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Jon Savage: “Estoy harto de que toda escritura sobre música sea autobiografía”

El influyente crítico británico regresa con ‘Una luz abrasadora, el sol y todo lo demás’, una biografía de Joy Division relatada por sus propios protagonistas que traza la trayectoria de la banda de Manchester 40 años después de la muerte de su líder

Los miembros de Joy Division, Bernard Sumner, Stephen Morris, Ian Curtis y Peter Hook, en un concierto en Mánchester en 1979.
Los miembros de Joy Division, Bernard Sumner, Stephen Morris, Ian Curtis y Peter Hook, en un concierto en Mánchester en 1979.Martin O’Neill (Redferns / GETTY images)

Jon Savage, periodista pop cuando algo así era relevante, se mudó a Manchester en abril de 1979. En aquel momento trabajaba para Melody Maker, uno de los dos grandes semanarios musicales del país. Tony Wilson le consiguió un trabajo en Granada TV para que escribiese sobre Factory Records y su grupo emblemático, Joy Division. El autor trabó amistad con Wilson y Martin Hannett, productor de la casa (“No me hice amigo de Joy Division porque soy periodista”, afirma, “y los periodistas nunca deberían hacerse amigos de los grupos de rock’n’roll”). Desde entonces se convertiría en testigo privilegiado del ascenso del cuarteto, además de uno de sus defensores más apasionados. Savage le explicó al público por qué Joy Division importaban. En Una luz abrasadora, el sol y todo lo demás, el docto escritor enhebra la carrera de la banda a partir de las voces protagonistas.

Retrato del periodista Jon Savage. 
Retrato del periodista Jon Savage. Elisa Sánchez Fernández

PREGUNTA. Aunque es parte de la historia de Joy Division, su punto de vista no forma parte del libro.

R. No quería hablar de mí, quería hablar de Joy Division. Estoy harto de que toda escritura sobre música sea autobiografía. En Inglaterra existe una tradición de meterse en primera persona en todas las historias, pero no siempre es posible. Alguna gente no debería jamás escribir sobre sí misma. Es una carencia de la imaginación, por no decir una trágica sobrevaloración del papel que uno juega en la historia.

P. Pero fue testigo. Estaba allí.

R. Sí. Los vi por primera vez cuando aún eran Warsaw, en octubre del 77. No eran demasiado buenos, pero sí interesantes. Decidí seguirles. La tercera vez que los vi, en junio del 79, teloneaban a John Cooper Clarke, en un escenario enorme. Los escenarios grandes les sentaban muy bien, les daban un espacio amplio como su música (en un club pequeño eran demasiado intensos, se hacía insoportable). Nunca había visto un grupo igual. Al poco, Wilson me envió Unknown Pleasures [álbum de debut de la banda, en 1979] para que lo sacara en Melody Maker. El disco me hizo entender la ciudad. Era claustrofóbico, muy emocional, pero a la vez dejaba mucho espacio.

P. Habla de “espacio”. Otros comentan la agresión. Bernard Summer menciona la violencia como influencia.

R. La violencia estaba por todas partes, en la Inglaterra de los 70, pero yo no fui consciente de que Manchester fuese así. El espacio, por otra parte, tenía mucho que ver con Martin Hammett y la cantidad de costo que fumaba. Cuando grababan Unknown Pleasures fui a Strawberry Studios. Martin me enseñó el estudio. En una esquina había un ascensor, y dentro del ascensor un altavoz Leslie. Le pregunté qué era aquello y él solo dijo: “Estoy grabando el ascensor. Obviamente”. Era un tío agudo y muy divertido. Martin quería que existiese un “sonido Factory”, del mismo modo que había un sonido Elektra o Motown. Joy Division tenían un elemento de psicodelia que él acentuó (y que me encantaba). De hecho, cuando acababa de mudarme Tony Wilson me sentó, me dio un porro y me dijo: “Bien. Ahora estás en Manchester. Aquí fumamos porros y nos gustan Public Image”.

P. La palabra “psicodelia” no suele utilizarse mucho con relación a la banda. Pero su música contiene elementos psicodélicos.

R. Sin duda. La guitarra de Bernard suena en parte como Ron Asheton de los Stooges, gruñendo y distorsionada, con un ligero tinte oriental. La batería de Stephen suena en parte como la de Can, con polirritmos y cambios repentinos. La voz de Ian suena en parte como la de un Jim Morrison ahuecado. Martin aumentó todo eso con ambiente, distancia, efectos de sonido y los pitidos extraños de Unknown Pleasures.

