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5 +1 razones para leer ‘Los recuerdos del porvenir’

Las grandes obras crecen de la mano de grandes lecturas, y es lo que ocurre en esta edición de la novela de Elena Garro, aquí acompañada por la mirada lúcida de cinco escritoras

Berna González Harbour
Gabriela Cabezón Cámara, Guadalupe Nettel, Isabel Mellado, Lara Moreno y Carolina Senín.
Gabriela Cabezón Cámara, Guadalupe Nettel, Isabel Mellado, Lara Moreno y Carolina Senín.

Hay un momento en que el tiempo abolido que amasa y moldea Elena Garro en Ixtepec, esa ciudad interior que la mexicana convirtió en un Macondo particular mucho antes de que lo hiciera García Márquez, se torna sencillo y se libera del peso que ha ido añadiendo a los hombros del lector: “El encantamiento se rompió y por primera vez tuvimos algo que hacer, algo en qué pensar que no fuera la desdicha”.

Así introduce, en la página 130 de Las razones del porvenir, el primer respiro en las desgracias que han traído a la ciudad los militares al mando del general Rosas, que encierran a sus prostitutas-amantes bajo llave y las golpean al tiempo que siembran de ahorcados cada madrugada el despertar del lugar. Varios de los vecinos se han ilusionado preparando una obra de teatro que va a romper su rutina de vigilancia de la desdicha y por primera vez se relajan. Es solo un paréntesis en una atmósfera de opresión vital sin grandes resquicios para la resistencia y donde, pese a todo, se abre paso el pensamiento propio.

Ixtepec es escenario y es protagonista, al hablar en primera persona desde el lugar, y es la voz colectiva de un pueblo donde hasta la memoria se nos aparece como una masa espesa: “Aquí estoy, sentado sobre esta piedra aparente. Yo solo soy memoria y la memoria que de mí se tenga”, habla la ciudad en el arranque de la novela. Garro dibuja, así, la foto borrosa de la convivencia y colisiones entre los lugareños que permanecen (los jóvenes o los que pueden se van), los militares, las queridas que deben acogerles con el mejor rostro y sin causar molestia y los forasteros. La principal, Julia, amante del general al mando, es su obsesión, su pasión no sometida, representante de una rebelión que se toma forma en su resistencia a amar. Podrá tener su cuerpo, no su corazón. "Se le escapaba brillante y líquida como una gota de mercurio y se perdía en unos parajes desconocidos, acompañada de unas sombras hostiles", escribe Garro.

Personajes engrandecidos en la pequeñez de sus vidas, desde una viuda que aún habla con la sombra de su marido muerto a la anciana que ya "solo conoce los caminos de su casa", desde el hombre que se cree presidente al fuereño atrevido porque aún ignora los miedos del lugar. Hablan las calles, habla el pueblo en una primera persona que toma la vida de unos tiempos revolucionarios y violentos (la guerra cristera) que han llevado a echar de menos a los zapatistas. Las raíces del servilismo, el abismo de desigualdad, la opresión de la mujer y la resistencia callada, pero palpitante, son claves.

Elena Garro.
Elena Garro.

Mucho se ha escrito en los últimos años sobre Elena Garro (Puebla, 1916, Cuernavaca, 1998), enorme escritora mexicana excluida de los focos que alumbraron al que fue su marido, Octavio Paz, y otros hombres escritores del país. El esfuerzo por recuperarla y darle el lugar que le corresponde en el canon latinoamericano como una voz clave del realismo mágico y del boom es grande, y la última aportación es la reciente edición de Alfaguara, que acompañan Guadalupe Nettel (México), Gabriela Cabezón Cámara (Argentina), Isabel Mellado (Chile), Lara Moreno (España) y Carolina Sanín (Colombia) con sus reflexiones.

