Las cuatro de Fitzroy
Jordi Galcerán apuesta por una comedia valiente y de escenario muy particular: cuatro chicas camino de una cumbre en la Patagonia Sur
A cada reencuentro, Jordi Galcerán me deja una frase memorable. O una que encapsula una situación. El año pasado, por ejemplo: “¿La nueva obra? Le estoy dando los últimos retoques. Es la historia de cuatro chicas que se juegan el tipo escalando una montaña. Aunque no lo parezca, es una comedia amable”. En la siguiente charla hubo un esbozo de presentación: “Suponte que Anna y Cati andan por los 40 años. A Julia échale unos 35. Y a Laura, la menor, 25”. Una pausa para fijar el concepto, aunque Galcerán nunca utilizaría palabras como esa.
“A mí me cuesta mucho encontrar una idea que me diga: ‘Esto no lo he visto nunca en teatro”Jordi Galcerán
Prefiere contarlo así: “A mí me cuesta mucho encontrar una idea que me diga: ‘Esto no lo he visto nunca en teatro’. En cine me he zampado muchas películas que van a todas con la fuerza de la montaña, con el peligro. Y pensaba: ¿Cómo podría hacerlo en el teatro? Ese era el reto. Si escenográficamente lo clavamos, puede ser muy chula. Las veo en un repecho muy puñetero, donde se atrevan a eso”. Otro día amplió la situación: “Cuesta ver a chicas que arriesguen el tipo. O sea, haciendo algo más allá de lo que llaman ‘problemas de chicas’. Ese fue el día en que me dije: ‘Quieren subir una montaña. Su objetivo es ese. Son escaladoras muy buenas, muy hábiles, físicamente muy fuertes, que se expongan a hacer cosas muy especiales, y jugársela. De modo que han de hablar y comportarse de una manera muy suya. Bueno, son las cuatro chicas y la voz de Sergi, que habla con ellas desde abajo, con un aparato”. Le digo que me parece una comedia muy valiente: “Nadie se atreve a hacer lo que podría ser un wéstern de alta montaña”.
Una noche, Galcerán llega con el título: Fitzroy. “A mí me gustan mucho las obras que tienen un nombre propio, y siempre procuro ponérselo: Dakota, Surf, Burundanga, El método Gronholm, Carnaval… “Un nombre intrigante, pero que no dé pistas sobre la historia”. Hablando de altas montañas, Galcerán me dibuja la localización: “Se llama Fitzroy y tiene 3.405 metros de altura. Está en el campo de hielo de la Patagonia Sur, entre Argentina y Chile. Concretamente, en un descanso llamado La Silla de los Franceses, a unos 2.800 metros, justo antes de donde comienza el ascenso final a la cumbre. Un espacio rocoso, estrecho”. Me dice algo no menos difícil: “Necesitamos actrices que den el pego, que te las creas. El final de la historia la recorté una y otra vez, y otra más, para que quedara emotiva pero seca y fuerte. Ya veremos: cuantos menos personajes, más trabajo. Con el teatro nunca se sabe lo que pasa”. ¿Cómo las definiría? “Para mí son chicas vascas”. ¿Extensión de la obra? “Yo creo que no debería pasar de una hora y tres cuartos” ¿Fechas? “Bueno, hay la esperanza de que quizás el próximo enero la pandemia haya terminado”. Una pausa muy teatral antes de despedirnos por hoy. “Por cierto ¿sabes que hace ocho años que no terminaba una comedia? Desde El crédito”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.