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Carmen Laforet, la autora de mucho más que ‘Nada’

La primera gran exposición sobre la escritora la reivindica como creadora de una obra literaria sostenida en el tiempo y de calidad

Nada Carmen Laforet
Detalle de una foto de la escritora Carmen Laforet, en un viaje a Canarias, en 1951.ARCHIVO FAMILIAR
Manuel Morales

La frase manida, casi una letanía, reza que Carmen Laforet (Barcelona, 1921-Madrid, 2004) ganó el premio Nadal con su primera novela, Nada, el 6 de enero de 1945, con solo 23 años. Una de las consecuencias de ese temprano éxito ha sido otro tópico, que haber escrito tan joven una de las grandes novelas españolas del siglo XX fue un peso que no superó en sus títulos posteriores y que le impidió desarrollar una obra extensa. Ahora, la primera gran exposición sobre Laforet y un congreso (con mesas redondas y conferencias de hispanistas y expertos en su obra) en el Instituto Cervantes quieren acabar con esos clichés, en el marco del centenario de la autora, que se celebra hasta otoño.

Con el título de Próximo destino: Carmen Laforet, que permanecerá abierta hasta el 29 de mayo, se muestran, por ejemplo, “más de un centenar de documentos originales que recorren su mundo interior y proyección internacional”, ha dicho en la presentación Ana Cabello, comisaria junto a José Teruel. Ese es otro atractivo de la exposición, organizada por el Cervantes y Acción Cultural Española (AC/E), constatar el gran éxito de Laforet fuera de España. “Nada es actualmente la novela española más traducida, después del Quijote”, ha apuntado Cabello, respaldada por las aproximadamente 120 cubiertas a gran tamaño de ediciones en otros países de obras de Laforet. La última de ellas, que no ha dado tiempo a colgar, llegó hace unos días desde Kiev y es de la traducción al ucranio de Nada. Contar esto llevó a Agustín Cerezales, uno de los cinco hijos que tuvo Laforet con el editor y periodista Manuel Cerezales, a emocionarse en la rueda de prensa.

Tras un primer espacio en el que hay objetos personales, como la máquina de escribir de Laforet, una Olivetti azul cielo; su pluma, fotos familiares, la revista que hizo con otras tres amigas del instituto, titulada Grupitos Habla, y algunos de los libros que esta voraz lectora descubrió de joven, una vitrina alberga la joya de la exposición: por primera vez pueden verse las siete cuartillas con las que comienza el manuscrito de Nada, de letra menuda, con numerosas correcciones ya desde la primera frase, en la que cambió “a última hora”, que aparece tachado, por “en el último momento”, lo que da idea de su autoexigencia. Al lado, las notas que la censura del franquismo dictó sobre el libro, en 1945: “Novela insulsa, sin estilo ni valor literario alguno. Se reduce a describir cómo pasó un año en Barcelona en casa de sus tíos una chica universitaria. [...] Creo que no hay inconveniente en su autorización”, sentenció el agudo censor. Además, un código QR permite escuchar durante 12 minutos la voz cálida, algo grave y con leve acento canario de la autora: “Soy Carmen Laforet... voy a leer el primer capítulo de Nada... voy a leerlo”. Un documento que procede de la Biblioteca del Congreso de EE UU. Redondea esta zona de la exposición el mecanoescrito que presentó al Nadal y testimonios de escritores que alabaron la novela.

Primera página del manuscrito de 'Nada', de Carmen Laforet (1944).
Primera página del manuscrito de 'Nada', de Carmen Laforet (1944).COLECCIÓN PARTICULAR

Laforet, que vivió la infancia y adolescencia en Canarias con su familia, regresó a Barcelona, recién finalizada la Guerra Civil, con 18 años para estudiar Filosofía y Letras, que no terminó. Había perdido a su madre, y su padre se había vuelto a casar. Tres años después se marchó a Madrid, donde se presentó, casi en el último minuto, al Nadal, aconsejada por un hombre al que le había presentado una amiga y que sería su marido, Manuel Cerezales. Con él tuvo cinco hijos en 11 años, antes de separarse en 1970. Entre medias, experimentó una etapa de fe católica, desde finales de 1951, en la que tuvo mucho que ver su relación con la tenista Lilí Álvarez. La comisaria matiza que sus creencias iban más allá de una religión en particular: “Era una persona muy espiritual”.

