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Instrucciones para publicar un disco en 2020

Los hay que salen por sorpresa (Bad Bunny), troceados en videoclips (Rosalía) o con megalómano retraso (Kanye West). En la era del consumo por canciones, lanzar un álbum se ha convertido en una ceremonia de la confusión

Xavi Sancho
JUÁREZ CASANOVA

Hasta 1989, las novedades discográficas en Estados Unidos, y en casi todo el mundo, salían a la venta los lunes. El motivo era que los envíos a las tiendas se realizaban el fin de semana, estas ordenaban el stock y el lunes lo ponían a la venta. Ese año, debido a las quejas de las tiendas más pequeñas, que en muchas ocasiones no recibían el stock durante el fin de semana y no lograban, claro, poner a la venta los discos el lunes, la fecha cambió a martes. Aunque en el Reino Unido seguía siendo lunes la fecha oficial y países como Alemania jugaban con sus propias reglas y marcaban los viernes como fecha oficial para los lanzamientos. En julio de 2015, debido a que la disparidad de fechas de salida favorecía la piratería, se universalizaron los viernes como fecha de lanzamiento de los álbumes en el mundo. Esto, en teoría, sigue siendo así, pero lo realmente común es que cada artista haga lo que le da la gana. Bad Bunny lanzó YHLQMDLG el sábado 29 de febrero. Y además lo hizo por sorpresa. Lo peor es que el lanzamiento del álbum por sorpresa ya es algo pasado de moda. Así de rápido vamos.

Las reglas para anunciar la salida de un álbum, para elegir cuándo lanzarlo e incluso para promocionarlo una vez está en la calle han cambiado de forma descomunal. Un single, tres meses, un álbum. Dos o tres singles más para alargar la vida del disco y luego, y tras terminar la gira, de vuelta al estudio. Era un ciclo casi inevitable. Ahora no hay ciclos, todo se mete en la centrifugadora y nadie sabe muy bien hacia dónde va ni qué hacer con ese contenido que se crea. Se responde a la necesidad del mercado en cada preciso momento de la misma forma que lo hacen los fabricantes de ginebras o de bollería industrial. ¿Esos singles de Rosalía simplemente hablan por sí solos o nos dicen algo de su próximo disco? ¿Por qué el mejor sencillo que ha lanzado recientemente Grimes no está en el disco? Nada está claro y nada importa. Lo único relevante es mantener la actividad, la atención y las expectativas. De lo que sea.

El año 2007 será recordado como en el que Radiohead, con el fin de fastidiar a Terra Firma, empresa que se convirtió en principal accionista de Emi, discográfica de los de Oxford, lanzaron por sorpresa su álbum In Rainbows. Fue anunciado solo cuatro días antes de su lanzamiento y para muchos marca el inicio de la era en la que esta forma de editar largos se hizo popular. Beyoncé puso en iTunes por sorpresa una noche de diciembre de 2013 su álbum homónimo. En aquella primea semana alojado en el portal de Apple, el álbum despachó más de 617.000 copias. El éxito fue tal que un año más tarde U2 trataron de ir un paso más allá y su Songs of Innocence se lanzó a traición y en colaboración con Apple en septiembre. Tal vez el producto menos innovador que ha lanzado la marca de Cupertino en toda su historia.

Se responde a la necesidad del mercado en cada preciso momento de la misma forma que lo hacen los fabricantes de ginebras o de bollería industrial

“¿Para qué voy a estar esperando seis meses a la salida de un disco que ya me han dicho que está acabado?”, declaraba en plena fiebre del álbum sorpresa Adele. “Lo peor que puedes hacer es ser tan pomposo como para anunciar con extremada antelación que vas a lanzar un disco”, comentaba Richard Jones, de Key Music Management, responsables de que en 2013 los Pixies retornaran con un EP lanzado a traición que no le gustó a nadie. Esta estrategia pareció durante un rato la solución a todos los problemas de la industria. Eso sí, parecía tan sencillo que casi todo el mundo lo entendió mal. Incluso Radiohead, pioneros en el asunto, se hicieron un lío con las fechas de su The King of Limbs. El 14 de febrero de 2011 anunciaron que salía el 19. Terminó estando disponible el 18. Como ha sucedido con casi todo lo que tiene que ver con el mundo de la música desde finales de los sesenta, fue David Bowie quien lo hizo mejor. En 2013, tras 10 años sin editar música nueva y con las (fundadas) sospechas sobre su salud tan interiorizadas entre la audiencia que se había descartado casi que fuera a volver a grabar, el inglés presentó el vídeo de ‘Where Are They Now’. Días después, el álbum, The ­Next Day, estaba disponible en iTunes. Bowie logró que casi nadie supiese ni siquiera que estaba grabando.

