Arturo Pérez-Reverte: “Los unos y los otros se empeñan en colocarnos un discurso partidista y miserable sobre la Guerra Civil”
El autor presenta ‘Línea de fuego’, su relato novelado del horror que vivieron los hombres y mujeres que combatieron en la batalla del Ebro
“Soy un novelista. No estoy aquí para limar asperezas. No tengo una misión ideológica”. Tras 35 años de carrera como escritor, Arturo Pérez-Reverte sabe que una novela sobre la Guerra Civil es más que una novela y que, se mire desde la óptica que se mire, la presentación esta mañana de Línea de fuego (Alfaguara, en librerías desde hoy) iba a estar salpimentada de referencias a la política actual. “El discurso que se está haciendo de la guerra es muy simple. Un discurso de buenos y malos. Sé que tanto a la extrema derecha como a la extrema izquierda no les va a gustar. Si a las personas que usan la guerra de manera ideológica esta novela les produce cierto malestar, eso me hace feliz. (...) La herida de la Guerra Civil no estaba abierta, la han reabierto. (...) Cuando no hay base intelectual, ni se hace una política seria, ni se tiene una ideología basada en el conocimiento, hay una tendencia bastarda a usar el blanco y el negro, lo fácil, como argumento político. Como la clase política actual no tiene ese discurso ideológico solvente recurren a la Guerra Civil, que para esto es perfecta. Las nuevas generaciones de políticos carecen de ese plano intelectual y recurren a argumentos maniqueos para suplir sus carencias. Como la memoria ha desaparecido en los planes de estudio, el receptor es un joven sin capacidad para razonar esos discursos falsos emitidos por ignorantes”, comentó esta mañana en un céntrico hotel de Madrid.
Línea de fuego transcurre en los 10 primeros días de la batalla del Ebro, la última gran ofensiva de la República, el inicio de su caída definitiva. Se trata de una novela coral apoyada en un gran sentido del ritmo en la que Pérez-Reverte (Cartagena, 68 años) muestra lo mejor y lo peor de cada uno de los bandos. Para ello, recurre a dos elementos de ficción: la XI Brigada Mixta del ejército republicano, y el pueblo de Castellets del Segre, en torno al que unos y otros, todos extremadamente jóvenes, luchan hasta la extenuación. “Era una guerra muy española en todo, en la mala leche, en el desafío. Esa mezcla de rencor del que combate, y que conoces al que matas, es muy española. Qué lástima que toda esa juventud se quemara de manera tan infame y sin beneficiar más que a unos pocos. ¿Te imaginas lo que habría podido aportar a España esa gente si hubiera sobrevivido? Por eso, cuando oigo hablar a políticos de uno y otro signo con una alegría y una irresponsabilidad y un desconocimiento extremo de lo que fue el horror me pregunto, ¿cómo se atreven?”.
Para hablar de ese horror de una contienda entre hermanos, Pérez-Reverte, que reconoce que hasta ahora siempre había evitado el tema (aunque lo había tratado de manera tangencial en la serie Falcó o en un episodio de El tango de la guardia vieja), se sirve de una trama en distintos planos, siempre a pie de trinchera, junto a los soldados que eran mandados a la muerte. “La idea es clara: hay un bando legítimo y uno ilegítimo; eso no lo discute nadie”, explica. “Pero al acercarte cambia el discurso. No fue una guerra de cuatro curas y cuatro generales y banqueros contra el pueblo español. Para entenderlo hay que acercarse a la gente que luchó, no a los de retaguardia. Soy un novelista, no un historiador, y tengo el derecho de todo novelista a usar como quiera el material. No se trata de desideologizar la historia, sino a los que estuvieron luchando”, razona, mientras trata de dejar claras las fronteras entre realidad y ficción de su narración.
La mujer, la gran derrotada
Es Línea de fuego una novela sobre los hombres y las mujeres que combatieron en la Guerra Civil. La invención de la brigada mixta permite a Pérez-Reverte inventarse a Patricia Pato Monzón, una burguesa con educación, comunista parapetada tras un fuerte equipaje ideológico, que sabe que su libertad y su autonomía desaparecerán si ganan los de enfrente. “La mujer fue la gran perdedora de la Guerra Civil. Retrocedió un siglo en tres años. Dejó de ser dueña de su futuro, de su cuerpo y volvió a ser la esclava sumisa de maridos y confesores. Por eso, necesitaba mujeres en esta historia; no como las libertarias folclóricas de Vicente Aranda, sino mejor formadas y disciplinadas”, explica.
“La desolación, el horror, en la trinchera, en el barro, en la mierda, no hay nada noble. Quiero que el lector vea la guerra, resbale sobre los casquillos que hay en el suelo, pase miedo, lo huela”, afirma el autor de El asedio para explicar el fuerte aspecto sensorial que domina una narración tachonada de onomatopeyas que describen trayectorias, golpes y explosiones; llena de olores (hieden los soldados, sus ropas, huele la pólvora, el miedo, la muerte) y de texturas que Pérez-Reverte absorbió en sus años de reportero. Esa experiencia, la tradición oral y las grandes novelas sobre la Guerra Civil (cita a Rafael García Serrano y Agustín de Foxá en un lado, a Ramón J. Sender, Arturo Barea y Max Aub en el otro, unas lecturas sobre las que sobrevuela siempre Manuel Chaves Nogales) son el material con el que ha compuesto este libro.
“En realidad, en el fondo y en la forma, se trata de eso, piensa Pardeiro. Cuestión de cojones. De ellos y nosotros, de quien se atreve y de quién aguanta más que el otro. Muy español, todo. Muy propio de ambos bandos. Un pulso bestial por unos pocos metros de terreno cuya posesión no cambiará el curso de la guerra”, reflexiona un alférez del bando nacional, que resume en su voz el sentido general de la novela. Como ya había hecho en La Guerra Civil contada a los jóvenes (Alfaguara, 2015) Pérez-Reverte ni matiza, ni esconde la barbarie de ninguno de los dos bandos, pero tampoco oculta las virtudes de quienes estaban en el campo de batalla, por ideología o por obligación, y la miseria moral de los mandos militares y los comisarios políticos. Son ellos los que enviaron, desde los puestos de mando, a una generación a la muerte. “Estremece la facilidad con la que echaban carne al matadero. Lugares que se tomaban seis, siete veces en el mismo día. Sin esa disciplina, sin esa presión de los mandos, los chicos no habrían hecho lo que hicieron. Aparte del dolor y el sufrimiento habría que añadir esa presión. Esa continua amenaza sobre la tropa que está presente entoda la guerra”, reflexiona Pérez-Reverte.
Vuelve tozuda la actualidad a la rueda de prensa y toma la palabra el autor para remachar argumentos, dejar claro lo que buscaba con esta novela sobre la Guerra Civil. “La aproximación a la parte humana de la guerra es lo único que nos salvará del discurso partidista y miserable, disparatado e irresponsable que se empeñan en colocarnos los hunos, con hache unamuniana, y los hotros”
Babelia
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