De cómo entrar en un ‘van gogh’
El museo del artista presenta un modelo a escala natural de la granja que inspiró ‘Los comedores de patatas’ en una muestra que permite la interacción del visitante con la famosa obra de su primera etapa
De cómo entrar y sentarse en un van gogh. Esta es la propuesta del museo del artista, en Ámsterdam, que ha levantado un modelo a escala natural de la granja que inspiró el famoso cuadro titulado Los comedores de patatas. Fechado en 1885, de la primera etapa del artista y su único retrato de grupo, no tuvo el eco esperado. A pesar de ello, Van Gogh, que pasó largas horas reproduciendo con realismo a una familia campesina sentada alrededor de una cena frugal, lo consideró siempre uno de sus mayores logros. Los preparativos del lienzo, y los esbozos, dibujos, cartas y hasta la litografía que lo anuncian, vertebran una muestra titulada Los comedores patatas: ¿error u obra de arte?, sobre el esfuerzo pictórico y las penurias de la gente humilde a través de un retrato íntimo. Vincent miró a través de una ventana de la casa para captar a sus modelos, y en una de las salas se ha abierto un hueco similar en una pared desde el que puede contemplarse la tela. Después, el gozoso ejercicio interactivo de tomar asiento en el comedor para recrear la escena y hacerse fotos no diluye la dureza, oscuridad y frío subrayados por el pintor.
La granja original de la familia del cuadro ―los De Groot-van Rooij― estaba en la localidad de Nuenen, al sur de Países Bajos. El padre del pintor era allí pastor protestante, y Van Gogh vivió con su familia entre 1883 y 1885. Fue una etapa fructífera desde el punto de vista pictórico, porque dibujó a los granjeros y tejedores de la zona para practicar, pero muy difícil en la convivencia. No veía a sus progenitores desde 1881, y aunque la recepción fue fría, le dejaron montar un estudio en un cuarto. Como llevaba ya unos cinco años en el oficio, consideró que había llegado el momento de mostrar sus habilidades al óleo. Una pieza como esta, de rostros muy marcados en un entorno áspero, unido al reto de la luz central de una sola lámpara de aceite del techo, podría convertirse en su pasaporte en el mercado del arte de París. Pensó que tal vez sería su primera obra maestra, y eligió una escena con claroscuro y de género popular en su época.
En la tela hay una pareja mayor, otra más joven y una niña de espaldas al espectador. Gracias a las cartas de Van Gogh, se sabe que la granja tenía dos puertas de entrada. La parte derecha era de Cornelia de Groot, la madre. Vivía allí con su hija, Gordina, y dos hijos, llamados Hendrik y Peter. El padre había fallecido. María van Rooij, la hermana de Cornelia, ocupaba el lado izquierdo junto con sus hermanos, Anthonius y Francis. La joven que lleva una toca en la cabeza es Gordina de Groot, de la que hizo también un retrato. En el modelo de la granja recreado por el museo, el mantel blanco que cubre la mesa alivia en parte la austeridad del interior original, pero es una ilusión. “Parece que están sentados en el comedor y hay otras habitaciones interiores, pero ahí vivían todos. Comían y dormían en el mismo y reducido espacio porque no tenían nada más. Una familia pegada a la otra y sin apenas luz”, dice Bregje Gerritse, conservadora de la muestra.
El pintor holandés Joseph Israëls (1824-1911), al que Vincent admiraba, había tenido éxito con varias composiciones similares. Una de estas, Familia campesina a la mesa, cuelga en la exposición. Israëls pertenece a la denominada Escuela de La Haya y recogió la pobreza de estas comunidades, pero sus imágenes son menos descarnadas. La intensidad de Van Gogh, por el contrario, erró entre sus contemporáneos. Como si la aspereza de la vida rural solo pudiera digerirse idealizada. Sin embargo, él sabía mejor que nadie el esfuerzo realizado. A principios de 1885 preparó unos esbozos y una litografía y se los enseñó a Theo, que no quedó muy convencido. Después trabajó en la tela entre abril y mayo y dio los toques finales algo más tarde. Quería que fuese tan natural como atribulados sus modelos. De modo que no hay tonos cálidos a pesar de una paleta de mezclas muy trabajadas. Tampoco algún detalle que aligere la desazón ambiental.
Por otro lado, los rasgos de los cuatro adultos rayan la distorsión para acentuar la denuncia social. “Es una pintura poco convencional para la que no le importó tanto la técnica como el mensaje sobre la descarnada vida rural. Por eso le pareció siempre que era uno de sus mayores éxitos, junto con El dormitorio en Arlés, Los girasoles y La Berceuse. Aunque también es verdad que hizo lo que hoy sería una labor de marketing para intentar venderla, con la serie preparatoria de dibujos y estudios. Como las firmas consagradas”, sigue la experta.
El pintor holandés Anthon van Rappard (1858-1892), muy amigo de Van Gogh, criticó la tela sin miramientos. Con frases como estas: “¿Por qué tiene ese hombre un brazo un metro más corto de lo normal? ¿Por qué le falta la mitad de la nariz? Por favor. Creo que el arte es demasiado importante como para tratarlo con esta arrogancia”. Vincent se revolvió dolido y le contestó así: “No tienes derecho a condenar mi trabajo de este modo… siempre hago lo que todavía no alcanzo para aprender a hacerlo”. El museo proyecta en la pared el cortante intercambio epistolar de ambos como si fuera una conversación de WhatsApp.
Demasiado intenso y tosco para su tiempo, el lienzo nunca fue expuesto en la capital francesa. Acabó sobre la chimenea de la casa que su hermano Theo, marchante de arte, tenía en la ciudad. Pero Vincent no desesperó. “Creo que el cuadro de los campesinos comiendo patatas que pinté en Nuenen es, después de todo, lo mejor que he hecho”, le escribió en 1887 a Willemien, una de sus tres hermanas. Lo llevó tan metido en el corazón, que en 1889 pensó en hacer una nueva versión cuando estuvo internado en un sanatorio en la localidad francesa de Saint-Rémy-de-Provence. No pudo debido a sus recaídas de salud. La muestra estará abierta hasta el 13 de febrero, y el museo ha pedido que se envíen fotos de familias y otros grupos sentados a la mesa. Las proyectan en la sala y forman una nueva y colorida galería de comedores.
Babelia
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