La vida perra de Elzinha Soares
La histórica cantante brasileña abre este viernes el festival La Mar de Músicas, en Cartagena
No es pequeña hazaña lograr que Elza Soares (Rio de Janeiro, 1937) ofrezca en Cartagena uno de los tres conciertos en Europa previstos para el presente verano. Obligada a cantar sentada tras una caída, la sambista plantea un desafío a su público: la coexistencia entre su reluciente repertorio clásico y la música rupturista que ha facturado en el siglo XXI, destacando su condición de mujer negra en un país racista (“sí, escríbalo: Brasil todavía es racista”).
Una de sus biografías se titula Elza Soares: cantando para no enloquecer. Y es que su vida parece el delirio de algún guionista de culebrones: abusos, violencia marital, accidentes, tragedias, exilios. Todo vivido bajo los focos, especialmente tras casarse con el futbolista Garrincha, un alcohólico. Pero cualquier cosa era preferible a la miseria de partida: en 1953, flaca y llevando un vestido de su madre ajustado con imperdibles, se presentó a un concurso de aficionados que presentaba Ary Barroso en Radio Tupi. El compositor de Aquarela do Brasil solía tomar el pelo a los participantes y preguntó mordaz a Elza de qué planeta venía. Su respuesta: “del mismo lugar que usted, maestro. Del Planeta Hambre”. Y ganó.
Hoy, Elza insiste en aclarar que no había maldad en la pregunta o en la respuesta: "Era una realidad. Muchos grandes sambistas, autores de canciones que conocen todos los cariocas, murieron en la miseria”. Ella supo destacar gracias a una afinidad natural por el jazz: “Yo cantaba algo parecido al scat antes de descubrir lo que hacían Ella Fitzgerald o Louis Armstrong”. Cuando conoció a Satchmo, saltaron chispas: Armstrong le dedicó piropos paternales que ella, ignorante del inglés, interpretó como groserías, a las que respondió de forma airada. Asegura que se muere de vergüenza al recordar su error: "He vivido largas temporadas en Estados Unidos pero todavía me siento insegura al hablar en inglés".
Admira a los cantautores brasileños de los sesenta, cosmopolitas y respetuosos con los mayores: “Tanto Chico Buarque como Caetano Veloso grabaron conmigo en momentos que yo necesitaba visibilidad. Antes había un sistema que te permitía trabajar con una discográfica a largo plazo, evolucionar de una manera natural. Ahora, si te escapas del sonido de moda, puedes encontrarte marginalizada. Me ha ocurrido. He sido vetada en las radios cuando saqué canciones fuertes, como “A carne”, de Seu Jorge".
Un tema hiriente, que gritaba "la carne más barata de un mercado es la carne negra”, con un video que mostraba a brasileñas intentando aclararse la piel y alisar su pelo. El sonido, cercano al hip-hop, también rompía la estética habitual de la cantante conocida como Elzinha. En los últimos tiempos, Soares ha ahondado en la ruptura con su acercamiento al samba sujo. Para más inri, creado con músicos jóvenes y paolistas (de Sâo Paulo).
“El samba sucio no sigue las ortodoxias, interpola elementos agresivos del funk o del rock. Yo conocí a Guilherme Kastrup [productor y actual acompañante] cuando vino a proponerme grabar mis sambas con músicos paolistas. Era interesante pero le pregunté si no tendría canciones nuevas para mí. Al poco, vino con 50 canciones hechas por él y sus amigos paolistas. No sé si eran temas pensados para mí o los tenían almacenados pero me dije que era justo lo que necesitaba. Sâo Paulo siempre ha sido más vanguardista que Rio”.
De ese encuentro han salido tres discos reivindicativos: A mulher do fim do mundo (2015), Deus é mulher (2019) y el próximo lanzamiento, titulado Planeta Fome en recuerdo de aquel encuentro con Ary Barroso. “Me acusan de ser oportunista pero no es cierto. Yo sabía que existían la violencia contra las mujeres, la homofobia, la prostitución, las jerarquías raciales. Pero no había encontrado canciones que lo denunciaran con ira y humor, Ahora las tengo y me siento muy feliz”.
Solo hay un tema prohibido: Bolsonaro. “No quiero decir ese nombre. Brasil, con Lula, iba borrando las desgracias de la dictadura militar. De repente, se ha roto la unidad de los brasileños y estamos volviendo al punto de partida. No deseo hablar de política.”
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