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La biblioteca sumergida de Félix Romeo

Agosto verá nacer una de las fantasías literarias del escritor aragonés, fallecido hace cerca de diez años

Juan Cruz
José Azul, ayer con una de sus piezas junto a su estudio en Burbáguena (Teruel). Al fondo, el cofre para la biblioteca de Félix Romeo.
José Azul, ayer con una de sus piezas junto a su estudio en Burbáguena (Teruel). Al fondo, el cofre para la biblioteca de Félix Romeo.Carlos Gil-Roig

Iban a inundar Lechago, en Aragón, que él consideraba su pueblo. En medio de una de esas fiestas en que convertía sus cenas con amigos, fueran tres o trescientos, al escritor Félix Romeo se le ocurrió que en ese pantano podía haber, sumergida, una biblioteca. Al final, el pantano se quedó a las puertas de Lechago (Romeo era de Zaragoza, pero, como su padre y su amigo Luis Alegre eran de Lechago, él también quiso ser de allí), y aquella idea se quedó en la nube, como tantas que alegraron la vida de aquella pandilla que tenía su capital donde estuviera Félix Romeo.

Ahora resurge la fantasía, y la está moldeando en hierro otro fiel de la legión de amigos del escritor, el artista José Azul. Si no se tuerce nada, el 20 o el 21 de agosto habrá, sumergida en el pantano, una biblioteca como esa que se le ocurrió a Félix Romeo.

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Félix Romeo: un torrente de literatura y amistad

El autor de Todos los besos del mundo murió en Madrid de un infarto el 8 de octubre de hace diez años. Él se quedaba en casa de Aloma Rodríguez, poeta, periodista, amiga y paisana, después de una celebración de la revista Letras Libres. Habían compartido la voluntad de Romeo de prolongar la comida y las risas, y tras la despedida se fueron a dormir un sueño del que ya él no se despertaría. Tenía 43 años.

“Es complicado llenar”, dice Aloma, “un vacío como el que deja alguien tan arrollador, inteligente y generoso, que daba a cada amigo lo que necesitara, libros, películas, ideas, cuadros o alegría. Te quitaba los miedos, disparaba lo que estuvieras haciendo. Era un activista de la obra ajena, un hombre a favor de los otros”. Convenció a los suyos de que “estar en Zaragoza era ser moderno y vanguardista”. Era, dice Alegre, “extremadamente generoso, y a alguien así resulta imposible no quererlo”.

Su idea loca de sumergir bajo un pantano una biblioteca significa, dice Julio Llamazares, que vio su propio pueblo, Vegamián, sumergido en las aguas, “una metáfora surrealista que se corresponde con la literatura de Romeo”.

“Será una especie de escafandra a lo Verne, decorada como si fuera un objeto del siglo pasado, y estará por allí la propia imagen de Félix en hierro, flotando en medio del pantano”, afirma José Azul

Nadie quería el pantano, pero, como se acercaba, recuerdan Luis Alegre y José Azul, Romeo se dedicó a aislarlo buscando ideas para convertirlo en metáfora. Tras aquella idea de poner entre las aguas una biblioteca estaban las bravatas de Umbral y los libros que arrojaba a su piscina. Pero Romeo quería que esa biblioteca fuera de libros preferidos… Así que ahora, para hacer realidad aquel sueño, en el cofre de hierro en el que trabaja Azul habrá libros, discos, películas, obras de arte preferidas de unos 300 artistas a los que acude la comisión que pone en orden esta fantasía.

Azul espera estar a la altura de la ensoñación con la que el escritor dibujaba sus ocurrencias. Esa biblioteca sumergida “será una especie de escafandra a lo Verne, decorada como si fuera un objeto del siglo pasado, y estará por allí la propia imagen de Félix en hierro, flotando en medio del pantano”.

El cofre será completamente hermético, naturalmente, y un día, dicen los que llevan adelante la idea como si estuvieran siguiendo un guion nacido aquellas noches, dará testimonio del amor de quien quiso tanto los libros. Él no la hubiera puesto, pero seguramente allí estará, entre los que sus amigos envíen para poblar este recuerdo submarino, su Noche de los enamorados, su novela póstuma.

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