El tiempo circular y el espacio entre las cosas

Hay algo en el quehacer artístico de Fernando García que me recuerda a Arthur Daane, un holandés realizador de documentales ideado por el escritor Cees Nooteboom que graba con su cámara el mundo tal y como él lo ve: la luz de los trenes a lo lejos, los atascos nocturnos, una flor moviéndose, un campo lleno de cardos. El revoloteo de una bolsa bailando ante un muro. Arthur Daane trabaja con las imágenes que se encuentra. Solo las une el haberlas elegido y grabado. Primero escucha. Cuando oye algo, comienza a escuchar otra vez. Luego espera, observa y espera de nuevo en esa tarea antiheroica de filmar la inalterabilidad del mundo. Fernando García también piensa con los ojos.

Como Nooteboom, tiene algo de viajero, de llegar a casa con algo. Del 1 de abril al 31 de diciembre de 2019 recopiló piedras. Las vemos ahora en su exposición en la galería Heinrich Ehrhardt. Están clasificadas por días, en un calendario ascendente y descendente, siguiendo los peldaños de dos grandes escaleras que llevan a una idea de tiempo circular, como cuando abres un libro al azar y aparece algo que te coloca en el punto de partida. Como esa memoria que siempre está pensando en otra cosa ignorando el tiempo, creando naturalezas muertas.

En esa idea encajan también tres grandes lienzos de la medida que en su día solía utilizar el artista ya fallecido Joan Hernández Pijuan, al que ahora le rinde homenaje manchando el cuadro con la huella de la esposa del pintor. Otro ejemplo de escritura corta son los siete cuadros que dan título a los días de la semana y que Fernando García solo pinta cuando día y título coinciden, construyendo una agenda que prefiere el caos a la tabla cronológica. Las piedras de Fernando García son las latas de película que almacena Arthur Daane. El vacío que define las relaciones entre las cosas. Ese tiempo en el que parece que no se mueve el tiempo.

América. Fernando García. Galería Heinrich Ehrhardt. Madrid. Hasta el 11 de abril.