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Alfonsina toma el poder

Antes de suicidarse en 1938, la poeta argentina dejó seleccionada su antología definitiva. Su reedición reactiva el interés que ya en vida despertaron sus versos urbanos y feministas

Alfonsina Storni, vista por Sciammarella.
Alfonsina Storni, vista por Sciammarella.

Cuando Alfonsina Storni fue en busca de la muerte, en una madrugada de octubre de 1938, a sus 46 años, adelantándose al avance de la enfermedad y del desasosiego, había dejado seleccionada la antología definitiva de su obra. La muerte fue vislumbrada en varios pasajes de sus versos, como en los mordaces endecasílabos de ‘Epitafio’ (“Como es mujer grabó en la sepultura / una mentira aún: la de su hartura”) o, con precisión asombrosa sobre las circunstancias de su suicidio en Mar del Plata, en los melancólicos alejandrinos de ‘Silencio’: “Y que he de deshacerme en calma lenta y suma / como en la playa de oro se deshace la espuma”.

La antología se publicó en la popular colección Austral y es la que ahora se reedita, a 80 años de su primera aparición. En el breve prólogo, Storni declaraba su preferencia por el sector de su obra “que se inicia con Ocre, a contrapelo de la opinión de la mayoría”. Es justo que hablara de una mayoría porque ella era desde hacía mucho una poeta con extenso público, de hecho, la antología iba a agotar varias ediciones en pocos años. Un éxito contra el que, en cierto modo, se rebela en el momento de hacer esta selección, porque Ocre (1925) fue el quinto de sus siete libros. Por eso se siente obligada a agregar: “Por mucho que reniegue de mi primer modo, sobrecargado de mieles románticas”, ya se reconoce allí la posición “de una mujer del siglo XX frente a las tenazas todavía dulces, y a la vez enfriadas, del patriar­cado”.

Declaración significativa porque esa consciencia de su tiempo —en otra parte llama al siglo XX “siglo mío”— toca a su oposición fuerte al machismo, visible sobre todo en El dulce daño (1918, su segundo libro, primero de esta antología, pues descartó por entero el de su debut, La inquietud del rosal), con poemas tan famosos como ‘Tú me quieres blanca’, que sería proclama durante generaciones, o ‘¿Qué diría?’: “O dijera mis versos recorriendo las plazas / libertado mi gusto de vulgares mordazas”.

Intentó escindir la prosodia de Darío de sus ensoñaciones parnasianas para volcarla a la vida

En un artículo publicado en 1919 lo dijo con igual claridad en prosa periodística, como recuerda Delfina Muschietti en el prólogo a la Poesía de Storni recopilada por Losada en 2018: “Transformar las palabras ‘lástima’, ‘perdón’, ‘error’ en ‘derecho de mujer, ‘derecho de madre’, ‘derecho de ser humano’ será una de las conquistas inevitables y preciosas del feminismo”.

A la vez, consciencia de pertenecer a ese posmodernismo que se abre con la muerte de Darío (1916) y que convive con las estéticas de avanzada durante largo tiempo: “En la dorada tarde rumorosa / que languidece en placidez de estío / estoy mirando este camino rosa / como en el dulce verso de Darío”, escribía hacia 1920, en Languidez. El mejor Lugones tampoco está lejos de esa melodía: “Al promediar la tarde de aquel día…”.

En sus poemas hay grisura y sordidez, pero también momentos en que irrumpe el deseo súbito

Más que “beber” del modernismo, como dice García Faet en su prólogo, Storni, como toda su generación, nació a la poesía en los versos de Darío, que había ensanchado las posibilidades del idioma, que lo había refundado de tal modo que no se podía partir sino de sus armonías. Un idioma que —posición americana— fue para Alfonsina (nacida en un pueblo del Tesino) el suyo propio sin ser la lengua materna, que era el italiano.

Como César Vallejo, nació en 1892; El dulce daño (1918) e Irremediablemente (1919) son contemporáneos de Los heraldos negros: libros que, de distinta manera, intentan una operación perentoria: escindir la prosodia de Darío de sus ensoñaciones parnasianas para volcarla a la vida del hombre y de la mujer en sus circunstancias concretas, que no eran precisamente versallescas ni adornadas con perlas de Ormuz. Donde Darío entonó “Yo soy aquel que ayer nomás decía / el verso azul y la canción profana”, Alfonsina enuncia “Yo he sido aquella que paseó orgullosa / el oro falso de unas cuantas rimas”.

El rechazo de ese “oro falso” significa que no se conformaba con ser número principal en el repertorio de las recitadoras que, como Berta Singerman, grababan discos y llenaban teatros, y cuyo valor social no se debe desdeñar: enunciaron públicamente, muchas veces sin proclamarlo, las primeras reivindicaciones del feminismo. Alfonsina quiso ser, además, contemporánea de su tiempo. Desde Mundo de siete pozos, el libro anterior a Ocre, experimentaba con el verso libre y con inesperados ángulos de visión, ajenos al marco amoroso y confesional en que la habían encasillado, que la acercaban al ultraísmo, voz cantante de la vanguardia porteña en las revistas Martín Fierro y Proa. A pesar de que, desde las páginas de esta última, Borges le lanzó un insulto ya legendario: “La chillonería de compadrita que suele inferirnos la Storni”. Pero debe tenerse en cuenta que en Borges el verdadero desprecio era el ninguneo; la invectiva era una forma de reconocimiento, escaso sobre todo con sus contemporáneos y compatriotas. Recuérdese que por esos mismos años elogia a Oliverio Girondo declarando que sus metáforas son tan novedosas y originales como las que, 2.000 años antes, acuñara Virgilio. Storni, que era madre soltera desde los 20 años, no se iba a amedrentar por una baladronada más.

Las escenas representativas de la vida en la gran ciudad fueron su tema frecuente: grisura y sordidez, pero también momentos en que irrumpe, como en la famosa transeúnte de Baudelaire, el deseo súbito: pero esta vez es ella, no él quien lo enuncia. En ‘Uno’, atisbando a un pasajero casual en un tren suburbano: “Desde mi asiento, inexpresiva, espío / sin mirar casi, su perfil de cobre. / ¿Me siente acaso? ¿Sabe que está sobre / su tenso cuello este deseo mío / de deslizar la mano suavemente / por el hombro potente?”.

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Autora: Alfonsina Storni.


Prólogo: Berta García Faet.


Editorial: Austral, 2020.


Formato: tapa blanda (208 páginas, 10,95 euros) y ebook (5,99 euros).


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