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La clase obrera baila

En los setenta, chicos y chicas de los astilleros, de las fábricas o de las cajas de los supermercados hacían piruetas hasta que salía el sol en el Wigan Casino. Era solo música soul

Xavi Sancho
Fotograma de ‘Northern Soul’ (2014), de Elaine Constantine.
Fotograma de ‘Northern Soul’ (2014), de Elaine Constantine.‘Northern Soul’ film

Si pudiera elegir un momento de desenfreno de la historia de la música popular, ¿hasta cuál se transportaría? ¿Woodstock? ¿Una nave en un campo inglés a finales de los ochenta? ¿El Berlín de Bowie e Iggy? ¿Studio 54? ¿El swinging London? ¿Un soundsystem de la Nueva York de los ochenta? ¿Un tugurio de Kingston en los sesenta? ¿El Sónar aquel en que actuaron Daft Punk? ¿El Hollywood de Guns N’Roses? ¿El Madrid de la movida? Algunos, si nos ponemos a pensar en esto, algo que, encerrado en casa, pues está tan bien como mal, lo tenemos claro: nos transportaríamos inmediatamente el Wigan Casino de 1978, y eso que no servían alcohol.

Aquel año, ese club del norte de Inglaterra fue elegido el mejor del mundo por la revista Billboard, un mérito considerable si tenemos en cuenta que apenas unos meses antes Bianca Jagger había entrado a lomos de un caballo blanco entre vítores, burbujas y polvos blancos en el neoyorquino Studio 54. ¿Qué fue el Wigan Casino? Pues uno de los templos del Northern Soul, que es la música que hemos compilado en esta lista. Se trata de un soul específico fabricado durante los años sesenta. Específico porque, en casi todos los casos, cuando apareció pasó sin pena ni gloria, aplastado por el poderoso e imperial sonido de la Motown; algunos incluso fueron grabados en la Motown y aplastados por sus compañeros de sello. Si hay algo universal es la posibilidad de fracasar.

Durante los setenta, cuando la cosa mutó hacia el funk y luego hacia la música disco, un puñado de seguidores de equipos de fútbol del norte de Inglaterra empezaron a aprovechar sus viajes a Londres para ver los partidos del Leeds, el Blackburn o Sunderland para acercarse hasta la tienda de discos Soul City, en Covent Garden, y hacerse con siete pulgadas de aquellos artistas que nadie había querido comprar cuando el soul que despacharon se suponía estaba de moda. No iban a pasar casilla estilísticamente cuando había tanto de aquello por descubrir. Era soul y era del norte, no porque se hubiera confeccionado allí, sino porque eran aquellos futboleros de clase trabajadora de aquellas localidades más allá de las Midlands quienes se hacían con aquellos siete pulgadas. En ese particular que nos pcupa, la diferencia, al final, está en la aproximación, el hambre de conocimiento y la visión cultural, no tanto en el sonido. Esto del soul es, recordando a Monty Python, como ser del Frente Judaico Popular o del Frente Popular de Judea.

Blackpool Mecca, Twisted Wheel, Golden Torch o, claro, Wigan Casino, albergaban los fines de semana fiestas consagradas a este sonido. Chicos y chicas venidos de los astilleros, de las cadenas de montaje, de las fundiciones o de las cajas de los supermercados, armados con talco para frotarse las manos y realizar piruetas y anfetaminas para poder llevarlas a cabo hasta que saliera el sol. Pista de madera, Dj’s que escondían la etiqueta en la galleta de los discos que pinchaban para que nadie pudiera saber qué era ni copiarles, bolsas de fin de semana con una muda porque se venía a sudar. En el Wigan Casino desde las 2.30 de la mañana hasta las 8. Y entonces era cuando sonaban las célebres 3 Before Eight, los tres temas con los que se cerraba cada noche: I’m On My Way de Dean Parrish, Long After Tonight Is All Over de Jimmy Radcliffe y Time Will Pass You By de Toby Legend.

'Los chicos de Wigan (Greater Manchester) en 1974'. Imagen perteneciente al libro ‘The Bag I’m in: Underground Music and Fashion in Britain 1960-1990’ (Cicada Books), de Sam Knee.
'Los chicos de Wigan (Greater Manchester) en 1974'. Imagen perteneciente al libro ‘The Bag I’m in: Underground Music and Fashion in Britain 1960-1990’ (Cicada Books), de Sam Knee.

Todo aquello se fue haciendo residual, en parte porque no hay cuerpo que sostenga este ritmo tantos años y en parte porque se convirtió en un nido de vividores y esnobs. Lo que una vez fue el retén obrero de la cultura mod se convirtió en algo que salía en las noticias porque alguien había pagado casi 30.000 euros por una edición del single Do I Love You (Indeed I Do) de Frank Wilson, porque Nick Hornby se mofaba de todo ello en una de sus novelas (Juliet, desnuda, 2010), o porque se había estrenado un película basada en la escena (Northern Soul, de Elaine Constantine, 2014) que estaba bien, pero no tan bien como su banda sonora, lo que es una metáfora perfecta de esta música perfecta. Lo que estaba entre John Osbourne, Alan Sillitoe y el espíritu de Brian Clough terminó en manos de la facción más elitista del frente mod. Hay pocas cosas más gratificantes como descubrir un tema adscrito a lo que sería el Northern Soul que desconocías y hay pocas cosas más irritantes que escuchar a alguien dar lecciones sobre Northern Soul. Aquí van 24 canciones que jamás nos vamos a cansar de escuchar y bailar. Jamás.

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Sobre la firma

Xavi Sancho
Forma parte del equipo de El País Semanal. Antes fue redactor jefe de Icon. Cursó Ciencias de la Información en la Universitat Autónoma de Barcelona.

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