La sucia verdad de Yasmina Khadra
Con 'La deshonra de Sarah Ikker', el argelino vuelve a ofrecer un policíaco de tinte clásico en el que las miserias de la sociedad, el machismo y una turbia historia de amor se entremezclan con el misterio
Es de sobra conocida la historia de Yasmina Khadra, pseudónimo de Mohamed Moulessehoul, oficial del ejército argelino, que usó esta identidad compuesta por los dos nombres de su mujer para denunciar, desde esa atalaya privilegiada que le daba su posición, las lacras de la sociedad argelina. Esa es una de las grandes virtudes de la Trilogía de Argel, serie protagonizada por el comisario Brahim Lob y que le dio fama y prestigio literario. Luego ha ido el autor combinando escenarios diversos (Tel Aviv en El atentado; Bruselas y París en Khalil; Libia en La última noche del Rais) con otras novelas que volvían a su país natal (A qué esperan los monos).
En La deshonra de Sarah Ikker (Alianza, traducción de Wenceslao- Carlos Lozano) viaja a Tánger para ofrecernos una dura disección de una sociedad clasista, clientelar, machista y corrupta, al menos en sus esferas superiores, donde se desarrolla gran parte de la trama. Lejos de apostar por grandes explicaciones, Khadra aprovecha los diálogos para destapar el cubo de la basura. En la primera página nos encontramos con el teniente de policía Driss Ikker borracho perdido en la habitación de un prostíbulo de mala muerte. No sabemos, todavía, que es un policía íntegro que ha sufrido una desgracia diez antes; no sabemos, todavía, que es hijo de unos campesinos pobres del interior del país que se ha labrado su propio camino; tampoco, pero lo veremos enseguida, que descubrir la verdad sobre la violación de su mujer no va a ser nada fácil porque a los que mandan no les interesa.
Cada aspecto de la trama que apunta a que la violación de Sarah Ikker tiene oscuros motivos está administrado en el texto con oficio y, sobre todo, respeto por el lector; no hay obviedades ni subrayados innecesarios. El argumento avanza entre el procedimental y la historia íntima de una pareja destrozada y lo hace gracias a dos protagonistas complejos y llenos de claroscuros. El hecho de que el teniente sea un policía íntegro no quiere decir que sea un hombre sin tacha. Si buscan personajes puros o típicos se han equivocado de ventanilla. Khadra utiliza la tercera persona para que el lector observe junto al personaje –algo que ya le da resultados desasosegantes, por ejemplo, en Khalil– y que se sienta identificado a veces, asqueado otras. El teniente Ikker es un enchufado que no duda en usar su matrimonio para ascender, pero sobre todo es un machista que lleva como una carga que su mujer haya sido violada. “Me cuesta asumir la desgracia que se me ha venido encima”, dice a Sarah como si él fuera el violado. “Esa noche no fuiste la única que fue despedazada”, añade.
El retrato de la víctima está muy bien perfilado. Sarah se hunde ante la incomprensión del mundo machista que la rodea y de la superficialidad de las mujeres que tratan de ayudarla. La deshonra que supone la violación en esa sociedad es un veneno que hunde la vida de los dos. El teniente se entrega a la búsqueda de la verdad como remedio a todos sus males pero sospecha desde muy pronto que se está engañando, que la realidad a la que se enfrenta es insoportable. Aunque Khadra no es dado a estructuras de thriller ni a giros espectaculares, las últimas páginas del libro dotan al resto de un sentido complejo y distinto al que se podría derivar de la lectura del relato criminal. Ha sido visto como una historia de amor, pero puede que sea algo mucho más oscuro.
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Autor: Yasmina Khadra.Traducción de Wenceslao- Carlos Lozano
Editorial: Alianza, 2020.
Formato: Tapa blanda (248 páginas) y ebook.
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