P. En el libro se habla poco de influencias musicales, más allá de Iggy o The Doors. Es como si fuesen secundarias, comparadas a la ciudad o la historia.

R. Bueno, hablan del “Seven and seven is” de Love, también de Moroder y, especialmente, Krafwerk. Pero Joy Division eran un grupo autosuficiente, como deberían serlo todos. Estaban haciendo algo original, y no miraban a los demás. Además, eran muy jóvenes, y la gente de esa edad no habla todo el rato de influencias. Hoy en día, por desgracia, existe esa vasta obra previa que los artistas creen que deben referenciar. Y la naturaleza del consumo musical actual, con el streaming y todo eso, provoca que se espere de ellos.

P. Su libro me hizo recordar que Joy Division venían del Manchester del Twisted Wheel y la tradición northern soul. La ciudad forzaba esas conexiones.

R. Manchester era la capital inglesa de la música negra. Cuando llegué allí, Martin me llevó a tiendas de discos, y estaban llenos de singles ignotos. El northern soul era un culto 100% underground sin ningún significado ni repercusión en Londres. Era imposible que Joy Division no cogieran elementos de su entorno. “Keep on keepin’ on”, de Nolan Porter, una fantástica canción de soul raro, en sus manos se convirtió en “Transmision”.

P. A botepronto uno solo utilizaría la palabra “negro” en relación con ellos por la oscuridad de sus camisas militares. En lo musical eran muy blancos (con perdón).

R. Sí. Pero a la vez Kraftwerk estaba influenciando la música electro negra de Estados Unidos. Joy Division eran un reflejo de esa mezcla de avantgarde blanca europea y la América negra, que fructificaría según avanzaban los ochenta, e influenciaría de un modo más obvio a New Order. Esa era la dirección en la que iban. Escucha “Isolation” del Closer, que es música electrónica con ritmos bailables. La negrura se vio también cuando Ian empezó a experimentar con su baile. En los primeros tiempos se veía que intentaba dar pasos de northern soul, sin éxito, porque no era ese tipo de persona. No pienso que estuviesen desprovistos de influencia negra. Escuchaban música blanca, mayormente, pero les encantaba la música disco.

P. La postura anti-pasado de Joy Division ahora se da por sentada, pero entonces era inusual. El punk rock estaba obsesionado con la mitología sixties, por ejemplo.

R. El pop moderno mira hacia el pasado continuamente, y no es extraño, porque lleva más de sesenta años en circulación. Joy Division son relevantes porque miraban hacia delante. Ya entonces nadie sonaba como ellos. No había una influencia obvia. Solo se me ocurren Sioxsie & The Banshees y Pere Ubu. Otro factor sería la actuación de Ian. Era algo extraordinario, parecía no reprimir nada. La mayoría de intérpretes con oficio saben cuándo contenerse y cuándo soltarse, qué mostrar y qué ocultar, son muy conscientes de la relación entre intérprete y consumidor. Un artista no puede darlo todo en cada actuación. Pero Ian Curtis lo hacía, porque estaba llevando a cabo un experimento consigo mismo, y con las masas.

P. Se afirma que Curtis parecía estar bailando en su habitación. Sin audiencia.

R. Su baile era fascinante. Era algo restringido y controlado; no era una liberación. Creo que aquel baile hablaba de la imposibilidad de escapar. Sus movimientos son los de un hombre atrapado. Las letras hablan de estar encerrado en un sistema totalitario y no ser capaz de huir de él.

P. El libro comenta lo “adultos” que sonaban desde el principio.

R. Ian venía de una subcultura de pequeñas librerías, sellos que publicaban material arcano y esotérico. Las letras e ideas del grupo estaban llenas de referencias, más o menos veladas, a Burroughs y Ballard. Era una época en que la gente leía mucha ciencia-ficción. Ahora ya no hace falta, por lo que sucede ante nuestros ojos [ríe]. Imaginar el futuro formaba parte del proceso mental de la banda. Solo escucha 'These days': “We'll drift through it all, it's the modern age / Take care of it all now these debts are paid”.

