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HORARIO FLEXIBLE
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Dora Maar es el nuevo Picasso

La muestra que la Tate de Londres dedica a la artista surrealista pone en cuestión el papel de musa que le ha impuesto la historia.

'Sin título', fotografía de Dora Maar de 1935.
'Sin título', fotografía de Dora Maar de 1935.
Estrella de Diego

Hace años, tras su muerte en julio de 1997 olvidada por casi todos, el obituario de Dora Maar no dejaba lugar a dudas sobre su lugar en el mundo desde la historia impuesta: se la seguía describiendo como “la musa de Picasso”. Poco parecían importar sus indiscutibles aportaciones visuales, puestas en valor entre otros por Victoria Combalía; poco la versatilidad de sus propuestas y el atractivo de sus genialidades o su riquísimo mundo intelectual. Maar era para esa historia repetida la documentalista de las “fases” del Guernica de Picasso; otras, mujer guapa próxima al surrealismo; otras, amante desesperada del “genio malagueño” que, tras la ruptura de una relación que siempre fue simultánea a la que él tuvo con otras mujeres, se encerró en su casa y, presa de una obsesión irrefrenable, se dedicó a pintar las paredes con una letra diminuta y nerviosa.

Pese a todo, pese a cierta verdad implícita en la parte más oscura del desamor de Dora Maar –Picasso fue dejando cuerpos y retratos a su paso con la excepción de Françoise Gilot, quien se adelantó a los acontecimientos y se fue con un portazo–, ese no sería el capítulo esencial de la vida de Maar, salvo quizás porque la llevó, tras varias sesiones de electroshock, hasta al diván de Jacques Lacan, psicoanalista fetiche de los surrealistas, que pensaba en la palabra como única manera de recomponer el inconsciente. No sólo. Maar dio mucho a Picasso, igual que Picasso dio mucho a Maar, porque cuando dos personas creativas se encuentran colaboran, se contaminan y se influyen.

Queda patente en la muestra sobre la fotógrafa que acaba de abrirse en la Tate Modern de Londres (hasta el 15 de marzo de 2010), donde la parte que se dedica –inevitablemente– a su relación con Picasso, muestra los bellos retratos a lápiz y pintados que éste hace a la mujer y las fotos de Maar del Guernica, que tienen mucho de extraño dibujo preparatorio. Quizás junto a Maar, de ideas más drásticas que las de Picasso, el pintor se radicaliza, inicia esa línea que abre el Guernica y que hasta entonces no forma parte clara de su imaginario.

En todo caso, es ésta una fracción diminuta de la trayectoria de Maar, cuyos trabajos fluctúan entre fotos de moda, ciertas imágenes de la ciudad que había inaugurado Atget y que en el objetivo de Dora Maar se convierten en inesperados rincones surrealizantes; fotomontajes, poses eróticas o delicados bodegones y paisajes al final de su vida. Después, cuando en los últimos años decide volver a la fotografía, lo hace sin cámara, pintando y rayando sus propios negativos, algo que se a menudo se había leído como una especie de autoagresión y que, en la muestra de la Tate, se subraya como fórmula de experimentaciones. No está mal como hipótesis, me parece. ¿Por qué si una mujer pinta y raya sus negativos lo hace como autocastigo y si lo hace un hombre se trata de vanguardismo? Pensémoslo un momento.

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