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El regreso de los contratenores: el declive de los estereotipos de género en la ópera

En pleno renacimiento de las voces altas masculinas, el Teatro Real de Madrid reúne a cuatro de sus mejores representantes en ‘Parténope’

De izquierda a derecha, los contratenores Iestyn Davies, Anthony Roth Costanzo, Franco Fagioli y Christopher Lowrey, en un rincón de la escenografía de 'Parténope' en el Teatro Real de Madrid.
De izquierda a derecha, los contratenores Iestyn Davies, Anthony Roth Costanzo, Franco Fagioli y Christopher Lowrey, en un rincón de la escenografía de 'Parténope' en el Teatro Real de Madrid.Claudio Alvarez
Raquel Vidales

Hubo un tiempo en la ópera en que los papeles de macho alfa de las obras los interpretaban hombres de voces agudísimas que provocaban sofocos en las mujeres durante sus actuaciones. Era la época de los castrati, aquellos cantantes sobrenaturales a los que se les amputaban los testículos para que conservasen sus bellas voces infantiles, que causaron furor en el siglo XVII y sobre todo el XVIII, en el punto álgido del periodo barroco. Pero como la castración fue prohibida en el XIX, los compositores dejaron de escribir papeles estelares para ellos y aquella fluidez de género que imperó durante su reinado derivó en rígidos estereotipos que aun hoy siguen imperando: lo que todavía se espera es que los personajes masculinos sean cantados por tenores o barítonos y que los femeninos sean interpretados por sopranos o mezzosopranos.

Pero el mundo de la lírica, a pesar del peso de sus tradiciones y la solemnidad de sus reglas, nunca ha sido ajeno a las modas ni los cambios sociales. En las tres últimas décadas, impulsados por el resurgir del gusto por la música antigua tanto en las salas de conciertos como en los coliseos de ópera, han ido renaciendo también los contratenores, es decir, los hombres que cantan en tonos altos como los castrati sin necesidad de someterse a la castración, después de dos siglos durante los cuales estuvieron a punto de extinguirse porque no se componían papeles nuevos para ellos y el repertorio barroco era escasamente interpretado. Hoy puede decirse no solo que no han desaparecido, sino que cada vez son más demandados y eso ha propiciado el desarrollo de una nueva generación de contratenores de variados registros que están devolviendo a los escenarios aquella festiva diversidad vocal barroca.

Brenda Rae, Nikolay Borchev (Ormonte), Teresa Iervolino, Anthony Roth Costanzo y Iestyn Davies, en un ensayo de 'Parténope' en el Teatro Real de Madrid.
Brenda Rae, Nikolay Borchev (Ormonte), Teresa Iervolino, Anthony Roth Costanzo y Iestyn Davies, en un ensayo de 'Parténope' en el Teatro Real de Madrid.JAVIER DEL REAL (TEATRO REAL)

Prueba de esa variedad es que mientras a principios del siglo XXI todavía los coliseos de ópera tenían a veces dificultades para completar los repartos de obras con contratenores, esta temporada el Teatro Real de Madrid ha conseguido reunir no uno sino cuatro de los mejores en una misma producción, la Parténope de Händel, que se estrena este sábado: el británico Iestyn Davies (42 años), el argentino Franco Fagioli (40) y los estadounidenses Christopher Lowrey (37) y Anthony Roth Costanzo (39). Los dos primeros se alternarán en el papel de Arsace, el héroe masculino de la obra, mientras que los dos últimos encarnarán el papel de Armindo, el tímido rival de Arsace, que al final se lleva a la chica, que en realidad es la verdadera protagonista de la trama, la poderosa Parténope, aparte de más resuelta y constante que cualquiera de sus pretendientes. Guasas del barroco.

¿Cómo se sienten cuatro contratenores trabajando juntos? “¡Raros, pero felices!”, responden al unísono en una elegante sala del Teatro Real antes de empezar un ensayo. Se les ve realmente contentos por la oportunidad de intercambiar experiencias entre ellos. “Cuando yo empecé había muchos menos contratenores y además existía la idea de que esa palabra definía un sonido único. Pero no es verdad, no hay un solo tipo de contratenor, hay muchos, lo que pasa es que entonces había muy pocas referencias y, en consecuencia, escasa variedad. Por suerte, en los últimos treinta años hemos empezado a proliferar y ahora encontramos mucha más diversidad”, explica Lowrey.

Son varias las razones que explican el nuevo auge de los contratenores. “En el siglo XVIII encontramos que la relación entre género y tono era muy abierta. Las voces de los hombres no tenían por qué sonar graves ni las de las mujeres agudas. Y eso tenía que ver con el éxito que tenían entonces los contratenores y mucho más los castrati, que causaban furor y que fueron los que en verdad popularizaron la ópera. Digamos que ayudaron a que pasara de ser una manifestación artística de ámbito privado a convertirse en el Netflix de su tiempo. Por eso los compositores se volcaban en ellos y, por ejemplo, Händel compuso su Julio César para el famoso castrato Senesino. Pero aquello cambió a partir del siglo XIX, hasta que ya a finales del XX la definición social de género empezó a volverse más fluida y eso también se ve reflejado en la ópera y la música en general. Pensemos, por ejemplo, en estrellas del pop o del rock como Justin Timberlake, Michael Jackson, Prince, que cantaban en registros altos. Cuando Michael Jackson hacía agudísimos las mujeres se desmayaban”, opina Costanzo.

