El virus arruina al ganadero y condena al toro: el matadero, último destino
Victorino Martín analiza los efectos de la pandemia y mantiene la esperanza en Cultura
“La crisis ha llegado en el peor momento para las ganaderías de toros bravos. Nuestro sector es estacional y el invierno es una época de resistencia. Esperábamos los primeros ingresos económicos de la primavera, pero todo se ha paralizado. No sabemos qué va a pasar, pero vamos a ser muy damnificados”.
Victorino Martín, uno de los ganaderos más prestigiosos, y presidente de la Fundación del Toro de Lidia, habla desde la dehesa cacereña de Coria, donde pastan sus toros. Comenta las dificultades a las que se enfrentan los criadores, y espera la llamada del ministro de Cultura para negociar medidas que mitiguen las graves consecuencias de la crisis para todos los estamentos profesionales taurinos.
“Es lógico, por otra parte, que lo último que se permita sean las grandes concentraciones de público, lo que nos lleva a pensar que la crisis nos coge de lleno y por todas partes. De todos modos, soy optimista y espero que todo haya cambiado para el verano; debo serlo, porque, de lo contrario, perdería el sosiego”.
Martín no quiere pensar que no se celebren festejos taurinos durante toda la temporada de 2020. “No puedo planteármelo porque un año y medio sin ingresos llevaría a la ruina a muchos ganaderos, y sufrirían otros sectores económicos, como la hostelería, la restauración o el transporte. La tauromaquia no es solo una fuente de riqueza en sí misma, sino que genera una gran actividad paralela”.
“El precio medio de un toro bravo para el matadero es de 700 euros”
—¿Está diciendo que desaparecerían ganaderías?
—“Por supuesto. De hecho, ya hay ganaderos que están mandando toros y vacas al matadero”.
Victorino Martín cuenta que su camada para este año es de 100 toros, y si no lidia “habrá una parte de esos animales que se perderá, tendría que reducir los gastos de explotación [la plantilla de la empresa la forman 18 personas] y pedir financiación externa; los toros que tienen cinco años no se podrían lidiar el año próximo y habría que buscarles otra salida”.
—¿Se refiere al matadero?
—“Es una de ellas, y, en función del peso, el precio medio de un toro bravo para el matadero es de 700 euros”.
La crianza de un animal para la lidia —el dato lo aporta el ganadero— supera los 5.000 euros a lo largo de su vida; y un toro adulto consume siete kilos de pienso diarios, lo que supone casi tres euros. “Solo en alimentación”, aclara Victorino Martín, “sin incluir mano de obra ni cuidados sanitarios”.
El ganadero rechaza, además, una hipotética modificación reglamentaria que permitiera la lidia de un toro con seis años.
“No es una buena solución. Provocaría un sobrante de animales que habría que sumar a los que ya están elegidos para la lidia. Son toros fuera del mercado. Y no hay que olvidar el coste de su alimentación y cuidado durante un año más”.
—Pero siempre se ha dicho que una ganadería brava no es negocio…
—“En líneas generales, no, y suele estar apoyada en otras actividades, como la agricultura, el ganado manso, el cerdo… La ganadería brava no suele ser la actividad principal porque no suele funcionar como negocio”.
—¿Ha llegado, pues, el momento de la reconversión?
“El ministro de Cultura ha sido muy claro: atenderá a la tauromaquia”
—“Es verdad que más de 1.000 ganaderías bravas son muchas, pero algunas son testimoniales; otras, muy pequeñas y muchas que no lidian más que a puerta cerrada. No obstante, ha llegado el momento de la reconversión de toda la sociedad en general, y la ganadería brava no será una excepción”.
Por otra parte, Victorino Martín, presidente de la Fundación del Toro de Lidia, espera que se concrete próximamente la prometida reunión con el ministro de Cultura para analizar la situación del sector y obtener ayudas del Gobierno.
“El ministro nos llamó por teléfono y estamos seguros de que nos atenderá”, explica. “Es el momento de la sensatez, de la lealtad y de esperar. [José Manuel] Rodríguez Uribes ha sido muy claro. Ha dicho que tiene que cumplir la ley y atenderá a la tauromaquia. Nosotros no queremos precipitarnos, y no tomaremos ninguna medida si no se nos discrimina”.
El sector taurino solicita al Gobierno dos bloques de medidas. El primero, un plan de mejoras a los decretos ya publicados sobre la economía en general para que recojan la especificidad de la tauromaquia; y el otro, un conjunto de 17 apartados sobre problemáticas concretas del mundo taurino, tales como una reducción del IVA, la revisión de los criterios de cotización de los profesionales, impulsar líneas de financiación, exención de cargas fiscales, etcétera.
—¿Cree usted que los taurinos están unidos para afrontar una negociación de este tipo?
—“Creo que sí. La carta que presentamos al ministerio fue consensuada por todos los sectores. Además, es el momento del cambio. Vienen tiempos difíciles para todos”.
—También deberá cambiar la fiesta…
—“Sin duda. Pero hay que partir de que es el único patrimonio cultural que no solo no recibe subvenciones de los Presupuestos Generales, sino que paga cifras astronómicas por alquilar recintos estatales; y que los medios de comunicación públicos lo ignoran a pesar de que es el segundo espectáculo de masas del país. Está claro que habrá un antes y un después de esta pandemia, y el mundo del toro deberá adaptarse a los cambios si no quiere desaparecer”.
—Y todo ello, a pesar de la corriente antitaurina…
—“Ya hemos dicho que el frente antitaurino es una industria muy potente, con unos presupuestos brutales, pero se debe imponer la lógica, y esta dice que mientras los españoles quieran toros, habrá que respetarlos. Si algún día se prohíbe la fiesta, será la sociedad la que deberá reflexionar si acepta la censura y el pensamiento único, y que alguien nos diga cómo tenemos que vivir, pensar y disfrutar del ocio. Pero, por el momento, solo nos queda esperar la llamada del ministro”.
Victorino Martín está convencido de que la fiesta de los toros saldrá adelante. De momento, guarda la cuarentena en sus fincas de Coria, pendiente de los efectos de la pandemia y del teléfono con el prefijo del Ministerio de Cultura.
“En fin, mi estado de ánimo es de una profunda inquietud por la situación del país, por las personas que están muriendo o que lo están pasando mal”, termina; “yo mismo tengo en casa familiares de riesgo, como mi madre, que tiene 91 años, o mi esposa, que ha sufrido una grave enfermedad hace poco, pero también necesitamos calma para adoptar las decisiones más acertadas en estos momentos tan difíciles”.
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