El ‘atleta’ operístico Javier Camarena, tras la senda de Alfredo Kraus
El tenor mexicano, con dos óperas y un recital en el Teatro Real entre noviembre y diciembre, habla de los secretos para evolucionar en el repertorio
Para el tenor mexicano Javier Camarena (Xalapa, México, 43 años), el máximo sueño sería poder cantar Tosca, como hizo su admirado Alfredo Kraus, que solo encarnó a Mario Cavaradossi en la ópera de Giacomo Puccini al inicio de su carrera, en 1956, en el debut del cantante canario a los 29 años en El Cairo y, meses después, en Cannes. "Una y no más", debió de pensar el español. Y algo así debe de pensar el mexicano, que cuida y entrena su voz como un atleta de alto rendimiento, a la hora de contar sus dos máximas aspiraciones: “En el plano fantasioso, igual que Kraus, cantar una Tosca sería así como ¡guau! En el plano consciente, yo sé que a lo mejor no llego, pero por lo menos pensar en hacer alguna vez La Bohème”. De hecho, ya ha ido haciendo en conciertos algunos ensayos como por ejemplo con Che gelida manina, el aria del primer acto de la famosa obra de Giacomo Puccini. Ejercicios que le sirven para hacerse “una idea de por dónde está la voz”, aunque con una clara conclusión: “Está bueno, pero todavía no”.
Javier Camarena, barba recortada y gafas enmarcando un rostro jovial, departió este jueves en el Teatro Real ante varios medios para presentar sus próximas comparecencias en el coliseo madrileño, donde afronta este sábado el papel de Nemorino en L’elisir d’amore, de Gaetano Donizetti, en una de las 12 funciones de esta obra, y, más adelante, entre el 30 de noviembre y el 20 de diciembre, el de Gualtiero en Il pirata, de Vincenzo Bellini. Entre medias, el mexicano será el protagonista el miércoles 13 de noviembre de la Gran Gala 2019 del Teatro Real, donde ofrecerá una lección sobre la historia de la ópera con piezas que van desde Giacomo Carissimi (1605-1674) hasta Jacinto Guerrero (1895-1951), pasando por compositores como Bellini, Donizetti o Gioachino Rossini.
En el acto desgranó algunos de los secretos de la planificación de su carrera para cuidar su voz y lograr una evolución inteligente en el repertorio, siempre con papeles pensados a años vista. “No es secreto mi relación con Kraus”, afirmó Camarena, “siempre lo he mencionado como un gran referente en cuanto a la inteligencia a la hora de la selección del repertorio. Es verdad que hay que tener una consciencia plena de las posibilidades vocales. A la par que vas madurando, también la voz va cambiando y hay que ir adaptándose a estos cambios, y no siempre es fácil. Cosas que a mí se me hacían complicadas por cuestión de peso, de color de voz, hoy las encuentro muy fáciles, y las cosas que hacía antes que me resultaban superfáciles hoy ya no lo son tanto. Es un trabajo constante de investigación y trabajo en cuanto al conocimiento propio del instrumento”.
El tenor explicó que para él lo más importante, aparte de los ejercicios de entrenamiento de la voz, es saber respetar sus necesidades de descanso. “Desde mi debut hace 15 años, todo ha sido vertiginoso, muy muy rápido, está uno constantemente viajando a diferentes ambientes, climas... Respetar mi necesidad de descanso supone equipararla a la actividad de un atleta de alto rendimiento. El que corre un maratón no va a correr otro al día siguiente, y otro al siguiente, obviamente su rendimiento va a ser cada vez menor”.
Otra de sus reglas es consultar con especialistas, con foniátras, de vez en cuando: “Yo tengo, casi casi, mis médicos en cada ciudad". Expertos a los que acude como si fuera al mecánico: "Yo voy para hacer un chequeo, como el auto de carreras que va al taller y le van a hacer una ajustadita, un chequeo, para mantenerlo en óptimas condiciones”.
En cuanto a sus siguientes pasos en el mundo de la ópera, explicó que aunque sigue sintiéndose muy cómodo en el mundo del belcanto, quiere ir evolucionando hacia el repertorio francés. Y al ser cuestionado por óperas en concreto enumeró: “Lakmé, Romeo y Julieta, Manon", en referencia a las óperas de Léo Delibes, Charles Gounod y Jules Massenet, respectivamente. Para después añadir entre risas: “Ando por ahí buscando un Fausto [Gounod]”. Su prospectiva va incluso más allá: “Después de esto, que será un periodo de cuatro años, veré si me animo en algún momento a hacer un Werther [Jules Massenet] y, de aquí en ocho años, si es que Dios, la vida y todo me lo permiten, hacer mi máximo a la hora de afrontar el repertorio francés, que sería Los cuentos de Hoffmann”. Aunque añadió que la ópera de Jacques Offenbach realmente la pone como capítulo aparte.
Preguntado por si se atrevería a hacer, dentro del repertorio francés, un Guillermo Tell, Camarena confirmó la fama de la ópera de Gioachino Rossini: “Es un matavoces, por eso no la he querido hacer”. Y añadió: “Solamente una vez la cante en italiano en un concierto en Budapest, pero es lo mismo: lo estudio, lo pruebo y digo ‘hace falta un poco más de tiempo’, sobre todo para darle color a la voz. Es un papel que me podría plantear estudiarlo, ensayarlo y tal vez cantarlo en cuatro o cinco años”.
Aunque dejó claro que no quiere dejar el belcanto: "Todavía hay muchas cosas que puedo trabajar en esa parte del repertorio antes de pensar en otro tipo de cosas". Por eso se mostró muy satisfecho con las obras que tiene en cartel ahora en el Teatro Real. Así, explicó que L’elisir d’amore fue la primera obra que se aprendió completa estando aún en la universidad, y por eso le tiene un cariño muy especial: "Tener la oportunidad de cantarla acá es algo que me emociona mucho". Igual que volver al Teatro Real, que considera que tiene un público muy exigente. “Me siento realmente afortunado y bendecido por el cariño que siento por parte del público”. Y dentro de esta relación tan bella con los aficionados, recordó los dos bises que tuvo que hacer en noviembre de 2014 del aria 'Ah, mes amis' de La hija del regimiento, de Gaetano Donizetti. “Ha habido noches memorables y muy muy emocionantes aquí en el Teatro Real”.
En cuanto al próximo estreno de Il pirata, contó que aunque corresponde a un compositor belcantista, Vincenzo Bellini, su composición, su escritura, iba más hacia un estilo romántico, con tonos mucho más dramáticos para el personaje. Su rol, Gualtiero, el héroe enamorado de Imogene, que está casada con su “archienemigo” Ernesto, entra dentro, según explica, de “la pelea típica en el belcanto del tenor contra el barítono por el amor de la soprano”.
Por último, en el plano personal, el tenor mexicano confesó que en su casa, cerca de Zúrich, no escucha ópera: “Amo la ópera pero llego a mi casa y quiero otra cosa, quiero descansar”. Por eso, aseguró, es más fácil escuchar las piezas de guitarra que pone su mujer o las canciones de Katy Perry o Ariana Grande que escucha su hija: “Lo menos que se escucha en mi casa es ópera”.
Babelia
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