El año de las diversidades en los museos
Los museos de América Latina se han volcado en reconstruir historias del arte negadas, en especial la feminista y la afrodescendiente. Nuevas preocupaciones trastocan el discurso


Que el mundo y las cosas del mundo son muy diversos es algo que hoy sabemos todos y que han aceptado incluso los museos más canónicos. Basta recorrer las salas del MoMA para comprobarlo: no solo acompaña a Picasso una artista afroamericana, sino que la Colección Patricia Phelps de Cisneros de arte de América Latina ocupa un lugar esencial y dialoga con Mondrian y otros grandes nombres de la tradición europea. De igual modo, en las instituciones de América Latina se rescatan olvidos históricos, se subrayan las antiguas exclusiones y se trazan nuevos mapas de preocupaciones que trastocan lo que hasta hace poco había gobernado el discurso y las miradas.
Dentro y desde esta área geográfica, innumerables proyectos se han ido ajustando a las exigencias de cambio, a esas revisiones históricas imprescindibles hoy. Es la tarea que desde hace tiempo se ha propuesto el MASP de São Paulo, empezando por la reutilización de la museografía de Lina Bo Bardi, aquella que desvela con descaro las traseras de los cuadros, organizados en un montaje no lineal, sino con planos de profundidad fílmicos. Es el montaje radical que se plantea ahora en el Museo Gulbenkian en una muestra dedicada a la arquitecta paulista de origen italiano y que resulta emocionante como nueva fórmula de contar las historias.
Aunque no es ese el único rescate que está llevando a cabo el MASP. El museo se ha propuesto reconstruir ciertas historias del arte negadas, en especial la feminista y la afrodescendiente, con las implicaciones con frecuencia implícitas en ambos territorios —quedó patente en la increíble muestra de la artista María Auxiliadora de hace un par de años—. Ahora se revisan problemas semejantes en Historia de las mujeres: antes de 1900, una exposición en la cual, junto a las pintoras tradicionales, se puede disfrutar de tejidos anónimos. La misma línea de rescate de mujeres en muestras individuales se reafirma en la de Anna Bella Geiger —una de las artistas vivas más interesantes de Brasil— y la de Gego, que visitará otros países, incluyendo España.
Siguiendo con la línea del rescate de las mujeres y América Latina, la Pinacoteca do Estado de São Paulo —donde el año pasado viajó la exposición Mujeres radicales— presentaba hasta septiembre, y por primera vez en Brasil, una individual de Grada Kilomba: Desobediencias poéticas. En ella, la artista portuguesa de raíces angoleñas revisitaba la tradición y el mito, mezclando géneros y estilos, un poco al estilo de Yeni y Nan, la pareja de venezolanas cuyas propuestas teóricas y prácticas, sobre todo en los años setenta y ochenta del siglo XX, no han sido suficientemente reconocidas a pesar de su fuerza. De febrero a junio visitaron el CAAC de Sevilla, el único museo del Estado español que se ha tomado de verdad en serio el rescate de mujeres olvidadas dentro y fuera del país.
Durante la visita de Perú con motivo del pasado Arco, dos muestras llegadas desde el Museo de Arte de Lima (MALI) plantearon, entre otras cuestiones, el comentado actual interés hacia lo vernáculo: la primera, en el Museo Reina Sofía, tomaba la revista Amauta como lugar para explorar la escena vanguardista a través de Perú, y Amazonías (en Matadero) subrayaba esos contextos artísticos en los bordes que cada vez toman más fuerza.
Proa ha presentado la obra del muy atractivo y radical Copi, figura de culto de César Aira, y hasta primeros de 2020 en el MUAC se podrá conocer la foto de Yvonne Venegas, a través de cuyo estudio comercial en Tijuana es posible recomponer toda una época de fotografía íntima.
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