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Gimferrer y la política de la literatura catalana

El profesor universitario Eloi Grasset analiza en 'La trama mortal' la contribución del escritor y poeta en la reconstrucción del maltrecho campo cultural catalán durante el tardofranquismo

El escritor Pere Gimferrer, fotografiado en el año 1972.
El escritor Pere Gimferrer, fotografiado en el año 1972.

En la gris Barcelona de mediados de los sesenta, un escritor llamado Pedro, que no llegaba a los 20 años, asumió como propósito principal de su poesía una tarea que, si alguien se la planteara hoy, sonaría tan risible como quijotesca: rescatar la literatura española de la violenta ruptura causada por la Guerra Civil y retornarla a la senda de la modernidad, extraviada a causa de la muerte, el exilio y la represión a la que habían tenido que hacer frente tantísimos escritores. A inicios de la década siguiente, este mismo joven –ahora llamado Pere y que, aunque ya no tan joven, seguía siendo considerado algo parecido a un niño prodigio dentro de las letras hispánicas– pasó a escribir su literatura en catalán. Emprendió así un nuevo proyecto igualmente ambicioso: participar en la rehabilitación de la literatura catalana apostando por restaurar la abandonada vía vanguardista, poniéndola al servicio de las generaciones venideras. Por segunda vez, el joven conseguiría parte de su propósito utilizando estrategias para intervenir, combinando maniobras de escritor y agente cultural, en la reconstrucción del maltrecho campo cultural catalán. De todo esto y muchos más temas trata La trama mortal: Pere Gimferrer y la política de la literatura (1962-1985), el libro recién publicado de Eloi Grasset, profesor de Estudios Ibéricos en la Universidad de California en Santa Bárbara.

“Que a día de hoy no exista ningún libro dedicado a evaluar críticamente tanto la trayectoria intelectual de Gimferrer como la extensión política de su influencia”, escribe Grasset en la introducción de su libro, “supone una anomalía que este libro pretende corregir”. Una anomalía, sí, y sin duda también una oportunidad única para cualquier investigador interesado en entender mejor cómo se configuraron los campos culturales español y catalán a partir de los años sesenta. Resulta difícil creer que Grasset, con su extenso y detallado estudio, sea el primero en haber reseguido el agitado recorrido intelectual de Gimferrer hasta los años ochenta. Desde su producción como poeta y novelista hasta su influencia como editor y crítico, pasando por su papel en la configuración de los Novísimos, Gimferrer es mucho más que una leyenda compuesta de excentricidades fabulosas. Se trata, sin duda, de una de las figuras más relevantes para comprender los caminos que fueron tomando las letras peninsulares durante la segunda parte del siglo XX.

Examinar el itinerario de Gimferrer no solo consigue destapar los matices de su profundo y personalísimo impacto en las literaturas castellana y catalana, sino también trazar algunos de los cambios sociales que se produjeron en España a partir del tardofranquismo. “Durante el período que va de los sesenta a los ochenta Gimferrer resulta decisivo porque, más allá de su obra literaria, fue un mediador fundamental para la circulación de ciertos autores y tendencias”, explica Grasset, sentado en el patio soleado de una cervecería artesanal en Santa Bárbara.

El libro parte de la asunción de que las identidades personales y culturales son construcciones interesadas. Esa idea le ayudó a entender mejor a Gimferrer: “Hay una conexión entre su evolución literaria y su posicionamiento político. Creo que el cambio de lengua es un buen ejemplo del enlace entre las dos cuestiones. Lo curioso de ese tiempo, a inicios de la década de los setenta, es que los escritores jóvenes que empiezan a escribir en catalán se ven obligados a plantearse la posición de su literatura respecto a la modernidad, sin perder de vista que deben ayudar a consolidar una tradición literaria que ha sido interrumpida, y robustecer una identidad política”.