P. Ian era un tipo desajustado, pero el resto de miembros hablaban y se comportaban como gente… Normal.

R. Quizás su postura escénica contribuía a esa idea. Tanto Bernard como Peter tocaban inmóviles, para darle espacio a Ian. Dicho esto, en el día a día no eran tan normales como les gusta afirmar. Hook tal vez sí, pero no Sumner, un tipo reflexivo, muy interesado en la tecnología. Sumner es uno de los apóstoles de la idea de Joy Division como hijos de vecino que van al pub, pero bajo la superficie había mucho más.

P. En las entrevistas les cuesta precisar lo que era importante del grupo, como si fuese una fuerza que les dominaba, en lugar de algo que crearon.

R. Cierto. Asimismo, los músicos no teorizan sobre lo que hacen. Ni deberían. Para eso estamos nosotros, los críticos. El pop se ha vuelto mucho más autoconsciente, algo que no es ni malo ni bueno, solo un hecho. No me importa que Joy Division no sepan precisar lo que era crucial de su música. No espero ni deseo que lo hagan. Además, en el entorno de la banda estaban Rob Gretton y Tony Wilson, que se pasaban el día teorizando. El trabajo de los cuatro miembros del grupo era solo hacer música, y trabajaban muy duro en ello.

P. Tal vez el contraste con Annik Honoré [novia belga de Curtis], sujeto arty que viene de otra clase social, refuerza la sensación de ellos como tipos ordinarios.

Es bueno mantener los pies en el suelo. Si llegan a creer que eran genios, nada de aquello habría funcionado

R. Joy Division eran chavales de grammar school, que era algo distinto a las secondary schools. En las primeras se te seleccionaba para acceder a una educación universitaria. Bernard y Peter eran clase obrera alta, y Stephen era de clase media-baja tirando a media. Su padre era propietario de una empresa. No eran chicos de suburbio. Tenían una educación decente y buenos trabajos. En todo caso, es bueno que los artistas mantengan los pies en el suelo. Si llegan a creer que eran cuatro genios nada de aquello habría funcionado.

P. Es imposible no preguntar por el suicidio de Ian Curtis.

R. La gente ofrece muchas teorías sobre su suicidio, pero yo opino que tiene que ver con una sola cosa: la enfermedad. Ian estaba muy enfermo, y no recibió el tratamiento que necesitaba. De hecho, como aduce Stephen Morris, el tratamiento empeoró su enfermedad. Ian sufría una dolencia muy seria, para la que le recetaron unas pastillas más serias aún, barbitúricos, y resultó ser una combinación desastrosa.

P. Se insinúa lo estresante que debía ser para él el hacerse pasar por persona común.

Llegó un momento en que Curtis ya no podía actuar por sus ataques epilépticos. Es el motivo de su suicidio

R. El factor principal del estrés, al margen de lo que sucedía con Annik, Debbie y la hija que acababa de nacer, tenía que ver con sus actuaciones, que se tomaba muy en serio, y la frecuencia de sus ataques epilépticos, que hicieron que dichas actuaciones se fueran deteriorando. Llegó un momento en que ya no podía actuar, simplemente. Ese es el motivo del suicidio de Ian Curtis.

P. Algunos ven a Joy Division como un grupo sombrío de depresivos crónicos, pero el libro hace hincapié en lo llenos de vida que estaban.

R. El problema de Joy Division es que todo el mundo los interpreta retrospectivamente desde la muerte de Ian, lo que en mi opinión es un acercamiento incorrecto. Sus canciones no son premoniciones. Creo que eran conscientes de que se encaminaban hacia un lugar extraño, y que algo malo podía suceder, pero nadie tenía pensamientos fúnebres. Estaban a punto de irse de gira a Estados Unidos. Por eso titulé el libro Una luz abrasadora. Joy Division no eran todo oscuridad, había mucha luz en ellos, sus conciertos eran excitantes y estaban llenos de energía positiva. Y eso es lo que los hace grandes. No eran todo fango y fatalidad. Creo que los grupos que les copian, Editors o Interpol, todas esas estúpidas bandas rock, no han pillado nada. Pero a la vez lo entiendo. Ni la gente que estaba en Joy Division sabía de qué iba Joy Division.

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Autor: Jon Savage.


Traducción: Javier Blánquez.


Editorial: Reservoir Books, 2020.


Formato: tapa blanda (410 páginas, 21,90 euros).


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