Entresacamos de ellas cinco buenas razones para leerla, releerla e intentar redimensionar su figura. Y aportaremos una más:

1. “Los recuerdos del porvenir, junto con Pedro Páramo, es probablemente la mejor novela mexicana escrita en el siglo XX”, escribe Guadalupe Nettel. La autora -también mexicana- recuerda que Garro se vio orillada y obligada a mantener parte de su obra inédita. Su hija rescató de las llamas el manuscrito de esta novela, la primera de la autora, que escribió en 1952, quince años antes de que García Márquez publicara Cien años de soledad. “Habría que ver si alguna vez la invitaron a formar parte del Boom latinoamericano, constituido exclusivamente por hombres, blancos y heterosexuales”, escribe Nettel. “La historia circular que cuenta el pueblo es también la nuestra. Nosotros somos la generación futura aquí mencionada, y el porvenir que Ixtepec recuerda no es otra cosa que nuestro presente”.

2. “Lo que hace Garro es excepcional, es representar eso que no estaba representado aún, la experiencia del tiempo en este subcontinente en el que la Conquista no se acaba nunca”, defiende Gabriela Cabezón Cámara. “Se la ha considerado una precursora del realismo mágico del mismo modo que a Juan Rulfo aunque a ella se le ignoró por décadas. ¿Por qué precursora? Más bien habría que pensar a Garro como una de las cimas del realismo mágico”.

3. Y es esa experiencia del tiempo la que destaca Carolina Sanín. “Expresar el descubrimiento humano de que el tiempo se comporta de maneras variadas; que coexisten infinitos tiempos y que, como dice Elena Garro en este libro, ‘la memoria contiene todos los tiempos y su orden es imprevisible’ es la aspiración más enfática de la literatura latinoamericana”. Sanín cuestiona el nombre de “realismo mágico” como “desafortunado, colonialista y de esterilizantes consecuencias” y argumenta que no es distinto García Márquez o Garro del barroco, de Góngora, Cervantes y Borges”. El porvenir como repetición del pasado es el reto conseguido de Garro. Se fija también Sanín en la figura de las mujeres, aquí canceladas del espacio público y cautivas en el hotel (burdel) o en sus casas.

4. Como las demás epiloguistas, Isabel Mellado también subraya la ruptura del tiempo cronológico, “tiempo inmóvil, agorafóbico, que apabulla en varios sitios de la novela”, pero se fija también en el espacio: “También coreógrafa, Garro cabriolea el tiempo en el espacio. La coreografía es envolvente, obsesiva. Una, otra vez, como si de un personaje más se tratara, baila sinuoso, retrocede el tiempo, avanza, se tambalea, se elonga y paraliza, salta claustrofóbico y se escurre en sutiles puntas de pie. Una plasticidad que, en Garro, debe mucho al conflicto entre el tiempo occidental y el mundo antiguo mexicano”.

5. Hipnotizada por el libro se declara Lara Moreno ante un narrador (ese pueblo de Ixtepec) que le desata preguntas: “¿Quién nos habla? Y este narrador ¿de dónde sale? ¿De dónde procede esta voz de catacumba a veces, este susurro aliviado, esta quebrada cuerda vocal agotada por los años y a la vez luminosa? Es una garganta llena de polvo y años la que nos habla y sin embargo no tiembla ni una sola vez”.

Las grandes obras crecen de la mano de grandes lecturas. Los recuerdos del porvenir ya valía por sí sola, pero los cinco textos que la acompañan en esta edición aportan luces, matices y descubrimientos diferentes para un tesoro que no tuvo en su historia el brillo que mereció. Y esta es la sexta razón para leer este libro.

Los recuerdos del porvenir, Elena Garro. Con textos de Gabriela Cabezón Cámara, Isabel Mellado, Lara Moreno, Guadalupe Nettel y Carolina Sanín. (Alfaguara)

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Sobre la firma

Berna González Harbour
Presenta ¿Qué estás leyendo?, el podcast de libros de EL PAÍS. Escribe en Cultura y en Babelia. Es columnista en Opinión y analista de ‘Hoy por Hoy’. Ha sido enviada en zonas en conflicto, corresponsal en Moscú y subdirectora en varias áreas. Premio Dashiell Hammett por 'El sueño de la razón', su último libro es ‘Goya en el país de los garrotazos’.

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