Bacon y Freud, la carnalidad de la obra gráfica
La galería Marlborough inaugura ‘La condición humana’, una exposición que reúne a dos de los mejores artistas británicos del siglo XX
Francis Bacon (Dublín, 1909- Madrid, 1992) y Lucian Freud (Berlín, 1922- Londres, 2011) fueron dos de los artistas más relevantes de la conocida Escuela de Londres: después de la Segunda Guerra Mundial se conformó un grupo de pintores que eligieron la figuración frente a la entonces dominante abstracción. Tan pesimistas como individualistas y nacidos en su mayor parte fuera de Londres, casi todos optaron por la nacionalidad británica como una seña de identidad común en una Europa destrozada por la guerra. Michel Andrews, Frank Auerbach, Paula Rego o Euan Uglow fueron algunos de sus integrantes.
Pero los más conocidos fueron sin duda Francis Bacon y Lucien Freud, dos artistas a los que se ha podido ver en incontables monográficas individuales o colectivas dedicadas a la Escuela de Londres en museos de todo el mundo, pero en muy pocas ocasiones han coincidido. La galería Marlborough, a la que ambos estuvieron vinculados, repara esa deuda con una muestra conjunta de obra gráfica en la que se puede ver cómo ambos jugaron con la figura humana hasta su más violenta carnalidad. Con una treintena de obras procedentes de los fondos de la firma, la exposición se podrá ver en el espacio madrileño de Marlborough hasta el 27 de febrero. Mientras tanto, la pandemia ha obligado a la Royal Academy de Londres a posponer la que iba a ser su exposición de la temporada, Man and Beast, portagonizada por Francis Bacon y la influencia del mundo animal en toda su obra.
La muestra madrileña no es un cuerpo a cuerpo entre ambos artistas. Cada uno va por su lado. La espectacularidad de Bacon ocupa, a través de 20 obras, las paredes de la sala y la tribuna del local. Freud, representado con una decena de aguafuertes, se extiende en solitario dentro de una de las salas de la galería.
Belén Herrera, codirectora de la galería y comisaria de la exposición, explica que ambos artistas tuvieron mucho en común, pero que se enfrentaban a la obra de manera diferente. Compartían el interés por la representación de la figura humana, pero Bacon lo hacía a partir de fotografías y de imágenes que guardaba en su memoria. El nieto de Sigmund Freud trabajaba siempre ante su modelo. “Les unía el dolor ante la soledad, su forma brutal de explorar ese aislamiento y una carencia absoluta de sentido del humor”, explica Herrera.
Añade la comisaria que Bacon realizó su producción gráfica sobre 35 pinturas fechadas a partir de 1965 hasta 1991. Para sus aguatintas y litografías trabajó con los mejores impresores franceses, italianos y españoles. Supervisaba personalmente cada prueba. Cuando daba el visto bueno, aprobaba las ediciones limitadas que numeraba y firmaba. Triptych (1974-1977), Study of the Human Body from a Drawing by Ingres, son algunos de los ejemplos incluidos en el recorrido.
En el caso de Freud, con obra fechada entre 2004-2007, no había inspiración en obras anteriores, sino que cada retrato fue concebido para ser realizado directamente sobre la plancha de cobre. Utilizaba sus buriles lo mismo que los pinceles para lograr unos retratos cargados de carnalidad, como se puede ver en The Painter’s Doctor (2005) y Girl with Fuzzy Hair (2004), o el desnudo Before the Fourth (2004). En el caso de Bacon, los precios van desde los 84.500 euros de Triptych hasta los 4.500 de los carteles. Las litografías de Freud se mueven entre los 37.500 hasta los 53.000 euros.
Grandes amigos
Pese a la diferencia de edad, Bacon y Freud fueron durante mucho tiempo grandes amigos. Se habían conocido en el Soho londinense y su relación era lo intensa que cabe imaginar en dos personajes tan pasionales y peculiares. Se retrataron mutuamente y se les pudo ver juntos en diferentes lugares con algunos de los otros artistas vinculados a la Escuela de Londres, una agrupación que ninguno ellos llegó reconocer como tal.
En la década de los 80 rompieron la relación. No hay constancia de la causa del enfado. Belén Herrera se aventura a asegurar que a Freud le dolía la degradación y el espectáculo que Bacon hacía con unas relaciones sexuales que llegaban hasta el exhibicionismo más rotundo. Pero también pudo haber razones de índole económico. Bacon, hijo de un criador de caballos, era aficionado a gastar más dinero del que disponía en las apuestas. Freud le prestó durante mucho tiempo hasta que decidió cerrar el grifo, una postura que su antiguo amigo no asimiló de buen grado y el enfado entre ellos se convirtió en una separación definitiva.
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