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El Chojin: “Siempre el malo es el otro... a mí no me salen las cuentas”

El rapero, compositor y escritor de Torrejón firma su quinto libro, la novela ‘Siete martes’

El rapero El Chojin, el 23 de septiembre en Torrejón de Ardoz, Madrid.
El rapero El Chojin, el 23 de septiembre en Torrejón de Ardoz, Madrid.Olmo Calvo
Borja Hermoso

Chojin era el héroe de unos dibujos animados japoneses y de ahí tomó el nombre, pero Domingo Antonio Edjang Moreno, El Chojin (Torrejón de Ardoz, 44 años) es real como la vida misma, a la que pone música, letras, humor y desgarro. Con 13 años ya rapeaba y hoy tiene 13 discos en el coleto. Lola, Soy y no soy, El final del cuento de hadas y Ríe cuando puedas, llora cuando lo necesitas son himnos sincopados, ácidos y ya inolvidables. Acaba de presentar en sociedad su quinto libro y segunda novela, Siete martes (Grijalbo). Sentado en una terraza de Torrejón un jueves por la mañana, habla que te habla, El Chojin parece un oráculo de Delfos con sudadera del París Saint-Germain.

Pregunta. Profesor de artes marciales, rapero, compositor, novelista… todo eso, mezclado en la Thermomix, ¿qué nos da?

Respuesta. Bueno, yo necesito las artes marciales. Empecé a hacer yudo con tres años, no tengo recuerdos de la vida previa a ellas. Todo en mi vida se construye alrededor de mi idea de artista marcial.

P. ¿Eso qué es, explicado para un lego?

R. Disciplina, autoconocimiento, autocontrol, respeto al mayor y al más débil… una de las cosas más importantes que te enseñan las artes marciales es que no siempre ocurre lo que quieres que ocurra, porque siempre habrá alguien que te gane. Hemos perdido la capacidad de frustración y no se la estamos enseñando a los jóvenes. A mí esto me ha ayudado a entender que a veces voy a meter 4.000 personas en la sala y otras veces van a venir cuatro.

P. Conceptos como la derrota, el error y la duda tienen muy mala prensa, pero ¿no deberían usarse más como herramientas educativas?

R. Bueno, a veces tenemos un problema de concepto. Y confundimos el mundo en el que nos gustaría vivir con el mundo en el que vivimos. Tú acabas de dar por sentado que aprender es algo que queremos todos, y yo no lo tengo claro. Mucha gente no quiere aprender, solo quiere saber. No está cómoda con el aprendizaje. Y en el momento en que le planteas dudas sobre lo que sea, tiemblan. Necesitan que te posiciones radicalmente, colocarte en un cajón. ¿Eres rojo o eres azul?, ¡no me líes!

P. Eso que cuenta impacta en el debate político y en los medios, no digamos en las tertulias.

R. Yo estoy muy enfadado con vuestra profesión.

P. Ya somos dos.

R. Ya, muchos lo están. Yo crecí entendiendo que el periodismo era mío, que se me entienda, que era eso romántico que me informaba. Y ahora hay muchos periodistas que no pretenden informar, sino asentar discursos de partidos políticos. Se opina mucho más de lo que se informa, y a mí me gusta la opinión, pero cuando pone que es opinión.

P. ¿Cree que la gente se hartará tanto de todo eso que un día ya le dará igual no estar al día de nada, no informarse? Eso ya ha pasado con la política.

R. Por supuesto. Es que aquí se ha priorizado mucho más el ruido que el contenido.

P. ¿Vivimos siempre contra algo?

R. No es por echarle la culpa de todo al cristianismo, pero creo que ha tenido mucho que ver con eso. Y me explico: yo creo que un cristiano no es feliz si va al cielo. Es feliz si va al cielo y sabe que el otro se fue al infierno. Si se encuentra al otro en el cielo, piensa: “¡Pero si tú no tenías que estar aquí!”. En vez de construir, trabajamos para derribar. Vivimos a la contra. O sea, digan lo que digan, no estoy de acuerdo.

P. En un bar de un pueblo solía entrar uno que soltaba: “No sé de qué habláis, pero me opongo...”.

R. ¡Ja, ja, ja, ja… me encanta!

P. Pero la culpa la tiene siempre el otro, en eso estaremos de acuerdo, ¿no?

R. Eso está mucho en mi obra. La poca responsabilidad que queremos cargar de nuestros propios actos. Siempre el malo es el otro… pero a mí no me salen las cuentas.

P. Siendo usted profe de jiu-jitsu me da un poco de miedo hacerle esta pregunta pero… ¿no es ya un abuelete del rap? Lleva muchos años en esto…

R. ¡Ja, ja, ja, ja!, Síííí, soy un señor muy mayor.

P. Igual ahora ha decidido dejar el rap y pasarse ya del todo a la novela… total, todo es escritura.

R. Bueno, cuando metí la cabeza en esto de la literatura lo hice para jugar, pero ahora ya no estoy jugando. Es el quinto libro que publico. Cuando quiero comunicar un mensaje con el rap, tengo tres minutos y medio, y estoy sometido a una cadencia, a compases, a un estribillo… el libro me da la oportunidad de abordar ese mismo tema con muchísima más libertad.

P. ¿El rap es también pensamiento, filosofía?

R. Es que es solo eso. Lo que pasa es que le ponemos música y lo convertimos en un espectáculo.

P. Entre la asfixiante corrección política que nos invade (“cómo molo, digo siempre lo que toca”) y las letras gansteriles de algunos raperos y reguetoneros (“cómo molo, qué hijoputa soy”), ¿no cabe un término medio?

R. Lo hay, pero yo no lo busco. En función de lo que quieras contar, a veces te tienes que acercar más a la corrección o al salvajismo. A mí lo que me gusta es que el rap ya dejó de ser algo marginal para convertirse en algo popular, no hay un chico que no tenga un tema de rap en el móvil, no lo hay.

P. ¿Por qué hay tan pocas raperas?

R. No lo sé, tío, he escuchado teorías, pero no comparto ninguna de ellas, así que ni siquiera te las voy a compartir. Cuando empecé en esto siendo un crío, no había ni una. Luego empezaron algunas porque eran novias de los raperos. Pero sigue habiendo muy pocas. En cambio, cada vez van mujeres a los conciertos de rap, ahora son ya como un 40% del público. En eso sí que hemos avanzado...

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Sobre la firma

Borja Hermoso
Es redactor jefe de EL PAÍS desde 2007 y dirigió el área de Cultura entre 2007 y 2016. En 2018 se incorporó a El País Semanal, donde compagina reportajes y entrevistas con labores de edición. Anteriormente trabajó en Radiocadena Española, Diario-16 y El Mundo. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra.

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