Pere Gimferrer, en la biblioteca del Hotel de las Letras, en Madrid, en una imagen de 2018.
Pere Gimferrer, en la biblioteca del Hotel de las Letras, en Madrid, en una imagen de 2018.Samuel Sánchez

El peculiar estilo de la prosa de Grasset se ajusta a lo atípico de su propuesta. Su libro no es una biografía, aunque contenga elementos biográficos, y, por muy erudito que pueda parecer en algunos momentos, tampoco aspira a ser una monografía académica. Leyéndolo, da la impresión de que, tomando elementos del itinerario intelectual de Gimferrer, Grasset ha querido describir 20 años de la vida cultural española –de ahí que aparezcan nombres como Castellet, Gil de Biedma o Vázquez Montalbán–. Dice Grasset: “He buscado deliberadamente un espacio intermedio que pudiera ser asimilable por todo aquél que esté interesado en la historia cultural española de esos años". Definitivamente, el resultado es un libro que, sin perder el rigor académico, consigue mantener el interés del lector. “Lo que me ha resultado más complejo ha sido conseguir combinar mi voz y mi interpretación de los hechos con las citas de Gimferrer que aparecen en el texto, sin que eso supusiera un esfuerzo añadido para el lector".

En estos tiempos en que la polarización política divide el mundo, Grasset insiste en La trama mortal en evitar la tendenciosa e interesada simplificación de todo aquello que requiere una mirada rigurosa y atenta. Por un lado, el libro no duda en elogiar el empeño de Gimferrer y su inmensa contribución a las letras peninsulares. Por otro, adopta una postura crítica frente a la instrumentalización política de la literatura que hizo el pujolismo en Cataluña, y en la que Gimferrer en cierto modo participó. “Desde su llegada al poder, Jordi Pujol le dio a la cultura un papel central en el fortalecimiento de la identidad política catalana. Esa apuesta llevó asociada la creación de un nuevo relato cultural basado en la continuidad histórica, subordinando sin complejos el rigor historiográfico a la rentabilidad política”, dice Grasset. “Gimferrer colaboró en el afianzamiento de esa idea ya a partir de los setenta. Su ensayo Tàpies i l’esperit català de 1974, es una buena muestra de ello”. Grasset dedica la segunda parte del libro a explorar el vínculo entre cultura y política que se produjo en Cataluña a partir del final de la dictadura. “Uno de los aspectos que me ha interesado cubrir es el litigio entre libertad creativa y subordinación política que se inicia en Cataluña durante los años sesenta. Esta disputa quedó entonces irresuelta y sigue vigente en buena parte de las discusiones actuales dentro del campo cultural catalán”, señala el autor. “Creo que para comprender bien la función que se le otorga a la cultura en Cataluña hay que prestar atención a la interesada politización del acto creativo que se produjo en los primeros gobiernos pujolistas. El caso de Tàpies es muy evidente.”

La ultima e inevitable duda tiene que ver con qué pensará Gimferrer de este libro. “No lo sé, la verdad. No creo que sea demasiado importante. Al fin y al cabo, resulta siempre difícil reconocerse en lo que un extraño pueda haber escrito a propósito de uno”, responde Grasset. “Más allá de las opiniones, lo que verdaderamente cuenta es que el libro sirva para dejar constancia del papel de agente provocador que tuvo Gimferrer en las correcciones que sufrieron las literaturas peninsulares durante aquellas dos décadas. Eso es lo único que me propuse al empezar este proyecto”.

'La trama mortal: Pere Gimferrer y la política de la literatura (1962-1985)'

Autor: Eloi Grasset


Editorial: Renacimiento. 2020


Formato: Tapa blanda o bolsillo. 348 páginas


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Aaron Shulman es periodista y escritor estadounidense, autor de The Age of Disenchantments: The Epic Story of Spain’s Most Notorious Literary Family and the Long Shadow of the Spanish Civil War (Ecco/HarperCollins).

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