El lanzamiento por sorpresa pasó, pues, de ser algo que muchos se veían obligados a acometer porque su música se había filtrado en la red —“El disco sale la semana que viene, ¿de verdad no podíais esperar?”, declaró irritada Lady Gaga en 2013 cuando Applause empezó a circular por Internet— a un plan en sí mismo. Lo mismo pasó, y sigue pasando —el disco sorpresa murió en 2018 con el fiasco de The Carters, álbum conjunto entre Jay Z y Beyoncé— con los discos que se retrasan una y otra vez. En los noventa fue una constante en el mundo del hip-hop y Axl Rose logró llevarlo casi al situacionismo con su Chinese Democracy, disco pospuesto por más de una década. Ahora mismo, Lorde ha pospuesto la publicación de su tercer disco porque necesita reajustarse emocionalmente tras la muerte de su perro.

Kanye West, por su parte, se ha convertido en todo un artista de la salida en falso, el retraso o el anuncio de proyectos que nunca llegan. Pocos discos despiertan tanta expectación como los suyos. De hecho, sus dos últimos lanzamientos han provocado tanta expectación como decepción. Tras infinitos retrasos, Ye (2018) fue presentado en una granja de Wyoming en la que fue grabado en un evento que costó unos 10 millones de dólares y terminado, según palabras del autor, una hora antes de que este arrancara. Pero el cielo del desconcierto lo tocó con Jesus is King (2019), un disco tantas veces pospuesto que incluso el día en que finalmente salió lo hizo con retraso, provocando la extraña situación de que a medianoche se podía comprar la sudadera oficial del álbum pero no escucharlo. Apareció a media mañana del día siguiente. El valor del álbum que se retrasa constantemente reside en la capacidad que tienen las audiencias hoy para olvidarse de las cosas. Si no pueden escuchar más de 30 segundos en Spotify porque no aparece ya el estribillo, ¿realmente van a recordar que les has dicho seis veces que ya está tu disco a punto? Lo importante es decirlo, no hacerlo.

Otra cosa es que valga la pena sacar un álbum en 2020. El debate, que circu­la por la industria desde hace más de un lustro, sigue abierto y acumula argumentos a favor y en contra prácticamente a la misma velocidad. En la era de la necesidad constante de crear contenido, en 2019 hemos visto bandas como Foals o Big Thief lanzar largos casi consecutivos. También hemos visto a creadores populares como Camila Cabello, Cardi B o Taylor Swift lanzar entre cuatro y seis singles antes del disco. Esto provoca que su presencia sea constante, algo extremadamente necesario en una época en la que salir de la fiesta para fumarse un cigarrillo significa que muy probablemente no te van a volver a dejar entrar, pues ya no recuerdan ni tu cara. Ariana Grande es fantástica con esto de la victoria por agotamiento. Lazó Thank U, Next seis meses después de Sweetener, su anterior álbum. Y dos meses más tarde ya tenía otro sencillo, Monopoly. ¿Demasiado contenido? Pues no, porque poco después hacía disponible su tema Don’t Call Me Angel y era número 1 en Estados Unidos. Como declaró Larry Mattera, encargado de marketing en Warner Bros, “antes los músicos querían el dinero de los fans, ahora lo que quieren es su tiempo”.

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Sobre la firma

Xavi Sancho
Forma parte del equipo de El País Semanal. Antes fue redactor jefe de Icon. Cursó Ciencias de la Información en la Universitat Autónoma de Barcelona.

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