Ribadavia: medio siglo de resistencia teatral
El festival que se celebra cada verano en la capital del Ribeiro impulsó la dramaturgia gallega durante el franquismo
La fama le viene a Ribadavia por el vino. Rodeada de viñedos y montañas rebosantes de verde, esta localidad de la provincia de Ourense es conocida como la “capital de la comarca del Ribeiro”. Lo que no se sabe tanto es que también es la cuna del teatro gallego contemporáneo. Y que sus 5.000 habitantes conforman un público exigente y capaz de apreciar tanto un espectáculo experimental como un clásico. Ya lo advirtió el escritor Gonzalo Torrente Ballester cuando en 1988 la comparó con “esas villas europeas de gran actividad cultural”.
Esa sapiencia se notaba el domingo pasado en el auditorio del castillo medieval que sirve de escenario principal a la Mostra Internacional de Teatro de Ribadavia, uno de los festivales de artes escénicas más veteranos de España, que celebra hasta el próximo sábado su 35ª edición. Se representaba Amarillo, una obra de la compañía mexicana Línea de Sombra que lleva 10 años representándose por todo el mundo —recientemente, en la prestigiosa Schaubühne de Berlín— sin síntomas de agotamiento. Quizá porque el problema que aborda tampoco se agota: el penoso viaje de los migrantes que intentan llegar a EE UU desde México. O quizá también porque lo expone de una manera arrebatadora, mezclando testimonios reales con poéticas instalaciones visuales, jugando con imágenes y objetos simbólicos: el muro, el desierto, el agua.
“Parece mentira que esta obra tenga 10 años. No ha cambiado nada”, comentaban muchos espectadores emocionados a la salida. “No solo no ha cambiado, ha empeorado con la era Trump. Cuanto más altos son los muros, más violencia y abusos sufren los migrantes por el camino. Y no es un problema solo de México. Allá donde vamos, especialmente ahora en Europa, el público traslada a su propio contexto lo que sucede en nuestra obra”, explica Alicia Laguna, codirectora e intérprete de la compañía mexicana.
Amarillo es un espectáculo que define bien el espíritu de la Mostra. Un espectáculo internacional de lenguaje vanguardista que no busca simplemente amenizar el verano al turismo. Esto tiene que ver con su propio origen: no nació como un típico “festival estival en un marco incomparable”, sino de un acto de resistencia cultural que germinó en Ribadavia hace ahora 50 años.
En 1969, en pleno franquismo, un grupo de intelectuales creó en Ribadavia la Asociación Abrente (que significa “amanecer”) con el objetivo de normalizar la cultura y el idioma gallegos a través de las artes escénicas. Impulsaron la escritura de obras en su lengua, animaron la formación de compañías locales, sortearon la censura y organizaron un festival que se celebró entre 1973 y 1980. De paso, consolidaron en la región una afición al teatro irreversible. Abrente se disolvió con la llegada de la democracia, pero su legado había calado. En 1984, con el impulso de la recién nacida Xunta de Galicia, se celebró la primera edición de la nueva Mostra, con un programa en el que participaron compañías punteras del momento como La Fura del Baus y La Cubana.
Medio siglo después, la Mostra mantiene aquel impulso de “resistencia teatral”. Por Ribadavia han pasado muchos de los protagonistas de la “transición” que también vivió el teatro español tras el franquismo: los vibrantes grupos catalanes de los años ochenta, el movimiento alternativo madrileño de los noventa y muchas compañías gallegas que crecieron con este festival, entre ellas Chévere, Premio Nacional de Teatro en 2014. En la última década, bajo la dirección de Roberto Pascual, ha potenciado su carácter internacional y vanguardista: Declan Donellan, Pippo Delbono, Oskaras Korsunovas y Alain Platel han participado en ediciones recientes.
El programa de este verano se mantiene fiel a los principios del festival. Incluye una buena muestra de teatro documental y comprometido con los grandes temas que preocupan a la sociedad actual. Si Amarillo abordó el domingo el problema de la migración, la compañía Chévere estrenará esta noche su nueva obra, Curva España, basada en la historia real de un ingeniero que murió en un extraño accidente en 1927 cuando trabajaba en el trazado de entrada del ferrocarril a Galicia. Y el sábado se representará Jauría, obra de Jordi Casanovas basada en el juicio a La Manada.
24 espectáculos de cinco países en una semana
El espectáculo que inauguró el pasado viernes la 35ª edición de la Mostra de Ribadavia es una de las grandes sensaciones de los últimos años en la escena internacional de vanguardia. Se titula Un poyo rojo y viene de Argentina tras triunfar en 2014 en Aviñón. En agosto viajará a Edimburgo y en otoño volverá a España con parada en Canarias, Logroño y Madrid. Otro nombre que destaca en la programación es el del artista congoleño Olivier de Sagazan, que presentó este miércoles Transfiguration. La Mostra presta también atención a la creación contemporánea gallega, representada este año por las dos compañías de mayor proyección nacional: Chévere, que estrena este jueves Curva España, y Voadora, que clausurará el festival el sábado con Hemos venido a darlo todo. En total, 24 montajes de cinco países.
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