Anthony Roth Costanzo, en otro momento de los ensayos de 'Parténope'.
Anthony Roth Costanzo, en otro momento de los ensayos de 'Parténope'.JAVIER DEL REAL (TEATRO REAL)

Fagioli, por su parte, apunta que también es una cuestión de modas: “Primero hubo una moda con los castrati y después, también por una cuestión de moda y educación, se dejó de asociar la voz aguda con la masculinidad. Y ahora estamos de vuelta a la moda anterior y resurgen los contratenores”. Pero cuidado, añade Fagioli acompañado en su advertencia por Davies: “Hay que subrayar que no cantamos exactamente como los castrati. En la propia época en la que convivían contratenores y castrati se consideraban escuelas diferentes. Lo que ocurre es que al desaparecer estos últimos, sus papeles pasaron a ser interpretados por mujeres o por contratenores. Y luego está la simplificación de pensar que un contratenor es simplemente un hombre que canta en tono alto. No es cierto: tienes el contratenor soprano, el medio y el alto”.

Al renacimiento de estas voces contribuye también el hecho de que hay más compositores contemporáneos que escriben papeles para ellos. No obstante, lamentan que esos nuevos caracteres no suelan ser los héroes de la trama, sino con bastante frecuencia todavía los personajes raros. “Ángeles, espíritus… quedan prejuicios y tópicos”, recalca Lowrey. ¿Quizá porque sus voces parecen de otro mundo? “Tal vez”, ríen todos. “Es cierto que muchos músicos están empezando a romper estereotipos, pero falta aún que alguno componga un papel de padre, por ejemplo, para un contratenor. En ese momento podremos hablar de normalización”, coincide Costanzo.

No obstante, Costanzo confiesa que en realidad no aspira a la normalización. “No tengo el deseo de ser normal en ningún aspecto de mi vida. Es excitante y maravilloso ser exótico, asombrar y provocar emociones en otras personas. Por ejemplo, recuerdo que en un taller para niños de unos 12 años que impartí en Nueva York, su primera reacción cuando empecé a cantar fue reírse. Pero seguí cantando y poco a poco ellos se olvidaron de reír porque realmente empezaban a dejarse llevar por la música. Algunos lloraron”, recuerda Costanzo. Una sensación que también sintió Davies en otro taller similar para niños un poco más pequeños, en torno a los seis años, lo que introdujo además una variante en la historia: “A esas edades todavía están libres de prejuicios de género, por lo que ni siquiera se rieron. Simplemente, se sorprendieron y disfrutaron”.

Quizá no haya mejor obra que Parténope, estrenada por primera vez en Londres en 1730, para dejarse llevar por la subversión de los géneros que fluía en el barroco. Hay enredos amorosos, travestismo, libertad sexual. “Händel propone, al mismo tiempo, una ‘opera seria’, que se ajusta a todas las expectativas del género, con su reina y príncipes de la Antigüedad clásica, pero también una parodia de las convenciones de la ‘opera seria’. Y, de todos los ‘grandes sentimientos’ que padecen los personajes, ninguno sale tan mal parado como el ‘heroísmo’, que en cualquier ‘ópera seria’ convencional no podía menos que ser motivo de culto y de exaltación. En Parténope, en cambio, el heroísmo es una cualidad ridícula, risible, que revela falta de madurez y de capacidad de reflexión”, escribe en el programa de mano Joan Matabosch, director artístico del Teatro Real.

La puesta en escena que se presenta en el Real es una producción icónica de la English National Opera en colaboración con la San Francisco Opera y la Opera Australi, estrenada en 2008 y dirigida por el estadounidense Christoper Alden, que sitúa la trama en un decadente salón parisino de los años 20 cuya protagonista, Parténope, se inspira en un personaje real de la época, Nancy Cunard, musa de los principales artistas de las vanguardias europeas. Con el maestro Ivor Bolton al frente de la orquesta, completan el reparto las sopranos Brenda Rae y Sabina Puértolas (Parténope); las mezzosopranos Teresa Iervolino y Daniela Mack (Rosmira); los tenores Jeremy Ovenden y Juan Sancho (Emilio), y los barítonos Nikolay Borchev y Gabriel Bermúdez (Ormonte).

Parténope

Música de Georg Friedrich Händel. Libreto anónimo, adaptado del de Silvio Stampiglia para la ópera homónima de Leonardo Vinci. Coproducción de la English National Opera, la San Francisco Opera y la Opera Australia. Teatro Real. Madrid. Nueve funciones del 13 al 23 de noviembre. DE lunes a sábados a las 19.30 horas, domingos a las 18 horas.

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Sobre la firma

Raquel Vidales
Jefa de sección de Cultura de EL PAÍS. Redactora especializada en artes escénicas y crítica de teatro, empezó a trabajar en este periódico en 2007 y pasó por varias secciones del diario hasta incorporarse al área de Cultura. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.

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