Fotografías que parecen congelar la vida
Wolfgang Tillmans muestra en Madrid su mirada fotográfica falsamente distante y despreocupada

Hay artistas que consiguen ponerte en pie hasta cuando ya crees que lo estás. Te movilizan aun en perpetuo movimiento y te erizan la emoción incluso estando en alerta. Son artistas que hacen que este baile merezca la pena, que ponen la vida en un mostrador. Que ponen el mundo en tus brazos. Lo hace Wolfgang Tillmans (Remscheid, Alemania, 1968) con cada una de sus fotos, a modo de golpe maestro. Él congela lo vivencial llevando ese canto gozoso de la existencia hasta la cima de la empatía. Nadie es una isla, parece decir entre líneas. Es lo que pensamos al ver sus exposiciones, como la que ahora ocupa el espacio de la galería Juana de Aizpuru, embajadora en España de este artista internacionalmente celebrado.
Hace dos años, con su paso por la Tate Modern de Londres, con toda la tensión de su campaña contra el Brexit, Tillmans tejía con la cultura popular ese hilo invisible que nos conecta pese a las diferencias. Lo suyo es mitigarlas a través de la belleza real de nuestras vivencias, en la música de baile, en la sublimación de la intimidad y en el mágico aura de esa apabullante naturalidad suya que logra extraer de los pequeños momentos de la vida, esa que simplemente pasa. En todas partes, todo el tiempo.
Ahí se cobijan los trabajos más recientes de Tillmans, que aumentan en interés de manera proporcional al número de imágenes acumuladas. Ocurre en esta exposición, permitiendo que afloren esas relaciones de heterogeneidad o correspondencia dentro de un exceso que siempre suma. La nota común es visualizar el deleite vivencial de todas sus fotos. La brisa marina. El ombligo ligeramente al aire. La raya del pelo perfecta. Un paquete. Una bomba de humo. Unos dátiles al sol. Una caída. Un ramo de crisantemos. Una mirada fotográfica falsamente distante y despreocupada. Un regalo.
Wolfgang Tillmans. Galería Juana de Aizpuru. Madrid. Hasta el 15 de diciembre.
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