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Columna
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Morbo

Los informativos de televisión y los programas matinales ofrecen un cóctel de política, tormentos del hígado y un abusivo amor hacia los jugosos sucesos

Fotograma de la película 'Nightcrawler'.
Fotograma de la película 'Nightcrawler'.
Carlos Boyero
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Garea
Morirse

Encadeno por casualidad respecto a su temática, por el placer que me proporciona la revisión, tres películas en las que hay personajes que filman la muerte en directo. Son El ojo público, Camino a la perdición y Nightcrawler. En la primera, admirablemente interpretada por Joe Pesci, un fotógrafo de periódico llega siempre el primero para tomar imágenes de gente que está agonizando o acaba de ser asesinada. El final será romántico y trágico.

En la segunda, un sádico que ejerce simultáneamente de killer a sueldo y de fotógrafo, al que presta su físico un Jude Law que inspira terror, compagina su morbo con su criminal profesionalidad captando los estertores de los moribundos. La tercera, protagonizada por un tortuoso freelance, conectado permanentemente a la radio de la policía, retrata antes que nadie accidentes de tráfico y homicidios, para vender esas imágenes a cadenas de televisión que pegan un subidón en sus audiencias cada vez que exhiben sangre y violencia. Y se pegan por ser los primeros, pasando de códigos éticos, con prisas y sin pausas.

Se supone que estas películas son ficciones. Y una leche. Comprueben el material del que se componen los informativos de televisión y los programas matinales que ofrecen un cóctel de política, tormentos del corazón o del hígado y un abusivo amor hacia los jugosos sucesos. No necesitan profesionales para filmarlos, lo hacen con sus móviles todos los que andaban por allí. Y repiten incansablemente los atracos, las palizas, los crímenes. Avisándonos, eso sí, de que lo que vamos a presenciar es fuerte, que podría herir nuestra sensibilidad. Venden morbo en nombre de la actualidad. Y el negocio les funciona.

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