Emilio de Justo, heroico y conmocionado
El torero sufrió dos aparatosas volteretas con probable fractura de las vértebras L5 y S1
Ojalá las pruebas no confirmen la sospecha de que Emilio de Justo sufre probable fractura de las vértebras L5 y S1, como figura en el parte médico, después de la tremenda paliza que le propinó su primer toro, el único que pudo lidiar, pues el torero fue trasladado a un hospital para comprobar el alcance de la lesión.
Del Cuvillo / Ponce, De Justo, Ortega
Toros de Núñez del Cuvillo -el cuarto, devuelto-, correctos de presentación, bravos en el caballo, el primero (inválido) y el segundo, (encastado); muy manso el sobrero y nobles y sin fondo los demás.
Enrique Ponce: estocada caída ('silencio'); media en los bajos ('silencio'); estocada tendida (ovación).
Emilio de Justo: estocada -aviso- y un descabello (dos orejas). Sufrió dos volteretas que le impidieron continuar la lidia.
Juan Ortega: pinchazo y casi entera perpendicular ('silencio'); casi entera caída (oreja).
Parte médico: Emilio de Justo presenta una contusión lumbosacra con probable fractura de las vértebras L5 y la S1. Pronóstico reservado.
Plaza de Leganés (Madrid). 9 de mayo. Última corrida de feria. Casi lleno.
La verdad es que las dos volteretas fueron muy aparatosas. La primera, casi al final de la faena de muleta; el toro lo zancadilleó, el torero perdió el equilibrio y quedó sentado en la arena, cara a cara con su oponente, que lo enganchó por las zapatillas y pasó por encima del torero mientras este daba una vuelta completa sobre sí mismo. De Justo quedó conmocionado, y solo gracias al agua milagrosa sobre la nuca y al ánimo de los héroes pudo seguir adelante.
Pero un par de minutos después, quizá menos, salió volteado de nuevo al entrar a matar, quedó otra vez a merced del animal y la vuelta sobre sí mismo se repitió hasta en dos ocasiones al tiempo que los pitones se paseaban por la cara del torero sin hacer sangre, afortunadamente.
Emilio de Justo paseó merecidamente las dos orejas, pero sus continuos gestos de dolor delataban que el vapuleo sufrido en las zonas cervical y lumbar había sido muy serio. Pasó a la enfermería y el médico decidió que fuera trasladado al hospital para un reconocimiento exhaustivo.
Antes del doble percance, había confirmado otra vez que es un torerazo. Recibió a ese toro con un ramillete de excelsas verónicas, y el inicio de faena, muleta en mano, fue todo un fogonazo de destellos toreros, doblándose por bajo, flexionada la pierna, muletazos largos y un preciosista cambio de manos.
Era ese un toro que se había empleado en el caballo y embistió con codicia y casta en el tercio final, lo que permitió a su lidiador mostrar su versión más poderosa, técnica, templada y artística. Fue una labor presidida por la ligazón, la naturalidad y el poderío de un torero pleno de confianza y conocimiento.
Y a su lado, un artista, el sevillano Juan Ortega, que es un compendio de torería, de buen gusto, suavidad y puro sentimiento. Su forma de torear es distinta, todo muy despacio, toreo de salón, de ese que llega a lo más hondo.
Las verónicas a su segundo fueron sensacionales, después, comenzó la faena de muleta por alto, andando alrededor del toro hasta el centro del ruedo. Y allí hubo una tanda excelente de derechazos, y dos hermosos naturales más tarde y unos ayudados por alto del mejor clasicismo taurino. No hubo más porque no lo permitió el toro, pero quedó el sello de un artista. Su primero, afligido, no le permitió más que un trincherazo de cartel.
Tampoco tuvo suerte con su lote Enrique Ponce. El que abrió plaza se dejó la vida en el caballo y quedó como un proyecto de cadáver; y el sobrero (el presidente se precipitó claramente en la devolución del titular) era tan manso que no le permitió un solo muletazo. Soso, pero noble, fue el que lidió en sustitución de Emilio de Justo, y Ponce no acabó de cogerle el aire, ni hubo conjunción ni sensación de dominio.
En el ambiente quedó, eso sí, el heroísmo dolorido del diestro extremeño y la singularidad artística del sevillano.
Babelia
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