LIBROS | 'MUCHACHA DE CASTILLA'

Crítica

Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Mercedes Cebrián deconstruye el ‘Made in Spain’

Refractaria a los tópicos y alérgica a la moralina, la escritora enmienda la plana al cliché castellano patentado por Antonio Machado

Luis Bagué Quílez

27 ene 2020 - 10:08CET

Desde que irrumpiera en el ruedo ibérico con El malestar al alcance de todos (2004), la escritura de Mercedes Cebrián se caracteriza por indagar en la dimensión política (y geopolítica) de la identidad. En esta nueva entrega, la autora empieza por enmendarle la plana al cliché castellano patentado por Antonio Machado. Bajo el rótulo de “Esto”, la sección inicial de Muchacha de Castilla puede leerse como un coming-of-age dentro de un contexto democrático en el que se dan cita los productos de importación, los espectros de Franco, el impacto medioambiental de la natalidad o la relación entre la conciencia privada y el erario público.

En su acercamiento deconstructivo al “tema de la patria”, Cebrián demuestra que la ironía funciona como una navaja suiza que permite destapar realidades incómodas y cuestionar las convicciones en las que se ha fundado la imagen corporativa de la marca España. En consecuencia, los versos introducen preguntas retóricas e interrogaciones desafiantes (“¿Pero qué te has creído, muchacha de Castilla? / ¿Que podías desear lo mejor en forma de país?”), ráfagas de un expresionismo posmoderno (“Venimos siendo carne / picada últimamente”), y monólogos interiores (“¿Quién está hablando aquí? Ah, soy yo misma”) a propósito de una visita a la delegación de Hacienda que acabará siendo un detonante catártico para ajustar cuentas con el pasado.

Mientras que los textos del primer apartado diseñan el contorno paródico de esa muchacha con la leyenda “Made in Spain tatuada en su piel”, como cantaba La Década Prodigiosa, la segunda sección se proyecta sobre un horizonte internacional. La demarcación deíctica “Aquello” refleja un nomadismo que se detiene en Buenos Aires, Tel Aviv o Roma. Lejos de la postal turística, el recorrido por calles similares a “un gran tupperware abierto” ofrece una original vuelta de tuerca a la religión universal del consumo, entre la sacralización materialista y la resurrección de la carne.

Al final del trayecto, una “gran bola de mozzarella” se convierte en la perfecta metáfora de un globo terráqueo donde tienen cabida la meseta castellana, la Europa de las dos velocidades y el Cono Sur. Refractaria a los tópicos y alérgica a la moralina, Mercedes Cebrián posee un mundo propio que se parece a nuestro propio mundo.