_
_
_
_
UNIVERSOS PARALELOS
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

¿Qué fue de los ‘nuevos Dylan’?

Buscando al siguiente portavoz generacional, el mundo de la música se encontró con el héroe de la clase trabajadora

Diego A. Manrique
Bruce Springsteen.
Bruce Springsteen.

Comenzó quizás como cháchara de sobremesa entre capitostes de la industria. Y se convirtió en tendencia algo vergonzante pero real: durante los años setenta del siglo pasado, las grandes discográficas se dedicaron a lanzar, a bombo y platillo, sucesivas encarnaciones del nuevo Bob Dylan.

Más información
Cuando Bob Dylan se puso ‘country’
‘Western Stars’: El eterno y rentable viaje interior de Bruce Sprinsgteen

Aquello iba más allá del típico “culo veo, culo quiero.” Las disqueras habían comprobado que el propio Dylan no era fiable: demasiado dado a los bandazos estilísticos, con pocas dotes para el trato social, presto a desaparecer por largos periodos. Así que tenía sentido buscar un sosias, a poder ser guapo, productivo, disciplinado.

Indagaron y hallaron bastantes candidatos. Así lanzaron a Elliott Murphy, el veterano David Blue, Loudon Wainwright III, John Prine, Steve Forbert, Willie Nile (y si me discuten la raigambre dylaniana del último, les recuerdo que uno de sus más recientes discos se llamaba Positively Bob: Willie Nile sings Bob Dylan). En realidad, tan inmensa era la sombra de Dylan que pocos cantautores posteriores se libraban de su influencia, fuera en las crónicas amorosas, en las denuncias airadas o en los delirios torrenciales. Además, los productores acortaban distancias usando las formulas sonoras patentadas por Tom Wilson o Bob Johnston para arropar a Bob.

Desde luego, los discos resultantes no se anunciaban como “el nuevo Freewheelin’” o “Blonde on blonde para los setenta”. Esas eran pistas implícitas, argumentos coloquiales. El mensaje se transmitía de boca a oreja: ya saben que los periodistas musicales podemos ser (o lo fingimos) muy crédulos. Lo extraordinario es que los promocioneros insistieran a pesar de comprobarse una y otra vez que la etiqueta del nuevo Dylan equivalía al beso de la muerte: artista así etiquetado, artista que terminaba en el cubo del hype.

Con una excepción. Los lectores más atentos ya habrán advertido que en la lista de arriba falta el alumno que terminaría eclipsando al maestro en cuestiones de popularidad, ventas, visibilidad. Springsteen se dejó vender como “el nuevo Dylan de New Jersey”, para contentar a su descubridor en CBS, John Hammond, que había ejercido igual función en el fichaje de Bob.

Como explicó en su discurso en South by SouthWest, Bruce El Cantautor era “un lobo con piel de cordero”. Tras grabar en 1972 Greetings from Asbury Park, New Jersey, al año siguiente –con la bendición de Clive Davis, presidente de la compañía- se recicló en rockero de playa y asfalto con The wild, the innocent and the E Street shuffle. Todavía arrastraba algo de verbosidad dylaniana pero donde realmente coincidía con el chico de Minnesota era en el ansia de inmortalidad, la titánica voluntad de triunfar que exhibía el Dylan que se instaló en Nueva York en 1961.

La astucia, la habilidad para moldearse (incluso, en lo anatómico), la visión de larga distancia…Springsteen tenía más y mejores recursos que el resto de los Nuevos Dylan. Ellos no pudieron subirse a la carroza de oro pero, en general, han disfrutado, disfrutan, de carreras razonables, entre el Héroe de Culto y el Bonito Perdedor.

Pudo ser peor. Pudo ocurrirles algo parecido al nouvel Dylan francés, Jean-Patrick Capdevielle. Este niño de familia bien entró arrasando en 1979 con modismos dylanianos y retórica a lo Springsteen. Por su exceso de arrogancia, oiga, en dos o tres años dilapidó todo el capital acumulado, iniciando una deriva que llega hasta el presente.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_