Además de Nada, novela existencialista que describe magistralmente la asfixia social en la España de la primera posguerra, Cabello ha reivindicado “toda la obra” de Laforet: La isla y los demonios, de 1952, sobre su vida en Canarias; La mujer nueva (1955), premio Nacional de Literatura, “que no se interpretó bien en su momento”, surgida de su experiencia mística; La insolación (1963) y Al volver la esquina, de los setenta, que no publicó porque no le convencía y que no vio la luz hasta meses después de su muerte. “Es un texto en el que quiso experimentar”, añade Cabello, y del que pueden verse sus galeradas. También, el volumen de cuentos La muerta (1952), y las novelas cortas El piano (1952), Un noviazgo (1953), La llamada (1954)... Y más de 400 artículos periodísticos, labor que empezó en el semanario Destino en 1948, hasta su último texto, publicado en EL PAÍS el 22 de diciembre de 1983, titulado Juventud antirreglamentaria, sobre la concesión a Rafael Alberti del premio Cervantes. Todo ello choca con el lugar común de que Laforet escribió poco. “Tuvo una producción de calidad y sostenida, no hubo esos extraños silencios de los que se ha hablado, y supo tejer una red de contactos personales y profesionales para difundir su obra”, añade la comisaria.

Cubierta y contracubierta de la reciente edición en ucranio de 'Nada', de Carmen Laforet.
Cubierta y contracubierta de la reciente edición en ucranio de 'Nada', de Carmen Laforet.Agustín Cerezales/EFE

Quizás a ese prejuicio de producción corta contribuyó el carácter algo retraído (”una chica rara”, como dijo Carmen Martín Gaite) de esta mujer menuda, de pómulos marcados y facciones angulosas que, sin saberlo, empezó a padecer una enfermedad neurodegenerativa que muy lentamente la fue sumiendo en su mundo y sus recuerdos, y que con el tiempo dificultó su labor creadora, “lo que se empezó a manifestar a mediados de los sesenta”, apunta Cabello. Con los años se acrecentó su rechazo a la vida pública y la enfermedad le afectó al habla y a la escritura. Todo ello no ha impedido “que su obra siga vigente, con la que ayudó a romper techos de cristal a otras escritoras, y que haya influido en autoras posteriores, de Rosa Montero a Marta Sanz”.

José Teruel ha destacado sobre la obra laforetiana “su difícil naturalidad y la capacidad para construir diálogos y personajes vivos”. De la exposición, ha resaltado que tiene un carácter “de archivo que ella no tuvo en mente”, por la abundancia de cartas, manuscritos, documentos... Entre los ejemplares de su correspondencia, una a su amiga la escritora Elena Fortún cuando esta estuvo ingresada: “Me daría mucha felicidad abrazarte e irte a ver”. También hay un ejemplar del libro que recopiló su extensa relación epistolar con Ramón J. Sender, quien le comentó que ella había comenzado su trayectoria con “la rara fortuna (peligrosa) de una obra maestra”. Laforet le confesó en otra carta: “A veces se me ocurre que me gustaría ser cualquier cosa menos escritora”. Es el misterio que siempre ha envuelto a Carmen Laforet. A lo que habría que añadir la gran dificultad de que irrumpió en un mundo literario, el español, predominantemente masculino, difícil para una mujer, y sobre todo para una mujer adelantada a su época, como era ella. Así se lo contó a Sender: “La literatura la inventó el varón y seguimos empleando el mismo enfoque para las cosas. [...] ¿Verdad que lo verdaderamente femenino en la situación humana las mujeres no lo hemos dicho, y cuando lo hemos intentado ha sido con un lenguaje prestado, que resulta falso por muy sinceras que quisiéramos ser?”.

Carmen Laforet y Manuel Cerazales con sus cinco hijos, en 1958.
Carmen Laforet y Manuel Cerazales con sus cinco hijos, en 1958.Colección Particular

Próximo destino: Carmen Laforet

Del 11 de marzo al 29 de mayo. Entrada gratuita. Horario de visita: de martes a sábado (de 12.00 a 19.00) y domingos y festivos (de 11.00 a 15.00). 

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Sobre la firma

Manuel Morales
Periodista de la sección de Cultura, está especializado en información sobre fotografía, historia y lengua española. Antes trabajó en la cadena SER, Efe y el gabinete de prensa del CSIC. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y máster de Periodismo de EL PAÍS, en el que fue profesor entre 2007 y 2014.

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