrido: -aviso-, pinchazo que hace guardia, dos pinchazos y estocada baja (silencio); pinchazo hondo (oreja).

Joaquín Galdós: estocada y cuatro descabellos (silencio); bajonazo descarado (ovación).

Alfonso Cadaval: estocada caída (oreja); pinchazo y casi entera trasera y muy tendida (saludos).

Plaza de La Maestranza. Tercera corrida de abono. 27 de abril. Algo menos de media plaza. 

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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